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Furor Contagioso En El Debut De Currentzis

Furor contagioso en el debut de Currentzis

© May Zirus

CARLOS GARCIA RECHE     MAR. 4, 2019

Llena hasta los topes apareció la sala grande de L’Auditori el pasado miércoles 4 de marzo. ¿El motivo? El debut en Barcelona del director griego Teodor Currentzis, uno de los más solicitados, esperados, escurridizos y magnéticos directores del momento, encargado de dirigir el habitual poema sinfónico Muerte y transfiguración, de Richard Strauss, y la primera de Mahler. Un acierto interesante el de presentar dos obras coetáneas, tan diferentes y a la vez tan representativas del posromanticismo alemán aunque casi cuestionable por el desequilibrio de duraciones (25 y 55 minutos respectivamente).

El ecléctico director que, empezó a resonar en el panorama internacional ya en su estancia en Siberia hace quince años, protagonizó uno de los puntos fuertes de la actual temporada de Ibercamera, precalentado con una exitosa campaña de marketing que hizo de la tarde del miércoles un pleno casi absoluto, con programa dedicado a Gustav Mahler y Richard Strauss. Al frente de la Orquesta Sinfónica SWR de Stuttgart, que repite por tercera vez con Ibercamera, estaba el griego y que llegaba a Barcelona y Madrid en medio de su gira iniciada en tierras germanas y que habrá visto su fin en París tras cancelarse las visitas de Turín y Lucerna, donde las circunstancias han llevado a suspender las actividades musicales según la nuevas normativas de salud pública a causa del famoso coronavirus.

Aunque la Ciudad Condal corre de momento mejor suerte en términos virológicos, algo que sí se contagió entre la audiencia fue el furor que acompaña al carismático director cuya reputación d’enfant terrible lo ha llevado a asociarse a calificativos como impredecible y poco ortodoxo. Además es fácil identificarle por sus llamativos gestos y por una enérgica y posesiva inspiración en el escenario. Más allá del hecho escénico, la crítica no siempre es unánime y aunque Currentzis no se autodefine “revolucionario”, algo que siempre es objetivo para el griego es la búsqueda de originalidad en su trabajo. Otra cosa que cuesta negar es la inherente complicidad que se forja entre él y la orquesta que tenga delante, ya sea la Camerata Salzburg, la Filarmónica de Berlín o la Music Aeterna Ensemble.

EL DEBUT

Puntual irrumpía en escena el altísimo director con su habitual estilo moderno y sus peculiares botas negras. El primer plato del concierto fue una consistente interpretación de Muerte y transfiguración, obra del maestro bávaro Strauss, compuesta en 1888, compacta y sin sorpresas pero balanceada e impecablemente cuidada en todos los aspectos. Desde lo musical a lo conceptual, Currentzis mostró su conocimiento sobre una partitura variadísima de texturas y timbres, una obra descriptiva y humana, que habla de la muerte de un artista mientras visualiza su vida, hasta que finalmente alcanza la transfiguración y trasciende a la vida (o a la muerte). Un sepulcral y largo silencio fue la prueba que obtuvo el director griego de que su música había calado en el auditorio antes de estallar en una clamorosa ovación.

Sobre la Sinfonía nº 1 en re mayor, op. 66 de Mahler ya es sabido el rechazo casi total por parte de crítica y público que sufrió tras el estreno en Budapest, lo que llevó al compositor a revisar posteriormente la obra en varias ocasiones. Mahler eliminó en 1897 el movimiento lírico Blumine pasando de cinco a cuatro movimientos. En esta actual corriente de recurrir al origen, Currentzis se decantó por esta última versión, la de cuatro movimientos, que es la opción más habitual.

Tras la pausa, y literalmente entre aplausos, se inició la segunda parte del programa en dirección a tierras de Mahler ante una descomunal orquesta que requiere entre otras cosas cinco clarinetes, siete trompas y cinco timbales para dos percusionistas. El director iconoclasta firmó otra intrépida y visual dirección con resultados casi tan buenos como en la primera mitad: sonido compacto, silencios sin prisa, aunque quizás algo de confusión sonora en los primeros tutti. Brilló la energía de la cuerda de los de Stuttgart, especialmente en los cellos, miméticos y coreografiados en los melódicos compases del primer movimiento. Destacó obviamente la sección de viento-metal por las numerosas fanfarrias que tienen lugar a lo largo de los cuatro movimientos y los pasajes con sordina. Tras los dos primeros movimientos y unos instantes de afinación -algo no demasiado habitual- tuvo lugar el famoso canon Frère Jacques “menor” donde Currentzis se mostró especialmente cuidadoso con los tempi, los diferentes temas de la marcha y las respiraciones. El concierto finalizó con un trágico y esplendoroso movimiento final (Stürmisch bewegt) sin reproches que guindó un concierto muy satisfactorio, eso sí, sin bises, aunque ello no bastó para impedir el desboque de L’Auditori, algo que no siempre sucede la primera vez.

auditori.cat

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