Pasión, caos y juventud
© L’Auditori
By JOSUÈ BLANCO OCT. 7, 2019
Brahms vuelve al escenario del Auditori en su versión más joven i pasional con el Concierto para piano nº1 en re menor, Arias y danzas antiguas de Ottorino Respighi y El Mandarín Maravilloso de Bartók cerraron el concierto de la OBC de esta semana.
Si bien l’Auditori se mostró más vacío que en otras semanas cabe destacar la gran cantidad de público joven asistente, no todos los días coinciden en un mismo concierto dos obras como el Concierto para piano nº1 de Brahms i El Mandarín Maravilloso, quizá una de las obras más destacadas dentro de la enorme producción de Bartók.
También era joven Brahms cuando escribió su primer concierto para piano, su primera gran obra que bien le costó un largo periodo de trabajo y maduración, caso similar a la preparación de su primera sinfonía. Aún sin ser uno de los conciertos para piano más virtuosos dentro del repertorio del instrumento demuestra una solidez i madurez musical que destaca en la juventud del compositor, las filigranas y cascadas de notas dejan paso a una construcción equilibrada y un desarrollo de las ideas musicales muy bien elaboradas, si bien el público de la época no era lo que esperaba, dejando un episodio amargo durante el estreno, con el tiempo la comprensión de la música de Brahms ha puesto a su primer concierto para piano en el lugar que se merece.
Brahms equipara los papeles de la orquesta y del solista en un entramado de registros que abarcan desde el lirismo íntimo de la música de cámara hasta la intensidad del tutti sinfónico. Todo y la efectividad musical de estos contrastes a nivel orquestal en ocasiones dificultan una clara recepción del solista, que puede llegar a quedar tapado por la masa de la orquesta, problema al que estamos habituados en el Auditori, Stefan Vladar, el solista invitado por la OBC demostró su destreza no solo ante la interpretación si no también en el equilibrio de dinámicas.
Fue destacable la interpretación del segundo movimiento, el control de los rubatos y las dinámicas solemnizaron la escritura elegante de Brahms.
Vladar cerró su actuación con la Consolación nº3 de Liszt a modo de Bis.
Ottorino Respighi es uno de esos compositores que ha pasado a la fama por solo una obra dentro de un gran catálogo, y es una lástima que muchas de las otras obras pasen, en ocasiones, al olvido. La OBC rescataba este fin de semana Arias y danzas antiguas, una suite de pequeñas obras con influencias de autores del renacimiento y primer barroco escrita para orquesta de cuerdas. Respighi no es ni el primer ni último compositor en echar la vista atrás en la inspiración para una obra de estas características, Vaughan Williams o Gustav Holst también impregnaron su música con estos estilos antiguos en algunas de sus obras, o más recientemente Henryk Górecki también lo hizo en sus Tres piezas en estilo antiguo, obra también escrita solo para orquesta de cuerda.
Puede resultar curioso ver a la mitad de la OBC sobre el escenario, quizá estamos poco acostumbrados puesto que lo que se supone que es más espectacular cuando vas a ver una orquesta es ver el grueso de la plantilla sobre el escenario, sin embargo ocasiones como estás nos demuestran que el tamaño o el número no importan sino una buena interpretación. A Kazushi Ono se le vio disfrutar dentro de este círculo más reducido, en una interpretación cómoda y que tendió más al detalle y la escucha de las voces internas. Todo un regalo para el público del Auditori.
Bartók era algo más maduro cuando escribió el ballet El Mandarín maravilloso. Sin embargo tampoco se libró del escándalo durante el estreno en Colonia, llegando incluso a ser temporalmente prohibido por el alcalde de la ciudad.
Cabe señalar que la versión que interpretó la OBC fue la suite de concierto, la cual preserva casi dos tercios de la música original del ballet, siendo la versión que más se interpreta. Puede parecer un apunte anodino o insignificante, pero lo que pretende señalar es que no escuchamos la versión original sino una adaptación, sin hablar tampoco de la parte fundamental de la danza y el movimiento dentro del significado de la obra. Es habitual y pasa con otros ballets, o incluso con óperas, que las salas de concierto tienden a eliminar una parte esencial de la interpretación como es la danza, lo que en ocasiones también implica una recepción menor de la totalidad de la obra por parte del público, o que algunos detalles sonoros y musicales no se entiendan al perder su relación con el argumento principal.
Hecho este apunte seria justo decir que la OBC se mostró mejor que nunca en una interpretación brillante y apurada, ofreciendo su mejor versión en una partitura nada fácil y que destaca por su complejidad rítmica y técnica, destacando la interpretación del clarinete y la cuerda.