Fiebre Jurásica en el Auditori
By CARLOS GARCIA RECHE OCT. 13, 2018
El jueves día 11 de octubre pudimos asistir a la primera de las tres sesiones en las que se proyectó (VO con subtítulos en catalán) la más célebre película de dinosaurios, con la interpretación de la BSO en directo. Una ocasión perfecta para revivir la nostalgia de los millenials y también para avivar la fiebre jurásica que vivimos los últimos tiempos. Y es que 25 años después del estreno de Jurassic Park, el merchandising de la franquicia es más popular que nunca. Ya sea por el último estreno de la saga en 2018 (dirigida por el barcelonés J. A. Bayona) o por el retorno de lo retro, la cita de este jueves 11 fue muy esperada por jóvenes y no tan jóvenes.
Como ya hizo en julio de 2018 con West Side Story y que seguirá en enero de 2019 con el Señor de los Anillos: El Retorno del Rey, el ciclo OBC POPS persiste en su intención de acercar la orquesta al público a través del cine. La productora Film Concerts Live! en su gira por todo el mundo, ha tenido cita los días 11,12, y 13 de octubre en Barcelona para resucitar los dinosaurios de Jurassic Park, donde el director Anthony Gabriele ha sido el encargado de conducir la orquesta de la ciudad condal. Aunque eventos como este son cada vez más habituales, las películas de Steven Spielberg son siempre garantía de asistencia, especialmente en las que ha trabajado John Williams, nombre que no necesita presentación.
La proyección de la película se acompañó de una iluminación azulada ni muy fuerte ni muy discreta, manteniéndose en un saludable punto medio. La pantalla gigante eludía obstáculos y cabezas sin demasiado esfuerzo y permitía al público seguir las aventuras de los protagonistas como si de un cine se tratara. Tampoco faltaron risas ni algún que otro padre (e hijo) con incontinencia verbal y numerosos grupos de amigos. Es más que curiosa la diferente recepción de las escenas crudas y sangrientas de la película entre el público de hoy y la que tuvo en los años 90; como la del tiranosaurus devorando a Gennaro (sí, ¡sentado en el váter!), o la de los velociraptores acechando a Tim y Lex en la cocina. Escenas que en su época causaron shock y pavor, ahora, directamente, carcajadas. Pudieron apreciarse también la infinidad de matices orquestales que en el metraje pasan bastante desapercibidos.
El experimentado Anthony Gabriele y su completa tropa de músicos tuvieron bajo control a todo lagarto prehistórico durante 127 minutos. El balance sonoro fue un gran reto a batir. Algunas escenas se vieron irremediablemente descompensadas (a favor de la orquesta) donde los actores quedaron mudos ante la enérgica OBC, cosa esperable tratándose de una proyección en versión original. También se apreció un leve efecto reverb del audio de la película. Detalle de fácil digestión para un público hambriento de reptiles gigantes que asistía al fin y al cabo, a una sala de conciertos, no a un cine.
Otro difícil reto además del balance fue la sincronización. La coordinación de los planos visual y musical estuvo perfectamente lograda, fruto de un sólido diseño de producción y una vigorosa interpretación. Únicamente para algún escrupuloso fan, sólo el tiranosaurus de la famosa escena final (cuando caza de un mordisco al velociraptor antes de saltar sobre los protagonistas) pudo conseguir un minúsculo desfase entre música e imagen. Detalle irrisorio para una partitura y película tan exigentes que la gran mayoría pasaría por alto.
Tras el descanso de 20 minutos, la música reintrodujo a los espectadores de nuevo en el parque jurásico. Al principio sorprendió la ausencia de imágenes, que volvieron unos diez segundos después, retomando la última escena antes de la pausa (poco antes del ataque del dilophosaurus). Terminadas las dos partes, el público aguardó la visualización de créditos para disfrutar de esos imborrables temas de la que para muchos, es una de las mejores bandas sonoras de los últimos 50 años. Los aplausos fueron abundantes, merecidos y efusivos, siendo la prueba de que la fiebre jurásica ni se extinguirá ni fosilizará fácilmente.