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Música Necesaria

Música necesaria

El festival Beethoven250 entra en el ojo del huracán en su tercera edición con una elección en el repertorio llena de sutiles conexiones. Desde L’angelo necessario para clarinete y orquesta, obra de Mauricio Sotelo influenciada por la Cuarta Sinfonía de Beethoven, obra que se tocó a continuación, concluyendo la velada el Concierto para violín, violoncello y piano del mismo Beethoven.

Mauricio Sotelo fue el compositor seleccionado en esta ocasión como invitado a este aniversario de Beethoven, autor de larga trayectoria, tanto en nuestro país como el extranjero, y con hondas raíces en el legado beethoveniano como el propio compositor reconoce. L’angelo necessario no solo pone su mirada en la música de Beethoven también en el componente afectivo que este despierta en Sotelo, tanto por la admiración profunda hacia este autor clave en la historia de la música, como por la estrecha relación que estableció con su música mientras Sotelo estudiaba en Viena. De esta relación nace también la simbiosis entre la pieza de Sotelo y la Cuarta Sinfonía de Beethoven, obra bien conocida por el compositor y de la que germinan tanto relaciones de forma como armónicas que el autor explora ampliamente en su visión de L’angelo necessario.

Otra influencia es la del filósofo, escritor y político italiano Massimo Cacciari autor, entre otros, del libro del que toma el título esta pieza. La obra se estrenó el 6 de enero de este año en el Théâtre de la Monnaie de Bruselas, institución que encargó la obra. Los presentes en l’Auditori fueron los primeros testigos de esta obra en España.

Todas estas imágenes afectivas y metafísicas acaban por configurar una obra compleja y densa, destacando los elaborados motivos rítmicos que plantea tanto con la orquesta como con el clarinete solista. A Joan Enirc Lluna, en el papel de clarinete solista, se le notó una clara complicidad con Kazushi Ono y la OBC por tal de cuadrar todos los infinitos detalles de la partitura, tanto las escalas ascendentes compartidas con los metales como los patrones rítmicos al ritmo de la caja. De todas maneras Lluna ya es un experto en el repertorio contemporáneo y no es la primera vez que interpreta o estrena obras de autores actuales, tanto en el papel de clarinete solista como de director.

La Cuarta Sinfonía de Beethoven se suele explicar muchas veces en relación a las sinfonías que la preceden o la que le sigue inmediatamente, quedando incluso enterrada en medio de dos gigantes como son la Tercera y la Quinta Sinfonías, es cierto también que guardas relaciones con la Segunda Sinfonía en su carácter festivo y quizá más despreocupado, sin embargo hay mucha música oculta tras de todas estas etiquetas y preconceptos. 

También se suele explicar la Cuarta Sinfonía relacionándola con una buena etapa de su vida como significó el verano de 1806 durante sus vacaciones en la casa de verano del príncipe Lichnowsky, donde conoció a el conde Franz von Oppersdorffal quien seria su mecenas tanto en la elaboración de la Cuarta Sinfonía como la Quinta Sinfonías, lo que quizás se olvida es que 1806 estuvo marcado en la primavera por el retiro de su ópera Leonore (la futura Fidelio) después de su evidente fracaso, y en el verano por su deteriorada relación con su hermano Caspar Carl que se casó en mayo y cuyo hijo Karl nació en septiembre, Lichnowsky persuadió a Beethoven a acompañarlo a Grätz para lograr algo de descanso y paz. 

Quizá este marco completo explique algunos de los detalles de la Cuarta Sinfonía, como el misterioso adagio con el que abre la obra y que da paso al tema del Allegro Vivace que conforma el primer movimiento.

Otro aspecto es el armónico: Mauricio Sotelo, antes del inicio del concierto, dio algunas pistas sobre el comportamiento de la obra, con la colaboración del concertino Vlad Stanculeasa nos mostró como una sola nota, intensificada por un simple crescendo y diminuendo, puede llegar a contener tanta información expresiva y musical. Es aquí donde Beethoven muestra su genio en esta partitura, en los pequeños detalles que conforman el desarrollo de la obra, un simple efecto sonoro que puede llevar a una reversión armónica y tonal que cambie el paradigma sonoro. Una obra completamente beethoveniana aun con las influencias que puedan haber en ella.

El Concierto para violín, violoncelo y piano, el Triple de Beethoven como se conoce popularmente, es una pieza singular dentro de la producción del compositor, es la única pieza con más de un solista y acompañamiento de orquesta.

Según Anton Schneider, el primer biógrafo de Beethoven, la partitura estuvo destinada a uno de los más reconocidos estudiantes de Beethoven: El archiduque Rodolfo de Austria, quien se convirtió en un pianista y compositor consumado bajo la tutela de Beethoven, el compositor le dedicó hasta un total de 14 obras entre ellas el Concierto para piano “Emperador” o la Misa solemnis. 

De todas maneras el solo archiduque Rodolfo estaba en su adolescencia en el momento de la composición de esta obra, y parece plausible que la estrategia de Beethoven para el Triple fuera crear una parte de piano llamativa pero relativamente fácil que estaría respaldada por dos más maduros y hábiles solistas. Sin embargo el primer registro escrito que se tiene de la interpretación de esta obra menciona a Beethoven mismo como el intérprete en la parte del piano.

Si es cierto que se establecen, a lo largo de la obra, muchas complicidades entre el violín y el violoncelo, casi llevando en ocasiones la tensión melódica ellos solos. De todas maneras la parte de piano no es prescindible ni se podría entender la obra si el instrumento desapareciera, hecho muy notable en el segundo movimiento, donde el violín y el violoncelo cantan sobre el piano solista en muchas ocasiones. 

Los solistas invitados para esta ocasión a l’Auditori fueron el violinista Guy Braunstein, la cellista Alisa Weilerstein, junto con el pianista Inon Barnatan. Unos invitados de lujo con largas trayectorias a sus espaldas tanto individuales como con formando parte de las mejores orquestas actuales.

auditori.cat

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