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Di Quella Pira. Pira Eterna

Di quella pira. Pira eterna

By JOSÉ MARÍA GÁLVEZ     JUL. 4, 2019 (Photos by Javier del Real)

Llega el Real a su recta final con el Verdi de repertorio. El compositor de Busseto a lo largo de sus 87 años compone 28 óperas, de las cuales “Il trovador” hace la nº 18 y se estrena el 19 de enero de 1853 en el Teatro Apollo de Roma, con un libreto muy desigual de Salvadore Cammarano (1801-1852) que tras su muerte ha de concluir Leone Emanuele Bardare (1820-1874) sobre el libro homónimo de Antonio García Gutiérrez (1813-1884) estrenado en el Teatro Príncipe el 1 de marzo 1836, con un rotundo éxito. Éxito como el que provoca la obra verdiana cada vez que se representa, a pesar de no ser una obra fácil para las voces si lo es, y muy agradecida, para el oído. “Il trovatore” se encuentra enmarcada por “Rigoletto” y “La Traviata”, lo cual la convierte en el centro de gravedad de las terna de óperas que inmortalizaron a Giusseppe Verdi en el centro de su carrera.

Amores, celos y venganza. La sed de venganza de antiguas afrentas planea sobre la escena y la sorda actitud de los personajes les hace ciegos ante los verdaderos hechos. ¿Cuántas veces no ocurre esto en el día a día?, ¿cuántas veces por no hablar preferimos no avanzar si eso supone que avance el otro? En todos los órdenes de la vida se puede decir que tenemos un mal libreto escrito, solo depende de nosotros acompañarlo de la música que nos haga olvidar los aspectos dañinos de la existencia, porque si no me temo que, como le ocurre al conde de Luna, el ser humano puede acabar matando a su hermano.

NEGRÍN. LA ESCENA ACERTADA

La dirección de escena está a cargo de Francisco Negrín con un buen resultado en la dirección de los cantantes como actores y una austera pero inteligente escena basada en aspectos minimales y en símbolos que se usan a modo de leit motiv, siendo la pira el eje sobre el que se vertebra gran parte de la escena. Di quella piranos dice Negrín desde el principio escenificado ajeno a las clásicas oberturas, hasta el trágico final que cierra la ópera. Muy acertado por su parte la dualidad niño-adulto y el fantasma del verdadero hijo de Azucena. La mayor complejidad de una ópera como “Il trovatore” es precisamente su puesta en escena, no puede decirse que tenga un libreto consistente que ayude a la misma, por lo que han sido múltiples las representaciones que van de lo insulso a lo chirriante. En esta producción del Teatro Real junto a la Opéra de Monte-Carlo y a la Royal Danish Opera de Copenhague, la mencionada dirección de escena junto al trabajo del escenógrafo Louis Désiré y el iluminador Bruno Poet, hacen que un aparentemente monótono escenario que consiste en un plano inclinado en gris, acompañado de unos nichos resista cuatro actos y se potencie con el trascurso del drama. En definitiva un buen trabajo de Francisco Negrín que en algunos momentos recordaba al Wieland Wagner más novedoso de Bayreuth.

EL SEGUNDO REPARTO

De tres repartos dispone el Teatro Real para estas representaciones. El que aquí comentamos es el segundo de ellos, protagonizado por un cuarteto vocal de buena voz y sobre todo muy aplaudido por el público que asistió el pasado 4 de julio a la representación. La pareja protagonista femenina formada por la soprano rusa Hibla Gerzmava y la contralto canadiense Marie-Nicole Lemieux en los papeles de Leonora y Azucena respectivamente nos ofrecen versiones fieles, con voces bien moldeadas, belcantistas en muchos de los pasajes de Leonora, lo cuales interpreta con acierto y belleza y graves, cavernarios y con convencimiento el desarrollo que la contralto canadiense ha dado de su papel. El conde Luna, interpretado por el barítono polaco Artur Rucinski, mantiene el papel de malo que le toca con decisión y conocimiento de los distintos registros que de forma creíble le hacen pasar del canto enamorado y casi ingenuo al duro y despiadado conde que mata a su hermano. Y a destacar la interpretación del tenor italiano Piero Pretti, que junto a la de la soprano Hibla Gerzmava tejen una interesante pareja de enamorados protagonistas, en las que arias como Di quella pirao el Misererehacen las delicias del público. Entre los personajes de segunda fila encontramos a Ferrando, interpretado por el bajo Roberto Tagliavini, que a pesar de tener una potente voz hay momentos de flaqueza en los que aquella se debilita y se pierde bajo la orquesta. Algo parecido le ocurre a la soprano Cassandre Berthon, la cual hace una bella y muy acorde Inés pero que acaba sus pariciones de forma histriónica, lo cual puede que no sea del todo malo si tenemos en cuenta el amor desmedido por Leonora.

ORQUESTA Y CORO TITULAR

La Orquesta Titular del Teatro Real está dirigida por Maurizio Benini, el cual realiza una lectura desde la contención, sin excesos y sin excesiva brillantez, pero dentro de lo correcto. Hay pasajes en los que el viento destaca por su redondez y empaste y pasajes en los que el viento metal y la percusión parecen querer ofrecernos una lectura brillante y decidida. No podemos olvidar el quinto personaje protagonista: el coro. El Coro Titular del Teatro Real da una lección de profesionalidad, en todos los sentidos, con cada nueva interpretación

Con cerradas ovaciones y vítores y bravos al cuarteto protagonista se cierra la temporada del Coliseo madrileño. Cierre de triple muerte: envenenamiento, homicidio y suicidio. Tanto crimen que la música de Giuseppe Verdi (1813-1901) hace soportable, hasta tal punto que algunos de los presentes creía poder comentar como si estuvieran en el salón de su casa. Esperemos que para la próxima temporada la pira eterna haya purificado tanto desdén que tenemos en la ardua tarea que es la convivencia.

teatroreal.es

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