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La Represión Desde La ópera Española

La represión desde la ópera española

(Foto: ©Javier del Real/Teatro Real)

JOSÉ MARÍA GÁLVEZ     MAR. 1, 2024

Doble programa en el Teatro Real. Doble programa además de ópera española. “La vida breve” del gaditano universal Manuel María de Falla y Matheu (1876-1946), mundialmente conocido como Manuel de Falla, abría el programa doble. Obra, que a pesar de su marcado carácter español, concretamente andaluz, fue escrita en 1905 y estrenada en 1913 en francés, en el Casino Municipal de Niza. Tuvo que esperar más de un año para que se estrenara en Madrid, en el Teatro de la Zarzuela el 14 de noviembre de 1914, y aún casi 83 más para que el 11 de octubre de 1997 se representara en este renovado Teatro Real, repitiendo en 2001 la misma producción bajo la dirección musical de Pedro Halffter Caro y la escénica de Francisco Nieva, cuando se llevaron a cabo ocho representaciones, dos más que en la presente temporada, con la afortunada participación en aquellas representaciones de la cantaora Estrella Morente.

El amor no correspondido, el engaño, la clase social, el sempiterno señorito y su supremacía, se nos arroja en esta ocasión desde la más violenta de las represiones, la sumisión de la mujer al amado que no le corresponde, la sumisión de la clase, de estamentos sociales marcados en la Granada que la ópera retrata y que hoy en día no han desaparecido. Esta visión la empareja, el director de escena Rafael R. Villalobos, con el estreno mundial de “Tejas verdes” del compositor zaragozano Jesús Torres (1965), donde se da voz a la memoria que tanto se esfuerzan en sepultar los sectores irracionales de la sociedad. La ópera se sitúa en la prisión Tejas Verdes del régimen chileno de Augusto Pinochet pero bien se puede trasponer a cualquiera de las múltiples prisiones que ha habido y que hay, tanto físicas como psíquicas, para cercenar el espíritu de la democracia.

Escenografía única

Los elementos que constituyen el escenario son pocos y austeros y, con distinta disposición, sirven de ubicación escénica a ambas óperas. Aunque los argumentos son distintos, el trasfondo en el que se desarrollan ambas son, sustancialmente, el mismo: la violencia, el terror. En “La vida breve” la copla “¡Malhaya quien nace yunque / en vez de nacer martillo!” lo dice todo, es perfecto resumen de la trama y de la vida misma. Porque aunque lamenta la propia suerte, también envidia la del martillo, no rechazaría ser martillo. El sino del hombre, como especie, es el de martillear, no renunciando a ello aunque se encuentre entre los yunques golpeados hasta la deformidad. Y así sonaba Falla en esta ocasión, incluso las danzas que en otras ocasiones nos hacen olvidar lo amargo del engaño, en ésta subrayaba el sino inevitable, acompañado de gestos y pasos fascistas como premonición del terror y de la oscuridad en la que Salud, como mujer, y su familia, los suyos, como etnia, como diferente, se van a ver empujados y devorados. Aunque en “La vida breve” tengamos lugar para la esperanza al disfrutar del rechazo que Paco experimenta por parte de Carmela y su familia al descubrirse el engaño vil y mortal. Toda esta transformación, sin que la música pierda nada de su fuerza y poder comunicativo, es obra del director de escena Rafael R. Villalobos con escenografía de Emanuele Sinsi que ya colaboraron en el “Orphée” de Philip Glass (1937) que se representó en los Teatros del Canal en la temporada 2022-2023 con menos fortuna que en el montaje actual. El trabajo de ambos se potencia en el estreno de la ópera de Jesús Torres, convirtiendo el escenario en el penal Tejas Verdes, que da nombre a la ópera. Primero balneario, que tras el golpe de estado en Chile, y asesinato de Salvador Allende, el Pinochet que comulgaba directamente del Papa, transformó en centro de detención y torturas, uno más de sus queridos focos de desaparición de personas. En él se desarrolla la acción soportada sobre testimonios reales de víctimas de la represión que Fermín Cabal (1948-2023) recogió y elaboró en forma de monólogos para armar su obra homónima en 2004, relaborando ahora su propio texto, Fermín Cabal intercala poemas de Miguel Hernández, de su “Cancionero y romancero de ausencias” (1938-1941) para conformar el libreto de la ópera, donde hay una protagonista, Colorina, centro del resto de figuras sin nombre, porque pueden ser cualquier otro nombre en cualquier otro lugar testigo de la barbarie humana. Así la madre, la hermana, la delatora, la doctora y la enterradora, todas mujeres, pueden ser cualquier mujer que sufre obligada por las circunstancias que no han elegido. Miguel es el otro personaje con nombre. El Miguel que añora Colorina, el Miguel que se introduce entre los monólogos de Cabal, quizás, el Miguel por el que fluye la sangre de la inocencia. El libreto de Fermín Cabal recoge todo esto y la música de Jesús Torres lo proyecta al fondo de las conciencias. No fue la primera colaboración entre ambos autores, lo que hace que el fruto sea maduro y redondo.

(Foto: ©Javier del Real/Teatro Real)

Salud y Colirina

Dos personajes femeninos protagonizan sendas óperas. Aparentemente distintas, pero las dos mueren por fidelidad al amor, independientemente de otras fidelidades, la de la clase o estamento social o etnia en el caso de Salud y la del compromiso social en Colorina, que finalmente no están tan alejados, sino que son planos que comparten las mismas inquietudes. Tal es así que en la Escena II del Acto I de “La vida breve” Salud canta “Flor que nace con el alba / se muere al morir el día” o “¡La vía del pobre que nace sufriendo / debe ser mu corta!”, que encuentra su analogía en poemas del “Cancionero y romanero de ausencias” de Miguel Hernández, como el que dice “Corazón que en el tamaño / de un día se abre y se cierra. / La flor nunca cumple un año, / y lo cumple bajo tierra” o “No pudimos ser. La tierra / no pudo tanto. No somos”. Textos que figuran en el primer caso y subyacen en el segundo y que atraviesan como una lanza el cuerpo flácido de la comodidad ignorante. Para dar vida a Salud se ha contado con Adriana González, soprano franco-guatemalteca que escuchamos recientemente en la temporada pasada en el papel de Doña Inés en el “Tenorio” de Tomás Marco Aragón (1942). Grande como entonces. De instrumento fresco, seguro, rotundo, pero matizado a conciencia, dibuja una Salud que atraviesa los dos actos con la misma exigencia de calidad, que emparejó inteligentemente con la interpretación teatral del personaje. Ana Ibarra, mezzosoprano valenciana, nos tiene acostumbrados a un canto seguro, de matices graves pero no apagados, que tejió una potente y emotiva abuela en “La vida breve” y una Doctora intensa que pone de manifiesto sus dudas y contradicciones, así como su necesaria justificación para poder seguir viviendo, en “Tejas verdes”. A su lado en el papel del tío Sarvaor estuvo el bajo burgalés Ramon Amoretti, cuya interpretación vocal y escénica, graves y emotivas, daban buena prueba de la dignidad de su personaje. Paco, el señorito del que Salud se enamora hasta perder la razón de vivir, fue el tenor aragonés Eduardo Aladrén, discretamente correcto en un papel que tuvo su alter ego en los chulos violentos que a paso de oca y brazo en alto atemorizan con su violencia machista y de clase a la subordinada amante: género y clase social una vez más, causa del temor. En medio de la Vida Breve brilla la voz y guitarra de la artista sevillana María Marín, contenida pero expresiva y emotiva, canta a la novia, casi única nota de blanco entre tanto oscuro. Novia, Carmela, en la voz de la soprano alicantina Carmen Mateo, de corto papel pero convincente, como así estuvo el barítono madrileño Gerardo Bullón como Manuel, hermano de Carmela. Cerrando el reparto de “La vida breve” y haciendo doblete con “Tejas verdes” está Laura Vila, mezzosoprano catalana, en el discreto papel de Vendedora II y en el más lucido de Enterradora, en la ópera de Torres, donde desplegó un abanico de matices con una consistente línea vocal, y el tenor cántabro Alejandro del Cerro como eficaz Voz de la Fragua en la primera y discreto Miguel en la segunda. Donde brilló de manera especial la arrebatadora interpretación de la soprano madrileña Natalia Labourdette como la desafortunada Colorina, la soprano barcelonesa María Miró y la mezzosoprano alicantina Sandra Ferrández en sus respectivos papeles de Hermana y Madre, breves y discretos pero indispensables en el entramado del dolor creciente, ofrecen un trabajo cuidado y dramático. Como Alicia Amo, soprano española, en su papel de delatora, cuidando los distintos matices de su personaje escénico y vocal. Cierra el afortunado elenco la Voz en Off de Gloria Muñoz.

(Foto: ©Javier del Real/Teatro Real)

Coro discreto. Coro salvaje

El coro de mujeres en la ópera de Jesús Torres es de carácter acusmático. Fuera de escena recorre los caminos del “Cancionero y romancero de ausencias” de forma discreta, y áurea mientras el coro masculino encarna la virilidad tóxica del poder. Todo ello bajo la dirección de un inspirado José Luis Basso, que junto a la firme dirección de Jordi Francés bajo el que a Orquesta Titular del Teatro Real realiza sendas lecturas que no dejan indiferente a nadie y que demuestran un firme compromiso con la música de hoy y española.

En “Tejas verdes” el trabajo conjunto de música, letra y escena incomodó a no un bajo número de espectadores que salían de la sala durante la representación. La música de Torres, aún fiel reflejo de nuestro tiempo y heredera de Maestros del Siglo XX, no es una música de difícil escucha y no fueron ni las disonancias, ni las oleadas percusivas, sino el dedo directamente en una realidad que fue y que no estamos exentos de volverla a padecer si no tenemos viva la Memoria. Bravo por estas apuestas del Real que incomodan porque obligan a pensar, aunque los que daban la espalda y abandonaban la sala, de pensar… poco.

Más información:

https://www.teatroreal.es/es

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