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El 2024 En Fragmentos

El 2024 en fragmentos

(Imagen: Wikipedia, ©Fernando Frazão/Agência Brasil)

ISRAEL DAVID MARTÍNEZ     DIC. 30, 2024

En una noche de agosto, bajo las luces brillantes del estadio de gimnasia en los Juegos Olímpicos de París, Simone Biles subió a la barra de equilibrio. Los murmullos del público se desvanecieron en un silencio reverente mientras la atleta más condecorada de la historia moderna se preparaba para lo que muchos llamaron su “gran regreso”. Tras unos segundos de pausa, Biles comenzó su rutina. Sus movimientos eran precisos, casi sobrenaturales, como si la gravedad no tuviera jurisdicción sobre ella. Al aterrizar con perfección, una ola de ovaciones inundó el estadio. Pero más allá de las medallas, su actuación encapsulaba algo más profundo, la capacidad de reconstruirse tras las fracturas.

El 2024, como Biles en la barra, fue un año que osciló entre el equilibrio y el caos. Marcado por contrastes, dejó huellas de crisis y destellos de esperanza que definieron el paisaje humano y global. Mientras Biles brillaba en París, el planeta sucumbía a temperaturas récord. Los incendios forestales consumieron millones de hectáreas, las tormentas tropicales se intensificaron y ciudades enteras se vieron anegadas por lluvias históricas. En medio de esta devastación, los negacionistas climáticos ganaron tracción, cuestionando lo incuestionable con un fervor que parecía sacado de otra época.

Y sin embargo, no todo fueron cenizas. En Colombia y Sierra Leona, leyes que prohibieron el matrimonio infantil protegieron a miles de niñas de un futuro truncado. En Tailandia y Grecia, la igualdad avanzó con la legalización del matrimonio homosexual, mientras que en Japón, un tribunal declaró inconstitucional la prohibición del matrimonio entre personas del mismo sexo, marcando un hito en una sociedad tradicionalmente conservadora. Estos triunfos parecían pequeños gestos contra un panorama de incertidumbre, pero para quienes vivieron sus impactos, significaron universos enteros.

El año también tuvo su cuota de extravagancia cultural. Taylor Swift y Adele llenaron estadios mientras multitudes coreaban sus himnos de amor y resiliencia. Jennifer Lopez y Ben Affleck protagonizaron una ruptura que acaparó titulares, demostrando que incluso las historias de amor más glamurosas tienen sus días contados. Mientras tanto, el diagnóstico de cáncer del rey Carlos y de Kate Middleton sacudió a la familia real británica, recordándonos que, al final, nadie está exento de la fragilidad de la vida.

El cine también vivió un 2024 de extremos. Si bien el primer semestre resultó tibio para la industria española, el segundo trajo joyas como “La infiltrada” y “El 47”, dos producciones que desafiaron las expectativas y conquistaron tanto al público como a la crítica. Estas películas no solo rescataron la taquilla, sino que también sirvieron como un recordatorio del poder del arte para reflejar y resistir.

Pero no todo fueron aplausos y focos. En el Mediterráneo Central, las tragedias continuaron acumulándose. Más de 1,700 personas murieron intentando cruzar estas aguas traicioneras en busca de una vida mejor. Una imagen que conmovió al mundo fue la de un rescatista sosteniendo a un bebé en brazos, su futuro colgando de un hilo tan delgado como la esperanza que lo llevó hasta allí. Fue una instantánea brutalmente honesta de la fragilidad humana y del sistema que perpetúa su sufrimiento.

A medida que el año llegaba a su fin, la imagen de Simone Biles sobre la barra de equilibrio seguía resonando. No solo como un testimonio de excelencia atlética, sino como una metáfora de lo que el 2024 representó: un año lleno de fragmentos dispares, un mosaico de historias rotas y restauradas. Desde los incendios forestales hasta las bodas igualitarias, desde las tragedias migratorias hasta los himnos de estadios llenos, cada momento contribuyó a un retrato caleidoscópico de la condición humana.

Y al igual que Biles, que aterrizó su rutina con una fuerza y elegancia que desafiaron la incertidumbre del aire, nosotros también avanzamos, tambaleantes pero decididos, sobre la cuerda floja del tiempo.

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