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‘La Traviata’ Brilla En El Liceu Gracias A Un Trío Estelar

‘La Traviata’ brilla en el Liceu gracias a un trío estelar

ISRAEL DAVID MARTÍNEZ     ENE. 24, 2025 (Fotos: ©Sergi Panizo)

En una noche que reafirmó el poder transformador de la ópera, el Gran Teatre del Liceu presentó una “Traviata” que, aunque lastrada por una producción algo deslucida, encontró la redención en sus extraordinarios protagonistas.

La soprano estadounidense Nadine Sierra, como Violetta Valéry, ofreció una interpretación que trascendió lo meramente vocal. Desde las primeras notas de “È strano” hasta el desgarro final de “Addio del passato,” Sierra encarnó a la cortesana con una mezcla sublime de vulnerabilidad y valentía. Su “Sempre libera” no fue simplemente un despliegue técnico; fue una declaración de libertad que electrizó la sala. Sierra canta con una claridad diamantina y un fraseo tan elegante como conmovedor, recordando a las grandes divas del pasado. Si el Liceu aspira a mantener su posición en el panorama lírico internacional, debe asegurarse de que esta luminaria regrese temporada tras temporada. Mes tras mes. Día tras día…

El tenor mexicano Javier Camarena, en el rol de Alfredo Germont, comenzó tímido, su actuación algo fría en el primer acto. Pero Camarena es un artista que no se rinde fácilmente. En el segundo acto, su voz ganó calidez y sus agudos, siempre seguros, empezaron a brillar con intensidad. Su dúo con Sierra en “Parigi, o cara” fue uno de los momentos más emotivos de la velada, y el público respondió con entusiasmo, celebrando su capacidad para conmover cuando más importa.

El barítono polaco Artur Rucinski, como Giorgio Germont, completó el trío con una actuación soberbia. Su interpretación de “Di Provenza il mar” fue tan rica en matices que parecía contener toda la melancolía del mundo. Rucinski es un artista que sabe cómo hacer que cada palabra y cada nota cuenten, y su presencia escénica imponente añadió profundidad emocional a la narrativa.

La producción de David McVicar, en coproducción con la Scottish Opera, el Teatro Real y la Welsh National Opera, sigue siendo funcional, aunque carece de la grandeza que esta obra exige. Las austeras escenografías y los anodinos salones parisinos contrastaron con la intensidad dramática de los cantantes. Pero lo que verdaderamente decepcionó fue la iluminación de Jennifer Tipton: excesivamente brillante y quirúrgica, dejó a la obra sin la atmósfera necesaria para capturar su esencia romántica y trágica. En lugar de una iluminación romántica, o acogedora, presentó luces que cegaban -hirientes- propias del quirófano de un hospital en un mundo post apocalíptico.

Afortunadamente, la dirección musical de Giacomo Sagripanti y la labor sólida del coro y orquesta del Liceu lograron mantener el pulso emocional. Y aunque esta “Traviata” estuvo lejos de ser perfecta en lo visual, las voces de Sierra, Camarena y Rucinski demostraron que, en la ópera, el arte siempre puede redimir las imperfecciones.

Si el público del Liceu aún no había comprendido la magnitud de lo que presenció, la ovación final dejó claro que había sido testigo de algo extraordinario.

Más información:

https://www.liceubarcelona.cat/

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