La noche de Schubert
By PAULA SANCHEZ LAHOZ OCT. 2, 2017
El recorrido de la música clásica desde su nacimiento hasta la actualidad ha sido muy largo y, por suerte, variado. Los motetes del renacimiento, los madrigales y las toccatas, las arias barrocas, los cuartetos de cuerda y las sinfonías clásicas, los impromptus románticos y, en 1824, La Muerte y la Doncella de Franz Schubert. La lista es infinita, pero por ahora es suficiente.
El pasado lunes 2 de octubre, en la Sala de Conciertos del Palau de la Música Catalana, el Cuarteto Quiroga demostró ser capaz de viajar en el tiempo para trasladar lo mejor de dos épocas muy distintas: el particular romanticismo de Schubert y lo mejor del vanguardismo de George Crumb. Los dos compositores, alejados más de un siglo y medio, se dieron la mano gracias a los distintos temas del cuarteto de Schubert que Crumb homenajea en su obra.
La interpretación de La Muerte y la Doncella fue cautivadora desde el primer momento, el acorde inicial y la consecutiva línea, seguida por la calma inminente, desembocaron en la parte fugada con un sonido lleno e intenso, que rompió en menos de dos minutos una de las cuerdas del primer violín. Con asombro y un tanto aturdido, el cuarteto detuvo el concierto y, acompañados de la ovación unánime de la sala, los músicos salieron del escenario para resolver aquél pequeño contratiempo.
Segundo intento. Todavía con más fuerza sonó el primer acorde y el primer movimiento fue construyendo un ambiente bullicioso y apasionado que no se volvió a romper en todo el concierto. Bien, sin tener en cuenta un público entusiasmado y un tanto descortés que irrumpió en aplausos entre todos y cada uno de los movimientos de la noche.
La obra de Schubert fue un ejemplo de entusiasmo y vehemencia, que podría haber sido todavía mejor con un papel ligeramente más protagonista de las voces intermedias, que llenaron el escenario sin llegar al fondo de la sala.
Schubert siguió presente a lo largo de la noche en la obra Black Angels de Crumb. Después de una breve introducción, con una disposición escénica sorprendente e insólita, pero realmente bonita, los Quiroga empezaron este singular cuarteto con un tempo tranquilo y un sonido totalmente incisivo, con los cuatro instrumentos amplificados (de ahí el nombre cuarteto de cuerdas eléctrico).
La adaptación de los cuatro miembros al nuevo estilo fue completa desde el primer momento, la implicación demostró su capacidad de transformación y su plasticidad, siendo capaces de interpretar ambos estilos de forma rigurosa y respetando el momento de creación. Black Angels dejó a la audiencia en un estado de shock profundo y certificó el poder de la música. Como declaración antibelicista, fue un gran ejemplo de la necesidad de la música y la cultura en el presente.
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