Dos joyas clásicas
(Foto: ©press-music.com)
ISRAEL DAVID MARTÍNEZ DIC. 26, 2024
Era una tarde nórdica en Barcelona cuando una gran amiga -Susana-, una lectora casual con inclinación por las ofertas de última hora, se topó con algo que transformaría sus horas de lectura. En la sala de reuniones de Press-Music, entre estanterías que olían a madera, incienso de lavanda y café, se erguía un expositor que destellaba elegancia: dos novelas clásicas, Cumbres Borrascosas y Orgullo y Prejuicio, revestidas en tapas duras y decoradas con las ilustraciones de Marjolein Bastin para la colección Jardín Secreto de Editorial Alma. Nuestra amiga nunca había visto algo igual. Libros que no solo se leían, sino que parecían pedir ser tocados, admirados, incluso adorados.
Susana deslizó la mano por la cubierta, sintiendo una textura que invitaba al descubrimiento. Dentro, las páginas eran un banquete para los sentidos; colores que parecían susurrar, “Adéntrate”, y detalles encartados—mapas, cartas y dibujos—que señalaban no solo caminos literarios, sino también los de la imaginación.
Marjolein Bastin, la ilustradora holandesa conocida por sus botánicas meticulosas, había creado algo que trascendía el libro como objeto. Sus acuarelas no eran meras decoraciones; eran puentes. Una rama de roble acompañaba los silencios densos entre Catherine y Heathcliff; un jazmín caía grácilmente en cada interacción entre Elizabeth Bennet y Mr. Darcy. Susana, como si hubiera sido transportada al corazón de Yorkshire o a las colinas de Derbyshire, sintió que las historias no solo se leían, la reclamaban.
(Foto: ©press-music.com)
Esta edición especial también reveló algo sorprendente. Los clásicos, tan a menudo percibidos como reliquias distantes, podían revivir con una fuerza inusitada. Emily Brontë, quien escribió Cumbres Borrascosas con una intensidad que parece haber surgido de la misma tormenta que describe, se convirtió en algo más que un nombre en un lomo. Su retrato gótico de amor y venganza resonó en Susana como un eco familiar, como si ella misma hubiera caminado por aquellos eriales. Por su parte, Jane Austen, con su mirada incisiva sobre la sociedad, logró que Susana riera con las pullas de Elizabeth y sintiera un estruendo silencioso ante la evolución de Darcy.
En una conversación posterior, nuestra amiga admitió que había comprado ambos libros con la intención de regalarlos. “Pero me atraparon”, confesó, casi avergonzada. “Esos mapas, las recetas, las ilustraciones… es como si el libro supiera que me faltaba algo”. Y en efecto, algo había cambiado. Susana no solo había redescubierto las historias; había recuperado el acto de leer como experiencia, como arte, como un jardín secreto.
Aquí radica la magia de estas ediciones de lujo. No son simples reimpresiones, sino pasajes a un mundo que se despliega en múltiples dimensiones. Para Susana, aquella tarde en Press-Music marcó el inicio de un ritual nuevo; abrir una página y dejarse llevar, no solo por las palabras, sino por todo lo que las rodea. Porque, a fin de cuentas, los grandes clásicos siempre encuentran nuevas formas de susurrar historias que nunca envejecen.