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Barcelona Es De Dudamel

Barcelona es de Dudamel

By ISRAEL DAVID MARTINEZ     JUN. 27, 2019 (Photo by A. Bofill)

El pasado 27 de junio Gustavo Dudamel, junto a la Müncher Philarmoniker, Orfeó Català, Cor de Cambra del Palau y las solistas Chen Reiss y Tamara Munford, cerraron el ciclo Palau 100 de esta temporada 18/19. Éste fue el primer concierto de una gira que llevará a los mismos protagonistas, y repertorio, a las ciudades de Madrid, Mallorca y Munich.

Con el habitual retraso que el director venezolano nos tiene acostumbrados –en esta ocasión fueron 12 minutos– empezó lo que para muchos fue el mejor concierto de la temporada. Una anécdota simpática que finalmente supuso una sorpresa agradable se originó en el aviso, por megafonía, previo a la interpretación: el concierto se retransmitiría en directo –vía streaming– y, la correspondiente grabación, se emitiría en Europa. Esta circunstancia tuvo una repercusión inmediata en la disminución de las toses entre el público. Se podría decir que el aviso supuso un efecto balsámico en cada una de las gargantas que, en ocasiones, se agrietan y desencajan en la mayoría de los conciertos en el templo modernista.

Ya centrados en la música hay que reconocer que cuando, en el Palau de la Música Catalana, el maestro Dudamel se pone al frente de cualquier orquesta –Mahler Chamber, Sinfónica Simón Bolívar, Munich…– el nivel general al que estamos acostumbrados, en Barcelona, sube considerablemente. Y es que hablamos de un director meticuloso y dotado que ama y hace amar la música y, lamentablemente, ese don no lo tienen todos. No obstante habría que subrayar que la interpretación no fue, musicalmente hablando, perfecta. Tanto las maderas como los metales tuvieron desajustes técnicos tanto en el “Allegro maestoso” como en el “Andante moderato”. A partir del tercer movimiento (“In ruhig fliessender Bewegung–Sehr gemächlich”) las diferentes familias se fusionaron correctamente y el sonido fue sólido en cada una de las tesituras orquestales. 

Uno de los momentos mágicos apareció en el último movimiento, “Im Tempo des Scherzo’s. Wild herausfahrend”. Para las secciones de los metales fuera de escena (véase en la partitura el número de ensayo 3, y entre los números 22 y 25) Dudamel decidió colocar a los instrumentistas en la Sala Lluís Millet y, por lo tanto, abrir las puertas de la Sala principal. Esta inteligente decisión aportó texturas y colores sorprendentes además de una sensación estereofónica de belleza fascinante.  

El nivel del Orfeó Català así como del Cor de Cambra del Palau fue extraordinario; el “pianísimo” de su entrada con “Auferstehn-(Resucitarás)” iluminó a la audiencia. Enhorabuena a su director Simon Halsey. Las solistas muy correctas en sus bellas intervenciones.

El único punto oscuro estuvo en la falta del necesario silencio al final de la interpretación. Tras el último acorde (mi bemol mayor) el respetable aplaudió a rabiar sin permitir que algunos, a través del silencio más absoluto, volvieran del éxtasis al mundo terrenal. El maestro, aunque no bajó la batuta, fue atropellado por los aplausos impidiendo cualquier tipo de exquisitez espiritual. No hay duda que algún día, en la Ciudad Condal, lo conseguiremos… y nadie mejor que Dudamel para guiarnos por la senda del gran arte, de cómo alcanzar lo sublime y cómo regresar sin perder la cabeza.

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