Anna Karènina lucha por su emoción
(Foto: © Geraldine Leloutre)
FRANCISCO MARTÍNEZ LÓPEZ DIC. 26, 2024
Anna Karènina, el clásico de Lev Tolstói, ha llegado al Teatre Nacional de Catalunya con una propuesta que busca desafiar tanto al público como al propio texto. Bajo la dirección de Carme Portaceli, la obra se sumerge en una adaptación contemporánea que pone el foco en las tensiones emocionales y sociales que definen a sus personajes. Ariadna Gil ofrece una interpretación conmovedora y profunda de Anna Karènina, capturando la complejidad de una mujer atrapada entre el amor, el deber y la ruptura con las convenciones.
Eduard Farelo también brilla como Stiva, aportando una energía que contrasta con la melancolía de Anna y su búsqueda de redención. Sin embargo, aunque las actuaciones son destacadas, la producción sufre por una escenografía excesivamente minimalista que, para el que escribe, no logra capturar la intensidad emocional que la narrativa exige.
El montaje busca modernizar el relato, pero a veces falla en transmitir la opulencia y la pasión que caracteriza a la novela. La duración extensa de la obra, casi tres horas sin suficiente espacio para descansar y refrescar el gaznate de manera correcta, contribuye a una experiencia que puede sentirse agotadora para el espectador. Pese a estas limitaciones, el compromiso actoral y la dirección consiguen momentos memorables, como el reencuentro entre Anna y su hijo, que Ariadna Gil interpreta con un realismo desgarrador.
En definitiva, aunque esta versión de Anna Karènina ofrece una visión fresca y muy feminista, el resultado final puede parecer desangelado para quienes buscan una puesta en escena que evoque el peso emocional del clásico ruso.