Savall triunfa con “Juditha” en su inauguración vivaldiana
(Photos by May Circus)
By CARLOS GARCIA RECHE OCT. 19, 2018
Un año más, el legendario Jordi Savall inaugura la temporada de Música Antigua 2018-2019 en el Auditori. El maestro vuelve a la carga pisando fuerte al recrear Juditha Triumphans del veneciano Antonio Vivaldi, estrenada en 1716. Se trata del único oratorio superviviente del compositor y empresario, considerado junto al Magnificat RV 620 y al famoso Gloria RV 569 la cúspide de una producción vocal eclipsada por su prolífica obra instrumental. El autor lo tituló de Sacrum militare oratorium por su temática y trasfondo político, cuyo libreto de Giacomo Casseti se basó en el Libro de Judit. En él se narra cómo la bella Judit se ofrecía al general asirio Holofernes tras sitiar la ciudad hebrea de Betulia para implorarle piedad. La joven judía aprovechaba la debilidad amorosa de Holofernes para ganarse su confianza y degollarle tras el banquete, venciendo así al ejército babilónico. El oratorio es particular por su diversa instrumentación y la exigencia vocal de sus arias destinadas únicamente a cantantes mujeres. Con esta composición se trató de promocionar el Ospedale della Pietà, famoso hospicio para huérfanas del cual Vivaldi fue profesor. Tampoco está exento de trasfondo político y alegorías puesto que se escribió en homenaje a la victoria de Venecia sobre los turcos en Corfú, en plena guerra austro-turca.
A las 20:00 de este miércoles 17 irrumpían en la sala Pau Casals Jordi Savall con su orquesta Le Concert des Nations y doce cantantes de La Capella Reial de Catalunya. A los lados, según el bando, se disponían las coloridas solistas Marianne Beate Kielland en el papel de Juditha; Lucía Martín Cartón, su sirvienta Abra. Marina de Liso, Holofernes; Rachel Redmond, su escudero Vagaus; y Kristin Mulders, el sacerdote Ozias.
Tras un poco de retraso, comenzaba la velada vivaldiana con un brevísimo discurso y dos piezas introductorias entre las que se encontraba el primer movimiento del Concerto en Re RV 562a de Vivaldi, que no fue, la mejor interpretación de la tarde. En la iluminada sala dio comienzo la primera parte donde pronto pudo apreciarse la técnica vocal de las cantantes, especialmente de la inglesa Rachel Redmond en la primera y tercera aria de Vegaus. Otro destacado momento vocal fue el aria Agitata infido que la noruega Marianne interpretó con la osadía de Judit. La rica variedad instrumental se dejó apreciar en el cuarteto de tiorbas y guitarra del aria O servi volate. Otro gran momento fue el pasaje de viola d’amore que Manfredo Kraemer interpretó con delicadeza y afecto para ayudar a la protagonista a conseguir la clemencia de Holofernes. En la primera parte pudieron verse los 3 primeros números corales, destacando el último en espectacularidad para cerrar la primera mitad. Antes del descanso los artistas recibieron una inusual larga ovación que consumió varios minutos del descanso.
La segunda parte se inició con otro breve discurso de Savall. Esta vez se lamentó del mal endémico de la tos (eufemísticamente hablando: mala educación) e instó a los oyentes a recordar las facultades de la mano y del pañuelo para insonorizar. Así pues comenzó la segunda parte con la voz de Kristin Mulders pregonando palabras de Ozias hasta la vuelta de Holofernes y Judit antes del banquete. La apacible aria Transit Aetas (transcurren las edades) no disimulaba el exigente punteado de mandolina que incluso un gran intérprete como Rolf Lislevand tuvo que batallar con dificultades. Le siguió el dulce dúo de flautas que indujeron al sueño del general Holofernes antes del terrible suceso. Fue el mismo Savall al coger su pequeña viola de gamba el que dio pie a la atroz escena de la muerte del general con una diestra y tenaz interpretación en In somno profundo, que ocurriría en el recitativo siguiente. Una enérgica Vegaus se lamentaba vengativa en su última aria al ver degollado a su general antes de ceder a Kristin el último lucimiento vocal del sacerdote. Un último pasaje final coreaba la victoria de Judit, que gracias a Savall (y las cantantes) conquistó triunfante el Auditori y acercó al público un Vivaldi sacro, vocal y desconocido para el público.