Goerne interpretará a “Wozzeck” en el Liceu
Alban Berg, impactado por el Woyzeck teatral del dramaturgo Georg Büchner decide convertir la historia en ópera, y en 1922 cierra la partitura integrando en el argumento su propia experiencia como trabajador del Ministerio de Guerra durante la I Guerra Mundial. La brutalidad y la desesperanza de una sociedad ahogada por los horrores bélicos se evocan desde su estreno. Éxito inmediato por su poderosa fusión entre música y drama, la obra resulta inspiradora y un grito de protesta del expresionismo de Berg. Una historia con una dimensión trágica que supera la literalidad para convertirse en un tema universal y que habla de elementos tan inherentes a la condición humana como la vida, el amor, el deseo y la muerte.
Wozzeck es un soldado con una existencia cotidiana de miseria y alineación que sucumbirá humillado frente a la maldad de las duras leyes de la explotación y el abuso. Víctima de la crueldad de los experimentos del médico militar y obligado por su capitán a llevar a cabo los trabajos más humildes y serviles, no es más que un individuo reducido al objeto, propiedad de la clase dominante. El hogar con Marie, su amante, y el hijo en común son su paraíso real, pero cuando la mujer le traiciona con el Tambor Mayor se activa una espiral de ira y celos autodestructivos: una guerra contra el mundo, pero también interna y mental.
En esta producción de Wozzeck, Kentridge fuerza la estética para que confluyan todas las artes expresionistas, la pintura y el cine fundamentalmente, a partir de un escenario inmóvil –una estructura de tarimas, escaleras y puentes– al que superpone un fondo en el que se proyectan imágenes, estáticas y en movimiento, así como pinturas a modo de decorados, todo ello unido por la presencia constante de un tono gris y una luz apagada que sumerge la ópera en un fuerte claroscuro. Con este recurso, Kentridge acentúa cada uno de los aspectos horribles de la obra: el progresivo deterioro mental del protagonista, la lascivia que muestra Marie cuando se encapricha de su nuevo amante, el Tambor Mayor, o el desprecio de cualquier dignidad humana que caracteriza al médico y al capitán del regimiento. Una decisión importante del director de escena es la de ambientar la acción en la misma época en la que Alban Berg descubrió la obra de teatro, justo a las puertas de la Primera Guerra Mundial: incluso los elementos más inofensivos –como el hijo pequeño de Wozzeck– aparecen con un toque militar, ya sea una máscara de gas, un uniforme de soldado o empuñando armas. Y a la vez que se muestra todo este horror –una sociedad fanatizada, incapaz de perdonar, que penaliza y maltrata al distinto o al débil–, la escenografía apoyada por imágenes sirve también para que entremos en la mente torturada de Wozzeck y su entorno, con planos que nos abren camino hasta los pensamientos, miedos y asociaciones libres del protagonista. Conforme avanza la ópera, las imágenes se vuelven más turbias y oscuras.
Berg inauguró con Wozzeck un sonido nuevo para la ópera: sin florituras vocales, y compuesta a partir de un esquema armónico que buscaba superar los límites de la atonalidad sin romper por completo con la tradición. Al frente de la Orquesta y el Coro del Gran Teatro del Liceu estará Josep Pons, el director musical titular del Teatre, que después de haber dirigido títulos de Wagner, Strauss o Rimski-Kórsakov, prosigue así su propio viaje personal por algunas de las obras maestras del modernismo de finales del siglo XIX y principios del XX.
En los roles principales encontramos a Wozzeck, papel escrito para barítono, y Marie, para soprano. Matthias Goerne, uno de los cantantes más reconocidos de su generación, especialista en lieder y en música sacra del Barroco – además discípulo del gran Dietrich Fischer-Dieskau– será el encargado de defender a Wozzeck, un rol que exige un cantante de gran fortaleza, experiencia y control para hacer creíble el viaje de la alienación a la esquizofrenia del protagonista. A su vez, la sopranoAnnemarie Kremer será la encargada de pulir los muchos matices de Marie. Un único cast en las funciones del Liceo que también cuenta con Torsten Kerl (Tambor Mayor), Mikeldi Atxalandabaso (el capitán), Peter Tansits (Andres), Rinat Shaham como Margret, Peter Rose (doctor), Beñat Egiarte (el loco) y Scott Wilde y Äneas Hummcomo primer y segundo aprendiz respectivamente.
En lo estilístico, Wozzeck es una ópera expresionista, que toma el relevo de la etapa experimental de Strauss –Salome, Elektra– y afila aún más la atonalidad chirriante tras el trauma de la Gran Guerra, pero a la vez anticipa la aventura armónica que estaba a punto de materializarse con el dodecafonismo inventado por Schönberg, y que Berg pondría en práctica en su segunda ópera, Lulu. El dodecafonismo estaba muy levemente apuntado en Wozzeck, lo que ha hecho que, con el paso del tiempo, sea una ópera todavía fácil de escuchar –sin obviar su evidente complejidad– porque, aunque tiene un afán transformador, aún mantenía varios anclajes con la tradición. En las décadas de los 10 y 20 afloró una corriente modernista, el neoclasicismo, que buscaba rescatar formas musicales del pasado remoto y revisarlas con una intención renovadora, y de ahí surgieron piezas como Der Rosenkavalier, de Strauss, o el ballet Pulcinella, de Stravinski, que remitían a Mozart y a Pergolesi, respectivamente. El primer acto de Wozzeck, por ejemplo, está compuesto a partir de tempos de danzas barrocas y Berg incluso recupera la forma de la suite, mientras que el segundo acto está estructurado como una sinfonía romántica en cinco movimientos. El tercer acto, en cambio, Berg lo articuló a partir de juegos armónicos –invenciones sobre un tema, una nota o un ritmo– que tensaban los límites estéticos de su tiempo hasta un punto de ruptura. Es esta confluencia de audacias –la manera de cantar hablada, sin espacio para arias o florituras; la crueldad del argumento, la búsqueda de nuevas posibilidades en la composición, la orquestación en perfecto equilibrio entre lo irritante y lo bello– lo que hace de Wozzeck una obra única.
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