Misterios y enigmas
By JOSUÈ BLANCO ABR. 28, 2019
Misterios y enigmas llenaron l’Auditori este pasado fin de semana, aunque parecía que las 3 obras que componían el programa guardaban poca conexión entre ellas, el áurea de misterio lleno todo el Auditorio; Perú negro de Jimmy López, el Concierto para violoncelo y orquesta de William Milton y las Variaciones enigma de Elgar, tradición, novedad, misterio y variación unidos en música.
Jimmy López fue el encargado de abrir el concierto con su obra: Perú negro. Una pieza basada en el folklore peruano, del cual se desprenden diferentes motivos y ritmos a los que López acude para elaborar una visión muy propia del lenguaje de su tierra, es cierto también que el lenguaje personal del compositor se respiraba a lo largo de los diferentes movimientos, una sonoridad con influencias del sonido nórdico, pues López estudió en la Sibelius Academy antes de pasar a estudiar en Berkeley, pero con todo el ritmo sudamericano, una obra llena de efectos de sonido y un gran sentido melódico, que jugaba con todo el repertorio percusivo y también los efectos de movimiento del sonido haciendo tocar un mismo motivo a la sección del metal a un lado y otro de la orquesta.
Miguel Harth-Bedoya, director invitado para la ocasión, se mostró cómodo y rápido en una partitura nada fácil, haciendo notar la colaboración mutua que ambos compatriotas llevan años trabajando.
El compositor inglés William Walton quizá sea uno de los compositores ingleses menos descubiertos del Siglo XX, aunque en las últimas décadas se ha recuperado y revaluado su figura, compositor polifacético con un amplio abanico de obras siempre escribió en un idioma atractivo y personal, con un fuerte lirismo melódico y unas armonías muy ricas y complejas.
El concierto para violoncello y orquesta de Walton fue encargado por el violonchelista Gregor Piatigorsky, y sigue la estructura convencional del concierto de tres movimientos contrastantes. Al igual que con su anterior Concierto para violín, escrito para Jascha Heifetz, Walton trabajó en estrecha colaboración con el solista mientras componía la obra, esto se puede observar en la interpretación de la parte de solo, que en esta ocasión recayó en Nicolas Altstaedt, uno de los artistas mas solicitados i versátiles de la actualidad, tanto como solista, director de orquesta o como director artístico.
La obra no sigue la forma convencional de un movimiento de apertura rápido seguido de un movimiento lento, al igual que los conciertos anteriores de Walton para viola y violín, el Concierto para violonchelo se inicia con un movimiento de apertura de ritmo moderado seguido de un central mucho más rápido, finalizando con un movimiento basado en un tema y cuatro “improvisaciones” o variaciones al estilo de una improvisación, donde el violoncelo solista tiene grandes espacios de solo a los que responde la orquesta, siempre con una orquestación y armonías misteriosas, destacando el uso de el vibráfono, la celesta y el arpa.
Seguramente no debe haber otra obra más misteriosa que las Variaciones sobre un tema original, op. 36 “Variaciones Enigma”, una serie de catorce variaciones musicales sobre un tema desconocido y secreto que el compositor nunca desveló y el cual, según él mismo, nunca aparece en la obra. Elgar dedicó la obra a “mis amigos retratados en ella”; cada variación muestra un emotivo retrato de algunas de sus relaciones sociales más cercanas, las siglas que encabezan cada variación muestran el nombre, el mote o asociación con cada uno de estos personajes con un total de 14.
Sabemos que Elgar se identificaba personalmente con el tema de la obra, y lo usaba de firma. Además, el ritmo que presenta el tema corresponde a la prosodia de su nombre y apellido: Ed-ward El-gar. Además que al compositor siempre le gustaron los enigmas y misterios, como por ejemplo el tampoco resuelto Código Dorabella, escrito para Dora Penny, quien también aparece en las variaciones enigma, en la variación X.
Todos estos elementos acaban por configurar la propia estructura de la obra, que tiene un carácter espontáneo, y retórico en muchos de los movimientos aunque con una orquestación muy clara y sólida sobre la que se sustenta la estructura, cada variación recibe un carácter diferente y siempre bajo la visión personal del propio compositor.
Más allá, por tanto, de las curiosidades internas y las posibles referencias, Elgar siempre pidió que la obra fuese escuchada como una ‘pieza musical’ aparte de cualquier consideración externa, y la verdad es que la obra bien lo merece, todos los elementos conjugados elaboran un tejido musical perfecto e impactante, lleno de contrastes y con una elaborada orquestación y distribución estructural.
Harth-Bedoya, el director invitado para la ocasión, destacó especialmente por su seguridad medida pero también por su espontaneidad en los movimientos y la adaptación al medio sonoro y la orquesta, nominado a los Grammy y ganador de un Emmy, Harth-Bedoya es actualmente director titular de la Orquesta de Radio Noruega en Oslo y director musical de la Orquesta Sinfónica de Fort Worth, una figura asentada en el mundo de la dirección pero con una clara proyección en ascenso, además también cabe destacar su figura como fundador y director de Caminos del Inka; organización dedicada a investigar, difundir y preservar el rico legado musical de América del Sur. Una figura a tener en cuenta en el panorama actual.