El regreso de Bezcała entusiasma al Liceu
By CARLOS GARCIA RECHE NOV. 24, 2018
El último sábado de noviembre se vivió con intenso lirismo en el Gran Teatre del Liceu. El motivo fue el esperado recital del reputadísimo Piotr Beczała, uno de los tenores líricos más aclamados del panorama internacional. En el coliseo barcelonés, Beczała va camino de convertirse en un verdadero icono desde que debutó en octubre de 2011 con una selección de arias de la ópera Fausto de Gounod. Regresó en 2017 con Un ballo in maschera de Verdi y el Werther de Massanet, este último, además, compitiendo con las interpretaciones que el legendario Aldredo Kraus inmortalizó a principios de los años noventa. Beczała, 51 años y nacido en Polonia, no ha dejado de brillar en su paso por los más prestigiosos teatros del globo. Y desafío tras desafío, ha llegado a consolidarse según OperaWorld en uno de los seis mejores tenores del mundo en la actualidad. Quizás una genética propicia, o el estudiar canto con grandes profesores en la Alta Silesia (región famosa por sus condiciones ambientales favorables para la voz según recuerda Àlex Gorina en una conversación con el compositor Wojciech Kilar) expliquen las capacidades vocales de un tenor excepcional que vuelve al Liceu en plena forma.
El programa del sábado repasaba a través de ocho arias las especialidades de Beczała, con las que ha debutado últimamente o con las que lo hará muy pronto. Este último será el caso de la ópera Luisa Miller, que tendrá lugar en julio de esta temporada en el Liceu, formando pareja estelar con Sondra Radvanovsky. El recital de este sábado es el primero de la gira que el tenor ofrecerá en España, que proseguirá en el Kursaal de Donostia y en el Palau de la Música de Valencia el 27 y el 30 de noviembre.
El recital
Tras un leve ajetreo producido por el clásico móvil en sonido, la batuta del francés Marc Piollet dio la primera entrada de la obertura Luisa Miller. Así empezaba la sección de Verdi en la que la orquesta calentó motores para acompañar a la portentosa voz invitada. Sus aptitudes vocales pronto inundaron la sala en Quando le sere al placido, donde Beczała presumió de reguladores y claridad en los agudos con serenidad. Destacado fue el pianissimo aterciopelado en Celeste Aida, prueba del absoluto dominio dinámico del tenor polaco. Su paso por Bizet dejó también buenas sensaciones entre el público con La fleur que tu m’avais jetée de la inmortal Carmen. Recordando el centenario de la independencia de Polonia, Beczała interpretó con delicadeza y acertada nostalgia Szumia jodly, de la ópera Halka, que compuso Stanisław Moniuszko (un desconocido para las programaciones españolas y catalanas).
La segunda parte abrió con el agitado Carnaval Romano de Berlioz, pórtico al verdadero grueso del programa verista de la tarde. En los compositores italianos de finales del XIX Beczała demostró su comodidad en un despliegue vocal valiente y sin complejos. En la Tosca de Puccini, el cantante exhibió su vibrato más cuidado al interpretar Rocondita armonia y Crisantemi. En L’anima ho stanca de la ópera Adriana Lecouvreur, Beczała lució un crescendo espectacular en el rol de Maurizio, papel solo apto para un verdadero tenor spinto. En el aria de Andrea Chénier, Come un bel dì di maggio, un delicado Beczała se fundió con el arpa en una apasionada simbiosis que culminó con el optimista final, antes de una nueva y poderosa ovación. Le siguió una potente interpretación de la universal Nessun dorma, coronando la velada con una heroica voz algo corta en el agudo final que enloqueció al público. Tal entusiasmo fue respondido por el tenor con propinas de la Cavalleria rusticana, otra de Tosca y otra Adriana Lecouvrer.
La función se despidió con un entusiasmado público que ovacionó durante largos minutos al tenor, que ya piensa en su próxima cita con el teatro de la Ramblas.