Saltear al contenido principal
O BELLA ETÁ D’INGANNI E D’UTOPIE!

O BELLA ETÁ D’INGANNI E D’UTOPIE!

JOSÉ MARÍA GÁLVEZ     DIC. 19, 2021 (Fotos: ©Javier del Real)

Hace 97 años que “La Bohème” cerró la septuagésimo quinta temporada del Teatro Real y con ella su vida operística, comenzando una de las más largas sequías operísticas de esta Villa de Madrid. El teatro fue esa Mimí que para Rodolfo duerme mientras muere a los ojos de los demás. Pero Rodolfo tenía razón y estuvo durmiendo hasta 1997 que despertó con renovadas fuerzas, tras un oasis como sala de conciertos desde 1966.

NIEVA

Una vez más, vuelve la ópera de Giacomo Puccini (1858-1924) al Teatro Real, de nuevo con la producción del propio teatro con la Royal Opera House de Londres y la Lyric Opera de Chicago que ya trajera en 2017 con la dirección de escena de Richard Jones. Mucho se ha dicho de dicha producción al compararla, inevitablemente, con la de Giancarlo del Monaco, la que pude disfrutar en marzo de 2006 junto a un elenco vocal conformado entre otros por Roberto Aronica, Manuel Laza o Ángeles Blancas, a la que podremos escuchar próximamente en el papel de Goneril de la ópera “Lear” de Aribert Reimann (1936). Pero nostalgias aparte la presente, firmada por Jones, formada de pequeños escenarios móviles dentro de la desnuda caja escénica del teatro nos pone ante una mirada como la que tiene un niño ante una bola de vidrio dentro de la que la nieve cae sobre una casita con seres imaginarios que viven con sus felicidades y sus preocupaciones dentro de ella, sin que nos fijemos en la realidad ajena y lejana que transcurre fuera de la bola de cristal. Y, en efecto, cae la nieve, y cae desde mucho antes de comenzar, desde que cuerdas y vientos, con el teatro iluminado, buscan su afinación, y sigue nevando hasta el frío final de la muerte de Mimi.

La mano de Richard Jones deja buen impromptu sobre la dirección actoral, completa y convincente, y al conjunto se le puede reprochar algún exceso de la iluminación, que sin duda tiene razones que no han sabido ser suficientemente trasladadas al espectador.

La Bohème enmarcada entre Manon Lescaut y Tosca, tiene todos los rasgos del universo pucciniano y sus primeros grandes hallazgos en lo musical, no solo melódico, sino armónico, rítmico, el juego de diversos planos sonoros simultáneos que explotará en posteriores óperas, hace de esta ópera una de las referencias fijas del repertorio. Fue la primera, de la terna formada con Tosca y Madama Butterfly que tuvo como libretista a Giuseppe Giacosa (1847-1906) junto a su colaborador Luigi Illica (1857-1919). Sin duda una pareja que junto a Puccini dio lo mejor de su producción en esta terna de óperas dramáticas.

EL REPARTO

El amor ingenuo e inocente de la juventud, del primer encuentro, fortuito o provocado, con miradas que rodean y acarician a quien las recibe, se desnuda ante todos con un che gelida manina que anestesia e inflama o que, como ocurre con el tenor vizcaíno Andeka Gorrotxategi, deja ante una mezcla de sentimientos encontrados, donde se puede adivinar una voz con potenciales pero que no termina de moldear, ni colorear, ni corporizar, haciendo irremediable añorar otras versiones del famoso aria. Su pareja protagonista y verdadera alma mater del drama, Mimi, a la que da vida la soprano italiana Eleonora Buratto, y a la que hemos tenido la fortuna de escuchar en Carmen (2017) de Georges Bizet (1838-1875) y en Idomeneo (2019) de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791), mostró su profesionalidad consiguiendo que lo que empezó de forma insegura y dubitativa se fuera asentando y ofreciese su buen fraseo, color y cuerpo -vocal- a lo largo de la representación emocionando y arrebatando al público en casi todas sus arias. A la soprano italiana le acompaña como pareja femenina la canaria Raquel Lojendio en el papel de Musetta, ya comentada en estas páginas con motivo de su interpretación como Alice Ford en Falstaff (1893) de Giuseppe Verdi (1813-1901), reafirmando lo que dije en aquella ocasión, maneja con inteligencia y buen tino, sabiendo colorear y perfilar su papel. Las dos sopranos salvan una representación donde los papeles protagonistas masculinos, aun siendo apasionados en su interpretación no ofrecieron su mejor lectura, siendo entre ellos destacable el bajo estadounidense Soloman Howard en un Colline convincente, y que nos hace esperar otras afortunadas lecturas en futuras intervenciones. Marcello, ese otro celoso artista de la bohemia que ama y se ciega ante detalles que en nada desvelan la traición sentimental de su amante Musetta, se defiende de una escasez de cuerpo en la voz que suple con gran presencia escénica. El papel de Schaunard en voz y cuerpo del barítono barcelonés Manel Esteve fue un acierto de color, fraseo y matices, lo que se puede afirmar igualmente del breve papel que tiene el tenor cordobés Pablo García-López, que da vida al casero que se marcha sin cobrar el alquiler de la buhardilla una vez que ha reconocido que, como los demás, tiene y sucumbe ante las debilidades de la carne.

Desigual, por tanto, la representación vocal de la noche, pero con un saldo positivo ante la reacción del público madrileño que, llenando el teatro hasta su último asiento, aplaudió y dedicó bravos a todos los responsables musicales de la noche.

La orquesta, bajo la dirección del italiano Nicola Luisotti, ofreció una atractiva versión, cálida frente a la fría, casi gélida que se nos presentaba escénicamente, salpicada de las breves interpretaciones corales que presenta la ópera, las cuales fueron, como nos tiene acostumbrados el Coro del Teatro Real, en esta ocasión acompañado de los Pequeños Cantores de la JORCAM, de muy alto nivel.

En pie se aplaudía la bella etá d’inganni e d’utopie con la que se inicia el futuro, ante las virutas de Del Monaco, el pasado glorioso, cayendo en forma de nieve.

teatroreal.es

Volver arriba