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Castellucci Reinventa A Mozart En Un ‘Requiem’ Inolvidable

Castellucci reinventa a Mozart en un ‘Requiem’ inolvidable

(©David Ruano/ Gran Teatre del Liceu)

ISRAEL DAVID MARTÍNEZ     FEB. 20, 2025

En el Gran Teatre del Liceu, la noche del 18 de febrero, el público asistió a un acontecimiento que difícilmente olvidará. La escena, bañada en una luz espectral, parecía más un espacio sagrado que un escenario de ópera. Un niño con un cráneo como pelota de fútbol. Una joven cubierta de blanco como una estatua renacida. Coristas descalzos, desnudos en alma y cuerpo, entregados a una ceremonia visual que desafiaba cualquier convención. Aquello no era simplemente el ‘Requiem’ de Mozart; era la visión de Romeo Castellucci, y era un terremoto.

Castellucci, un artista que ha marcado profundamente el teatro y la ópera contemporánea, hacía su debut en el Liceu con esta producción que ya había estremecido al público en el Festival de Aix-en-Provence. Su regreso a los escenarios españoles, tras su aclamada ‘Salomé’ en el Festival de Salzburg, generaba una expectación inusual. Y cumplió. Mejor aún, superó toda expectativa.

(©David Ruano/ Gran Teatre del Liceu)

Desde el inicio, la producción anunciaba su carácter ritual: un desfile de imágenes que evocaban la memoria y la desaparición, la historia de lo que ha sido y lo que se ha perdido. En la visión de Castellucci, la música de Mozart no es solo un réquiem litúrgico, sino un acto de resistencia contra el olvido. Cada escena, cada gesto, parecía un grito silencioso ante la certeza de la muerte.

El Coro del Liceu, dirigido por Pablo Assante, se convirtió en el auténtico corazón del espectáculo. Durante 90 minutos, sus miembros fueron más que intérpretes, fueron peregrinos de una liturgia que exigía entrega absoluta. Cantaron, se movieron en una coreografía rigurosa y simbólica, saltaron, cayeron, renacieron. Su esfuerzo, titánico, fue recompensado con una ovación cerrada.

(©David Ruano/ Gran Teatre del Liceu)

En el foso, Giovanni Antonini dirigió la Orquestra Simfònica del Liceu con una maestría que subrayó cada matiz del último Mozart. Su interpretación, ágil y transparente, sostuvo el delicado equilibrio entre el drama y la piedad. Los solistas –Anna Prohaska, Marina Viotti, Levy Sekgapane y Nicola Ulivieri– se sumaron con intensidad a esta visión, aportando lirismo sin caer en la grandilocuencia.

Romeo Castellucci no deja a nadie indiferente. En Salzburg, su ‘Salomé’ transformó la danza de los siete velos en una imagen estática, congelada en el tiempo, mientras la protagonista –la inolvidable Asmik Grigorian– se desvanecía ante el público. En su ‘Castillo de Barba Azul’, la escenografía consistía en una orgía de sugerencias peligrosas. Su teatro es un lugar de preguntas, no de respuestas. Su visión es única, superior, apabullante. Y este ‘Requiem’ es, probablemente, su trabajo más conmovedor hasta la fecha.

(©David Ruano/ Gran Teatre del Liceu)

Víctor García de Gomar, director artístico del Liceu, ha apostado fuerte al traer a Castellucci a Barcelona. Es una decisión que merece aplauso y, por qué no decirlo, repetición. El Liceu y su público necesitan más propuestas como esta, que sacudan, que desafíen, que nos obliguen a mirar más allá.

(©David Ruano/ Gran Teatre del Liceu)

Si pueden conseguir una entrada para las próximas funciones, no lo duden. No se trata solo de asistir a una representación. Es asistir a un rito, a una experiencia que, como toda gran obra de arte, transforma a quien la presencia.

Más información:

https://www.liceubarcelona.cat/

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