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Gigante Händel Aunque Lo Saboteen

Gigante Händel aunque lo saboteen

JOSÉ MARÍA GÁLVEZ     NOV.13, 2023 (fotos: ©Javier del Real)

Una historia mil veces repetida. El héroe, el valiente que no conoce el peligro de enfrentarse a la muerte pierde todo el control cuando se enfrenta al amor. No hay mucho más para que sobre una historia con este argumento, escrita en el siglo XVI por Ludovico Ariosto (1474-1553), el genio de Georg Friedrich Händel (1685-1759) escribiera la que, posiblemente, sea su mejor ópera, aunque decir esto sea temerario en un corpus de más de 40 óperas. “Orlando, HWV31” estrenada el 27 de enero de 1733 llega al Teatro Real 290 años después y en una nueva producción del Coliseo madrileño procedente del Theater an der Wien bajo la dirección de escena de Claus Guth al que ya hemos soportado en alguna producción anterior y que en esta se supera.

CLAUS VERSUS MUSICA

La casita de campo con efecto de caja de cerillas, ahogando la proyección vocal; abriendo sin pausa latas de refresco o lo que el señor Guth tuviera en mente, interrumpiendo sin sentido el discurso musical; convertir en majorettes a Angelica y a Dorinda para que canten saltando, eructando el sabio o masturbándose el héroe, que me imagino a Händel dejando bien claro estos detalles en la partitura para que realzara lo que faltaba a su música. O a lo mejor no. 

El despropósito solo consigue amortiguar las voces, empobrecerlas y cansar a los intérpretes. El año pasado lo vimos en “Le nozze di Figaro, KV 492” de Wolfgang Amadeus Mozart y en esta ocasión nos reafirma en la impresión de entonces. O Claus Guth o la Música.

LA MUSICA

Y a duras penas gana la Música, la cual hace grande la función, aunque se deje las pestañas mirando por las lentes del director de escena. El compositor alemán más inglés construye una partitura de gran lucimiento, lo que era casi obligado en la época para capricho de castrati y de público fácil, pero de factura compleja, culminando en esa escena de la locura de Orlando, en la se escenifica el Orlando Furioso que inspiró tanto a Antonio Vivaldi (1678-1741) como a Luis de Pablo Costales (1930-2021). Tres horas de música que progresa desde el encandilamiento inicial de Orlando por Angelica hasta la locura exterminadora y cuando parece que nada tiene solución, la música, con las palabras de Zoroastro, transforma la escena en un final feliz y moralizador, con las cinco voces sobre las tablas.

LAS CINCO VOCES

El contratenor francés Christophe Dumaux no llega a conseguir un Orlando satisfactorio, siempre bordeando pero pocas veces llegando. En nada ayuda, como he mencionado anteriormente, la tortura escénica a la que se le somete, no solo por el ejercicio físico sino por las propias posiciones en que se les coloca, así el recitativo inicial “Imagini funeste Che turbate quest’alma!” cantado frente a unas imágenes de video, o casi videojuego, hundido en un sofá con orejeras y de espaldas al público no ayuda en nada a una eficiente escucha, que en definitiva -y a muchos se les olvida- es la esencia de la ópera. Angelica, de la que Orlando está enamorado y es la causa de sus desvaríos, representada por la soprano Anna Prohaska comienza con leves titubeos que hacen deslucir sus emisiones en el registro medio pero es capaz de redondear su papel y llegar a delicias como su papel en la interpretación de “Consolati o bella” en trío con Medoro y Dorinda. Ésta en la voz y persona de la soprano Giulia Semenzato que trabajó un papel aparentemente secundario pero decisivo en toda trama de parejas y amores equivocados. Voz limpia, con proyección y emisión agradable, pulida, que hace de su interpretación lo mejor de la noche. En medio un personaje como Medoro, que no se sabe si es un insulso, un audaz y atrevido o un incauto, pero del que está perdidamente prendida, enamorada no diría en esta producción, Angélica. Medoro que tradicionalmente ha sido interpretado en la voz de contralto, es decir, un papel travestido, aquí lo interpreta Anthony Roth Costanzo en el registro de contratenor, el cual maneja con acierto y desenvoltura, sin grandes problemas para sus fragmentos más delicados en los que se mueve con facilidad. Angelica, Medoro y Dorinda bailan al son de los desmanes de Orlando que, aunque es víctima de la ceguera de los celos, no deja de ser un juguete de ese demiurgo que es el personaje de Zoroastro, mago oscuro correctamente interpretado por el barítono austriaco Florian Boesch, que cumplió hasta con las escatológicas ocurrencias del escenógrafo de esta producción. La presencia de Florian Boesch ayudó, sin duda, a la mejor asimilación del papel.

ORQUESTA BARROCA

La Orquesta Titular del Teatro Real se transforma en orquesta barroca, en la que destacan Tamar Lalo y Rita Rogar a las flautas de pico, Fernando Puig, Ramón Cueves y Manuel Asensi a las trompas naturales y el concertino Pauline Nobes, junto a una reducida orquesta de buen sonido que bajo la dirección de Ivor Bolton convierte el ruido y la crispación diaria en un canto de esperanza.

Más información:

teatroreal.es

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