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Christie Y Charpentier. Años De Amistad

Christie y Charpentier. Años de amistad

JOSÉ MARÍA GÁLVEZ JUN. 17, 2024 (Fotos: ©Javier del Real)

El hecho de tener un hermano mayor reconocido en el mundo de las letras, con éxitos entre sus obras que eclipsan a lo de su alrededor, el hecho de querer destacar en ese mundo es posiblemente la causa de un libreto sobre la obra de Eurípides, “Medea”, representada en el 431 a.C., que no basa sus cimientos en la sed de venganza de la protagonista que da nombre a la tragedia, sino en la parte humana que quiere comprender y hasta perdonar las acciones de su amado, hasta que Eurípides reaparece y la venganza se torna inevitable, a la que el autor del libreto le da el carácter de hecho consumado sin recrearse en los aspectos más ásperos de la historia. Thomas Corneille (1625-1709) es este libretista, hermano de Pierre Corneille (1606-1684) al que sucedió a su muerte en la Academia Francesa. Thomas Corneille nos presenta una Medea humanizada, no solo como una mujer temible por el uso de la magia y por el pasado de traición a su propia familia, ya que eso fue solo por amor al que desde el inicio de la obra es su marido: Jasón. Pero como humana que es, también nace en su interior el resentimiento y la venganza, lo que acaba imponiéndose y resolviendo sumida en el caos, la destrucción y la muerte la infidelidad de Jasón. Thomas Corneille lo tuvo difícil para escribir una Medea después de la que escribiera su hermano en 1635, lo que considero que fue el acicate para llegar al resultado del presente libreto.

Thomas Corneille escribe el libreto sobre Medea para Marc-Antoine Charpentier (1643-1704), que tuvo la desgracia de coincidir en tiempo y espacio con Jean-Baptiste Lully (1632-1684), que a pesar de ser original de Florencia se considera el más grande de los compositores franceses del barroco. Charpentier estrena “Médée, H.491” en la Ópera de París el 4 de diciembre de 1693, siendo bien acogida entre público y crítica, pero inesperadamente tuvo una vida muy corta sobre los escenarios hasta que en nuestro pasado siglo XX se le recuperó.

Aparte del lenguaje musical, el carácter humano, casi sumiso durante los cuatro primeros actos, la diferencia de la de Luigi Cherubini (1760-1842) que abría esta temporada del Teatro Real, incluso en el último acto, donde en este caso la protagonista no se eleva sobre los demás en el carro de Helios huyendo del mar de lágrimas y fuego que deja, sino que permanece en esta tierra que la hace humana. Sufrirá, por tanto, en el futuro que no se escribe las consecuencias de sus acciones.

Cherubini escribe su tragédie mise en musique en un prólogo y cinco actos, de más de tres horas de duración.

Versión de concierto

La responsable de mostrar convincentemente este entramado en escena es Marie Lambert-Le Bihan en lo que se ha denominado versión de concierto semiescenificada, por la que hay que felicitarla muy sinceramente, ya que realiza un trabajo consistente en una verdadera puesta en escena más profunda y sincera que algunas de las que en pasados no muy lejanos han subido a estas tablas. Las limitaciones en manos de profesionales como Marie Lambert-Le Bihan han supuesto un incentivo creativo, al que contribuye de forma muy decisiva Fiammetta Baldiserri a cargo de la iluminación en escena.

“Médée” contiene una carga emocional de profundidad y requiere de intérpretes capaces de transmitirla en lo escénico y en lo vocal, y en el elenco de estas representaciones en el coliseo madrileño los hemos tenido en ambos campos, a pesar de tildarse de semiescenificada la versión.

Reparto único

Véronique Gens, esta soprano francesa a la que llevábamos casi dos décadas sin escuchar en el Teatro Real es digna destinataria del papel de Medea. De esta Medea. Humana que transita desde lo lírico con fraseos claros hasta lo dramático y oscuro donde sus graves son un valor seguro, incansable en su casi permanente presencia en escena. Desearía no tener que esperar otras dos décadas para volver a ver y escuchar a esta soprano. Jasón está en manos y boca del tenor belga Reinoud van Mechelen, de grandísima calidad vocal, cálido, firme pero sin dureza y conocedor del barroco, nominándose como pareja perfecta de Véronique Gens. En la línea de la calidad existente se encuentran la princesa Créuse y el rey Créon. La primera como causa de la infidelidad fatal que, a diferencia de la de Cherubini, aquí se antoja hasta ingenua en la pluma de Thomas Corneille, la música de Charpendier y la voz de la soprano, con amplia experiencia barroca, Ana Vieira Leite, excelsa, voz limpia, grácil pero no ligera, segura como también lo es en lo escénico. Y el rey, que lo es de todos sus súbditos con carácter paternalista, también es pata Jasón un posible suegro que tras su muerte le dejará heredero de todo un reino. Belleza y poder, no ha cambiado tanto la cosa. El bajo frances Cyril Constanzo es el encargado de dar vida a Créon en esta semiescenificación tan de escena. Completa un plantel de calidad envidiable, pocas veces todos los protagonistas de un reparto están tan al nivel de lo esperado. De voz potente, clara, sin flaqueos, pero atento a matices y caracteres, hace un Créon que conecta fácil y que al igual que su hija la princesa Créuse, llega a parecer inocente de las decisiones que toma. La plantilla es amplia y aparecen personajes en ocasiones más que una sola vez, todos ellos dentro de la calidad general ya comentada, sin que se pueda señalar voces que hicieran desmerecer la representación, pero me gustaría mencionar el Oronte del bajo barítono Marc Mauillon, sin palabras: saber estar y saber decir, la Nérine de la soprano francesa Emmanuelle de Negri, la Italiana en la bella voz y canto italiano de la soprano italiana Mariasole Mainini o el Amor, con mayúsculas, siempre tan sereno y dulce como vilipendiado, en la acertada soprano española Lucía Martín-Cartón. Como digo el resto del reparto merece igual reconocimiento incluyendo los integrantes del reducido coro.

Años de amistad

Uno de los culpables de recuperar esta ópera del olvido multisecular es William Christie que desde la década de los ochenta del pasado S. XX lleva ya cuarenta años de amistad con Charpentier y su “Médée, H. 491”. Dos veces llevada al disco por nuestro director acompañado de su inseparable Les Arts Florissants, nombre que coincide con la música escénica de Marc-Antoine Charpentier “Les Arts florissants, H.487” de 1686, señal inequívoca de la garantía que a lo largo de los años, en general, y en estas representaciones en el Teatro Real, en concreto, ofrece este conjunto en manos de Christie con el repertorio de Charpentier del que ha realizado numerosas grabaciones, con las que podemos acceder a otras obras escénicas de escasa representación como “Le malade imaginaire, H.495” de 1673 con libreto de Molière (1622-1673).

El maestro norteamericano nacionalizado francés conduce con mano segura una partitura que, como se ve, conoce bien, pero de la que sin duda en cada ocasión aporta nuevos conocimientos. Grato el trato de las disonancias, natural la interpretación de pasajes líricos y claras dinámicas y contrastes en el desarrollo del drama que redondean una noche en la que se puso en escena, aunque figure como semiescenificada, una gran versión de una obra maestra que ha dormido demasiado el sueño de los justos.

Más información:

https://www.teatroreal.es/es

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