Tarde de lluvia y aplausos
By CARLOS GARCIA RECHE FEB. 12, 2018
Durante la chubascosa tarde del lunes 12 de febrero tuvo lugar un evento que reunió a dos de los músicos españoles más afamados e internacionales del momento, casualmente en el mismo Palau, donde una década atrás se estrecharon la mano por primera vez. La meteorología no hizo mella en el público expectante, pues el aforo se presentaba repleto. Pasadas las 20:30 irrumpían en escena los músicos de la centenaria Münchner Philarmoniker, sorprendidos tal vez por nuestra habitual costumbre de hacer los conciertos tan tarde. A la poderosa presencia de la orquesta alemana se sumarían las del director Pablo Heras-Casado y el pianista Javier Perianes (Premio Nacional de Música 2012), capitaneando juntos la gira que durante esta semana recorre Barcelona, Madrid y Canarias (Fuerteventura, Gran Canaria y Tenerife). El programa de la gira está compuesto por la sinfonía nº 50 en Do Mayor de Haydn en su más refinado clasicismo vienés, seguido del concierto para piano nº 3 en Mi Mayor de Béla Bartók y de la turbulenta y emotiva sinfonía nº 7 en re menor Op.70 de Dvořák. El estandarte de batalla era sin duda el más apasionado y “romántico” de los piano concerto de Bartók, compositor al que ambos profesan respeto y pasión al haberlo grabado en un disco editado por Harmonia Mundi (junto con el Concierto para orquesta Sz. 116, BB 123), también con la orquesta germana.
La dirección sin batuta y sin partitura, atenta y enfática, se hacía muy visual ya desde la sinfonía de Haydn. El director todoterreno, alabado por su versatilidad y variedad de géneros, hizo suya la obra destacando sutileza y nitidez. La pulcritud y delicadeza que arrancaba a los de la filarmónica de Múnich se acompañó de un público bastante más silencioso de lo habitual, algo que hizo destacar algún que otro siseo involuntario del propio director. La magnífica conducción del granadino aportó calidez y una disposición que favorecía en lo sonoro y lo visual a los segundos violines.
El prestigioso Javier Perianes se sentaba al piano y ocupaba el escenario junto al resto de la plantilla bávara tras un brevísimo saludo. Le tocaba el turno a Bartók, que sonó exquisito y preciso. Del piano emanaba puro sentimiento y honestidad desde la primera nota, captando así la intención de una obra que no destaca precisamente por un virtuosismo desmedido sino por un homenaje a estilos pasados, en el marco contextual de un compositor exiliado en Estados Unidos y al final de su vida. A destacar fue la compenetración total entre solista y director, de lenguaje invisible y que dio lugar a una inmejorable coordinación a todos los niveles. Al mixolídico tema del Allegretto maestoso le siguió la contemplación del Adagio religioso, con un Javier muy meditativo y reflexivo. El efervescente rondó final Allegro Vivace, con sus fugas y pasajes llenos de vitalidad, fue el mayor momento de lucimiento de la orquesta y del solista. Al finalizar, Javier sació los aplausos con La fille aux cheveux de lin (Debussy), delicatesen impresionista que le valió al músico otra larga ovación.
Tras la pausa se desató el poder sinfónico checo de Dvořák, poderío que Heras-Casado supo manejar totalmente, perfilando una masa sonora libre de excesos estridentes en los tutti. Fue con la séptima de Dvořák donde pudo verse al director más entregado y apasionado, muy atento así a los contrastes dinámicos del Allegro maestoso. También a destacar fue el desvaneciente final del Poco adagio, que dejó sin aliento a la audiencia del Palau de la Música, y un contundente Finale – Allegro, donde percusión y cuerdas mantuvieron siempre el equilibrio sonorod.
El exitoso concierto de los andaluces se saldó con una animada firma de discos que hizo las delicias de admiradores jóvenes y no tan jóvenes.