El Real levanta el telón. Gounod versus Goethe
(Photos by Javier del Real)
By JOSÉ MARÍA GÁLVEZ SEP. 22, 2018
Vuelve Faust al Teatro Real. Vuelve en coproducción con De Nationale Opera & Ballet de Amsterdam. Ópera con música de Charles Gounod (1818-1893) y libreto escrito conjuntamente entre Jules Barbier (1825-1901) y Michel Carré (1822-1872) sobre la obra homónima de Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832) y como con las películas, aquí también es mejor el libro. No obstante Faust goza de un favor especial por el público y los teatros y esto es así por una música fácil pero efectiva, directa y alusiva. Los corales llaman al recogimiento y la oración y las canciones tabernarias con las que esa parte oscura que nos acompaña, ese Mefistófeles que promete la consecución de lo que se desea, convence a su parroquia. Pero también porque pone de manifiesto la lucha interna entre lo correcto y lo incorrecto, entre el bien y el mal, entre la moral y la falta de escrúpulos, cómo la mujer virtuosa y temerosa de Dios es capaz de asesinar a su hijo. Esta dicotomía se lleva al límite en esta versión cuando finalmente los personajes de Faust y Méphistophélès se intercambian, transmutan entre sí.
LA ESCENA
Después de varios trabajos sobre el mito de Fausto realizados por La Fura dels Baus entre 1997 y 2001 se aborda el cuarto acercamiento al personaje y su mundo, porque nada ocurriría si Fausto no existiera. Fausto es el desencadenante de todo el drama, al que Álex Ollé lo coloca al frente de un laboratorio y su proyecto, el denominado Homunculus Project. Curiosa mezcla de latín e inglés que podríamos traducir como el proyecto del hombrecillo. Y en base a esta premisa desarrolla la escena. Escena muy evidente y previsible, sin grandes originalidades durante los dos primeros actos (las mujeres jóvenes deseables y capaces de hacer caer en la tentación son barbies biónicas con los mismos sentimientos que la muñeca, las mujeres tentadoras maduras son voluptuosas, procaces y de inmensos y fellinianos pechos, soldados, deportistas y burgueses en el coro inicial del segundo acto, etc) si bien mejora a partir del tercer acto hasta el acertado planteamiento del ballet del quinto acto, donde se hace ver por el demonio a Faust la realidad de lo que ha ocurrido desde que firmó su contrato con el averno. Sobra el hecho de informar al público sobre el personaje que está en escena con grandes letras luminosas que recorrían el fondo del escenario, lo cual producía más un efecto anestesiante y capitulador que el definir a los personajes durante su aparición.
MARGUERITE
En la interpretación del día 20 de septiembre donde el llamado segundo reparto es el encargado de poner en pie la obra, Marguerite es la auténtica protagonista de la ópera y en la voz de Irina Lungu más todavía. Soprano de grandes cualidades hizo un personaje potente, claro, con contraste en el volumen, y brillantez en toda su línea. Irina Lungu que ha cantado en el coliseo madrileño en 2014 (Roméo et Juliette, también de Charles Gounod) y en 2015 (La Traviata, de Giuseppe Verdi (1813-1901)) ya ha realizado este papel en varias ocasiones y ha sabido redondear su interpretación, tanto en lo vocal como en lo teatral. Sería un placer volver a tenerla en próximas temporadas.
Ismael Jordi hace un buen Faust, tiene una voz muy lírica que sabe manejar, pero que en no pocos momentos es ahogada por la orquesta y que se acaba resintiendo a lo largo de tres horas de música. Resentimiento que también acusó el impresionante bajo-barítono Erwin Schrott que llega a la serenata final sin que en ella se aprecie su voz limpia y llena que ha dominado la escena hasta entonces. Su interpretación del demonio pilluelo, ya vestido de rockero (o de haber cogido lo primero del armario de una vecina), ya de cartero, ya de Cristo crucificado, ya de albornoz o de cualquiera de los atuendos con los que se nos presentó, es imponente, a pesar de todos los escollos que presenta su personaje. Convenció también la interpretación de Annalisa Stroppa como el muchacho enamorado Siebel. Con voz de calidad constante sin altibajos efectúa un dibujo del enamorado y protector joven que no desfallece ante cada uno de los golpes que el destino le da y que implora hasta el último momento el perdón para la descarriada Marguerite. Convincente interpretación en sus cortos papeles Diana Montague, como Marthe e Isaac Galán como Wagner, siendo la primera más dotada para el teatro que el segundo. El barítono John Chest hizo un Valentín plano y falto de emotividad hasta la escena de su muerte donde todo cambia. Una de esas muertes largas en las que el asesinado nunca muere. En esta escena John Chest justifica su intervención en la ópera, tanto dramáticamente como vocalmente.
DAN ETTINGER
El maestro Dan Ettinger hace una digna interpretación a cargo del conjunto titular del Teatro Real hicieron, si bien no escasean los momentos en los que se olvida que hay unas voces que no pueden hacerse escuchar por encima del volumen al que lleva a la orquesta, provocando lapsus en el desarrollo del drama. La orquesta brilla con luz propia en el sonido que consigue. Felicitaciones aparte e individuales merece el Coro preparado por Andrés Máspero.
Faust no es Goethe. Ni el personaje, ni muchísimo menos el texto, el cual es un retahíla de cursiladas y evidencias salpicadas de momentos luminosos que mantienen la trama en contacto con el drama del poeta alemán.
Faust es Gounod. Música efectiva y fácil como decía al principio de texto que hace más llevadera la lucha interna de cada cual entre la elección del ángel o del demonio que nos acompaña.
Del 19 de Septiembre al 7 de Octubre, 2018.