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Dos Odas A La Alegría

Dos odas a la alegría

IGNASI BOSCH     NOV. 21, 2019

La Orquesta de la Ópera de Praga visitó este lunes L’Auditori, a la espera de que se acaben las obras de reconstrucción de su casa: la State Opera de Praga. Bajo la dirección del enérgico Karl-Heinz Steffens, que acaba de ser nombrado director titular de la orquesta, y de la mano del Orfeón Donostiarra, pudimos escuchar, una vez más, el genio de Ludwig van Beethoven.

La noche empezó con el Concierto para clarinete, en La mayor, compuesto por Mozart en el año de su muerte. Karl-Heinz Steffens dio la entrada con el clarinete debajo del brazo, listo para embarcarse en un diálogo que tendría a las cuerdas y una pequeña representación de vientos a un lado y al solista y director al otro, dándose paso entre ellos con una naturalidad excepcional.

La gestualidad de Steffens acompañó a la música en cada uno de los tres movimientos, y se mostró cómodo interactuando con la orquesta, a la vez que dio una muy clara muestra de por qué esta obra debe estar en el repertorio de todo clarinetista. Es una oportunidad perfecta para demostrar virtuosismo en toda la tesitura del instrumento. En toda la obra, pero con un acento especial en el tercer movimiento, se respiró una pequeña oda a la alegría de lo que estaba por llegar.

Terminado el regalo de bienvenida, fue la hora del plato fuerte de la noche, la sinfonía a la que todos los adjetivos le han quedado pequeños. Y no dejó dudas de por qué.

Aunque el inicio no brilló, la orquesta fue calentándose y, a lo largo del Allegro ma non troppo inicial, cogió confianza frente al silencio de un engalanado Orfeón Donostiarra. La Novenano deja de ser como un buen libro: cada vez que lo lees, descubres algo nuevo. Beethoven sorprende aunque te sepas la sinfonía de memoria. La percusión se abre paso en la fuga del segundo movimiento, con la fuerza de los timbales y la ligereza del Molto vivace.

La orquesta suena como un único, enorme y majestuoso instrumento que da paso a la paz del tercer movimiento. El Adagio molto cantabile es un lentísimo y muy progresivo crescendo que avanza en meandros y vuelve a bajar suavemente para transmitir la calma de antes de la tormenta. Y empezó el final. El Finale.

Karl-Heinz Steffens y la Orquesta de la Ópera de Praga, pusieron los pelos de punta a todo el público, respaldados por cuatro solistas que hablaban de tú a tú, a viva voz, tanto a la orquesta, como al coro que tenían detrás. Porque así es la Novena: aunque ya sepas que lo hará, Beethoven consigue ponerte la carne de gallina cada vez que escuchas su oda, su canto a la alegría.

El público arrancó con un estruendoso aplauso antes de que el último de los instrumentos dejara de sonar. La ovación aguantó varios minutos y se mezcló entre los comentarios de admiración del público de L’Auditori por la segunda oda a la alegría de la noche.

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