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La Alambrada Invisible

La alambrada invisible

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(Photo by Dean Moriarty)

By OSCAR GARCIA PAÑELLA     DIC. 29, 2016

El Videojuego bebe de todas las aguas. No es Tecnología. Ni Narrativa. Ni Psicología. Ni tampoco Gestión. Ni Arte que se ve o que se escucha. Es todo ello. Y más. Y mezclado que no agitado como decía aquel espía secreto. ¿O era al revés? bueno es igual. Es complejo pues se diseña para agradar y eso depende más del que recibe que del que oferta. Pero es arte. Y punto. Como vimos en el Moma de NYC o como nos enseñó Fumito Ueda con Ico, los colosos o más recientemente con Trico y sus aventuras deslumbrantes.

Lo extraño es que todas esas disciplinas suman para crear un producto único. Que además es interactivo y me permite escoger entre muchas alternativas. Yo decido (autonomía) y además puedo hacerlo, con esfuerzo claro (el control). Y, ¿por qué digo que es extraño? pues porque existe una alambrada invisible que aparece cuando nos situamos en contextos distintos al de este medio. Y se queda ahí. Desconectando las cosas. Y haciendo que se pierdan oportunidades experienciales. Y que no sumen. Y eso afea.

No puede diseñarse un juego a partir de elementos como niveles o puntos de experiencia sin hacer partícipe a la música desde su misma concepción. No puede disfrutarse, al menos igual, sin unos buenos auriculares puestos y con el volumen donde toca. No es lo mismo. Y parecido con lo visual, y con la plataforma tecnológica, y en la historia que se nos cuenta…

No queremos alambradas. Ya no. Queremos vivir experiencias. Y eso es interacción y suma.

Y arte. Mucho arte. Y para que no pase más tenemos que mezclarnos y hablar más. Y proyectar juntos y juntas. Los de las teclas y los de los violines. Los de los pinceles y los de las estilográficas. Los de las hojas de cálculo y los de las fórmulas matemáticas. Los dos hemisferios. Y todas las pasiones. Y de ahí una fruta. Una increíble.

Pero fuera las alambradas…

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