Saltear al contenido principal
Nabuconodosor, Rey De Babilonia

Nabuconodosor, Rey de Babilonia

JOSÉ MARÍA GÁLVEZ     JUL. 20, 2022 (Fotos: ©Javier del Real)

El 18 de julio pasado asisto a la undécima representación de la tercera de las óperas del compositor italiano Giuseppe Fortunino Francesco Verdi, conocido mundialmente por Giuseppe Verdi (1813-1901), compuesta cuando el autor contaba con 29 años. Se trata de “Nabucco”. La ópera coge su nombre del rey Nabucodonosor II, que durante el verano del año 587 a.C. asedió, sitió y conquistó Jerusalén, destituyendo al que había puesto como rey 10 años antes en un primer asedio de la, así llamada, ciudad santa. Mattanías, que cambió su nombre por Sedecías (o Sedequías), cuyo significado es “la justicia de Yavé”, fue el rey impuesto por el soberano babilónico tras el primer asedio en el año 597 a.C., el cual traicionó a Nabucodonosor II aliándose con los griegos, enemigos del pueblo babilónico, lo que bastó para que Jerusalén fuera nuevamente asediada y en esta ocasión conquistada y arrasada su templo, supuestamente construido por el rey Salomón, o mejor por orden del rey Salomón cuatro siglos antes. La traición le costó a Mattanías, la muerte de sus hijos y de toda la nobleza que le acompañaba, así como pasar el resto de sus días ciego y esclavo en Babilonia. Así acaba el reino de Judá.

(©Javier del Real)

LIBRETISTA SOLERA

Nada de esto, salvo el asalto a la ciudad de Jerusalén, se deja ver en la ópera, la cual se construye sobre un libreto de Temistocle Solera (1815-1878), el cual ya había escrito el libreto de la primera de las óperas del maestro de Busseto, “Oberto” tres años antes y escribiría en los 4 años siguientes las de “I Lombardi allá prima Crociata” (1843), “Giovanna d’Arco” (I1845) y “Attila” (1846). Este libretista, que también fue compositor, escribió libretos para los compositores españoles Emilio Arrieta (1821-1894) y Salvador Giner Vidal (1832-1911). Con el primero “Ildegonda”, que fue la primera ópera española estrenada en el Teatro Real de Madrid en su temporada cuarta el 26 de abril de 1854. Su segunda colaboración con Arrieta fue en “La conquista de Granada” y para Salvador Giner Vidal escribió el libreto de “L’indovina” que no se estrenaría hasta 140 años después, y en versión de concierto, por la Orquesta de Valencia y la Coral Catedralicia de Valencia, bajo la batuta de Cristóbal Soler en el año 2013.

La historia escrita por Temistocle Solera, lo es a la vez sobre la obra “Nabucodonosor” del año 1836, siendo coautores los dramaturgos franceses Auguste Anicet-Bourgeois (1806-1870) y Francis Cornu (1794-1848), y no trata el argumento histórico sino que a raíz del asedio se introducen personajes ajenos a la historia, quizás el más importante sea el anónimo pueblo, que tiene en esta ópera, a través del coro, un protagonismo único y singular, más allá de la trama sentimental entre las hijas de Nabucodonosor e Ismaele, aquí sobrino del depuesto Sedecías (o Mattanías), en la que Abigaille, al saber del amor entre Ismaele y Fenena, torna el suyo en odio y sed de venganza, sirviendo e incrementado la opresión que lleva a cabo Nabucodonosor sobre los hebreos.

(©Javier del Real)

EL MÁRMOL

La versión ofrecida estos días en el Coliseo madrileño es una coproducción entre el Teatro Real y la Opernhaus Zürich y cuenta con la escenografía a cargo de Wolfgang Gussmann y la dirección de escena de Andreas Homoki, responsables de la arriesgada puesta en escena alrededor de un inmenso bloque de mármol en el que se sugiere la N de Nabucodonosor, el cual se desplaza, gira, se hunde o permanece fijo según el carácter de la escena representando igual el muro que separa entre partes no siempre heterogéneas como al cielo que cae tras la arrogancia del rey babilónico de erigirse en el único dios.

Quien pretenda buscar un atisbo de figuratividad en la escenografía saldrá decepcionado e incluso hastiado ante un escenario conceptual que exige un alto compromiso con el mismo al público asistente. Otra cosa es el vestuario y la transformación de determinadas escenas que se escenifican de forma abiertamente dispar a lo indicado en el libreto, como la personificación del ídolo en el gran sacerdote de la escena cuarta del acto cuarto donde aparece reteniendo a Fenena y amanzándola con el degüello, cuchillo en cuello, cuando Nabucodonosor aparece y lo fulmina de un disparo (sí, un disparo) en la cabeza, justo antes de que el hasta ahora impío monarca cante “Sorga al tuo Nume tempio novello… Ei solo è grande, è forte Ei sol!” (Surja en tu Nombre un templo nuevo. ¡Él solo es grande, solo es fuerte Él!), lo que convierte a la escena, y a todo el final de la ópera en una apología del integrismo. La alabanza de un único dios, siempre el propio, que justifica la exterminación de los que no comulgan con él. Es evidente que con la escenografía no figurativa era difícil la representación de un ídolo de culto cayendo pero no parece la mejor solución la que le sustituye.

En cuanto al vestuario se consigue todo lo contrario que con el bloque de mármol: distraer del desarrollo puramente conceptual, e incluso a veces del musical, ya que no se sabe si estamos ante una escena callejera de estibadores portuarios o una convención de sombreros de copa en un casino, pues a fin de cuentas el destino del pueblo hebreo es una ruleta.

Hay que destacar la idea del paralelismo entre las dos hermanas niñas y las dos hermanas adultas, con la aparición de las dos primeras, cual fantasmas de la memoria, a lo largo de la escena.

(©Javier del Real)

APLAUSOS CONTINUOS

El elenco vocal de este reparto se mostró seguro y contundente desde el primer momento. Una partitura que está llena de momentos vocales arriesgados y excesos notables fue interpretada con notable solvencia, llegando a delirios colectivos en el caso de Anna Pirozzi, soprano italiana que da vida a Abigaille, o en el de Nabucco en la voz del barítono, también italiano, Luca Salsi. Ambos dieron sobradas muestras de un dominio de su instrumento más que satisfactorio, haciendo que determinados riesgos de la escritura vocal sonaran normales como consecuencia del desarrollo dramático de la trama y alternando un volumen de voz redonda y llena con dulces y firmes filados en pianísimo, destacando un bello vibrato equilibrado de la soprano italiana. De la misma manera, tanto Anna Pirozzi como Luca Salsi, fueron convincentes en su puesta en escena, transmitiendo un buen trabajo actoral. Ambos fueron copiosamente aplaudidos tras la ejecución de casi todas sus arias. Como Ismaele, sobrino de Mattanías, estuvo el tenor, nacido en New Jersey, Michael Fabiano que hizo un buen trabajo en un papel que no tiene grandes lucimientos, pero que cuando puede lo deja patente con una voz potente y colorista. Zaccaria, un personaje que Verdi y Solera convierten en eje central junto a Nabucco, está a cargo del bajo ruso Dmitry Belosselskiy, quien dibujó un personaje lleno de matices en una voz tan difícil como la de bajo, llegando a dar color y solidez a registros ultragraves lindantes con lo extremo. Silvia Tro Santafé, soprano valenciana de la que ya he hablado en otras ocasiones, no hace más que reafirmarme en mi impresión sobre ella. De cálida voz sabe trasladar la dulzura y el drama de Fenena sin histrionismo. El bajo surcoreano Simon Lim, como gran sacerdote, estuvo correcto en lo vocal y de notoria presencia en lo actoral.

(©Javier del Real)

CORO Y ORQUESTA

El Coro es la voz que vertebra la obra. El siempre acertado Coro Titular del Teatro Real, bajo la dirección de Andrés Maspero, vuelve a ofrecer una interpretación emocionante y firme de principio a fin, sin descanso ni desfallecimiento. Lleno de matices y colores que se dibujaban en el aire como si se trataran de los hilos de un tapiz. El delirio colectivo del público asistente llegó tras la interpretación del famoso “Va’, pensiero” cuando tras más de 5 minutos de aplausos y vueltos a tumbarse en el suelo para ofrecer la pieza como bis, se escuchan a dos espontáneos gritar “¡Viva el coro!”, lo que recibe una alegre acogida por parte de algunos miembros del coro, y acto seguido “¡Viva la orquesta!” recibiendo el aplauso de todo el público, coro y orquesta. Tras ello Nicola Luisotti acomete el bis de “Va’ pensiero”, que me sonó mejor que la primera interpretación, ya magistral de por sí.

La Orquesta Titular del Teatro Real sonó de forma intachable bajo la firme, indubitada y clara batuta de Nicola Luisotti. Desde las sutiles arpas del comienzo hasta los potentes timbales de los momentos más dramáticos. El empaste de los metales, difícil de conseguir, lo fue de forma natural, con sonoridades tan singulares como el del raro cimbasso, a cargo de Ismael Cantos.

(©Javier del Real)

RECONOCIMIENTO

Esta noche, como todas las que acogen la presente representación, ha sido de un reconocimiento pleno y festivo de la labor del Coro y Orquesta del Teatro Real, pero también de un nivel de exigencia en los solistas que están ofreciendo lo mejor de sus registros con líneas melódicas no siempre agradecidas. Voces y orquesta, con esta música del maestro bussetano, que prolongaron durante 10 minutos los bravos y aplausos del público asistente, el cual no se privó de comentar lo que creyó oportuno durante la ejecución con sus acompañantes.

teatroreal.es

Volver arriba