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La Elegancia Perdida En Verano: Un Desastre Entre Chanclas De Piscina

La elegancia perdida en verano: Un desastre entre chanclas de piscina

ISRAEL DAVID MARTÍNEZ JUL. 17, 2024 (Foto: ©press-music.com)

Ah, el verano, esa maravillosa época del año en la que la gente parece perder todo sentido del decoro y de la moda. ¿Dónde quedó la elegancia, el noble arte de vestir bien y con estilo? Si alguna vez existió una estación que dejara ver la decadencia de la humanidad en toda su esplendorosa miseria, es el caluroso verano. Porque, seamos sinceros, el calor es la excusa perfecta para caer en la desidia estilística.

Comencemos con los temibles ‘Crocs’. Esas aberraciones de goma que se han colado en el armario de demasiadas personas, prometiendo comodidad a costa de cualquier atisbo de dignidad. ¿Realmente es necesario recordarle al mundo que existe un calzado hecho específicamente para que un personaje ‘jardinée’ sin preocuparse por las espinas? No, queridos lectores, no es necesario. Y menos aún cuando la gente decide llevarlos al supermercado, al parque o, peor aún, a las citas románticas.

Hablemos también de mis queridas chanclas de piscina. Originalmente diseñadas para evitar el pie de atleta en los vestuarios, ahora las vemos y vendemos en todas partes. Han invadido la ciudad como una plaga de mal gusto. La gente las lleva a la oficina, al bar e incluso a eventos familiares. ¿Cuándo se decidió que nuestro atuendo diario incluyera un accesorio tan… simple?

Y no olvidemos las sandalias tipo pescador. Esos zapatos que, con sus múltiples tiras de cuero y hebillas, nos hacen recordar que no todos los avances de la moda han sido para mejor. Aún así, parece que muchos encuentran una inexplicable fascinación por ellas. Quizás, en algún retorcido rincón de su mente, piensan que evoca una especie de rústica autenticidad. Lo que evoca realmente es un deseo de hacer un regreso a los tiempos medievales.

El verano no solo ha arruinado el calzado, sino también nuestra dignidad en el hogar. Llegar a casa y cambiarse de ropa para estar más cómodos suena inocente, ¿verdad? Pero cuidado, ahí comienza el descenso hacia la perdición, hacia un precipicio en el que se pierde de vista todo y a todos. Ponerse el pijama a las seis de la tarde es el primer paso hacia el abismo más diabólico. Antes de darse cuenta, se usará el pijama todo el día, y la relación de pareja habrá sido arrojada a la basura junto con los pantalones formales y las camisas bien planchadas.

El pijama –que ni se plancha–, ese monstruo disfrazado de comodidad, es un enemigo subestimado. Al ponérselo demasiado temprano, no solo se renuncia a cualquier vestigio de elegancia, sino que también se le dice al mundo –y a la pareja– que uno ha sido vencido por la vida. Que ya no se tiene la fuerza ni la voluntad de luchar por un mundo mejor. ¿Qué mensaje se está enviando? Que el decoro es opcional. Pero lo peor es que, una vez que uno se acostumbra al pijama diurno, el siguiente paso es inevitable: el desaseo generalizado.

Al final del día, hay que recordar que el esfuerzo vale la pena. Vestirse adecuadamente, mantenerse limpio y perfumado, y respetar ciertas normas de elegancia no son solo superficialidades. Son pequeños actos de resistencia contra la decadencia. Así que la próxima vez que alguien sienta la tentación de ponerse esas chanclas de piscina, esa camiseta vieja, esas maravillosas bermudas con agujeros, esa graciosa camisa de manga corta con bolsillo o esas sandalias de pescador, piénsenlo dos veces. Recuerden que la elegancia nunca está de más y que cada día es una oportunidad para mostrarse al mundo con dignidad y estilo. También recuerden que existen más seres humanos en el planeta y que pueden verlo en algún momento.

Sí, el verano es caluroso, pero la elegancia no debe ser sacrificada en el altar de una supuesta comodidad. Porque, a fin de cuentas, el buen gusto y las buenas maneras son lo que nos separa de la barbarie.

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