(Photo by Antoni Bofill)

By ISRAEL DAVID MARTINEZ     MAR. 27, 2017

Concierto peculiar el ofrecido este pasado lunes por Cecilia Bartoli y Antoni Parera Fons –en sustitución de Sergio Ciomei–  en el Palau de la Música Catalana.

El objetivo del mismo fue el de abarcar 400 años de historia de la música, desde el s. XVI hasta el XX, con canciones italianas y, para dar descanso a la maravillosa cantante, una serie de piezas para piano solo, alguna compuesta por el propio intérprete.

El cambio de pianista ¿a última hora? tuvo graves consecuencias tanto en el programa –se cambiaron algunas obras interesantes por otras incongruentes– como en el resultado artístico.

Se ha de sospechar que a la señora Bartoli no le entusiasma el sonido que produce Parera Fons y como, además, parece que debe cuidarse la voz y no realizar grandes esfuerzos decidió, de forma insólita, borrar el sonido que emitía el instrumento rey. Es decir, cerraron el piano. Bajaron la tapa totalmente. El resultado fue inaudito, como si el intérprete estuviera tocando en otra sala del Palau. Hay quien comentó que si el pianista hubiera hecho el concierto desde su casa de Mallorca hubiéramos disfrutado de más armónicos. La sensación era la de, por todos los medios, apagar el sonido normal, como si encima del piano se hubiera colocado un colchón atado con una cuerda.

Por lo demás un concierto muy difícil de digerir. La Bartoli, ¡fantástica!, construyó un concierto digno de un crucero o de una reunión de excompañeros de instituto. Al lado de joyas como Se Florindo è fedele de A. Scarlatti tuvimos, entre otros, a un compositor llamado Alberto Barberis, cancioncitas peculiares como Ninna nanna de F. P. Tosti, Nel blu dipinto di blu de D. Modugno, o composiciones del pianista para rellenar.

Como complemento de la experiencia se contrató a Pandemonia que es un señor inglés que se viste de látex y que se pasea por las pasarelas de moda. No sé qué hubiéramos hecho sin él.

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