Un Currentzis inmenso rompe el maleficio ruso en L’Auditori
TELMO SANS RUIZ MAR. 30, 2022 (Foto: ©Alexandra Muravyeva)
El martes 29 de marzo era una fecha marcada por muchos en el calendario de conciertos de Ibercamera. La llegada del director greco-ruso Teodor Currentzis no iba a pasar desapercibida entre el público barcelonés, que respondió con un cartel de casi lleno en L’Auditori.
No es fácil ser director de orquesta ruso y no haber sido llamado al cese en todo Europa. Un caso digno de admiración el de Currentzis, pues con los tiempos en los que vivimos ha querido dar todavía más sentido a su gira europea, justificándola como una “llamada musical a la paz y la concordia”, a la que las principales salas de conciertos se le han querido unir. El repertorio escogido inicialmente, sufrió un cambio por completo, pues el Brahms previsto se intercambió por obras de compositores de Ucrania (Shchetynsky), Alemania (Widmann) y Rusia (Shostakovich).
Era la primera vez que la Temporada de Ibercamera ofrecía un repertorio exclusivamente de los siglos XX-XXI, que a priori no aparenta sencillo ni para los intérpretes ni para el público. Currentzis se lo tomó como un reto, el cual superó en cada sentido.
Pese a ser Shchetynsky quien saldría como el menos espectacular de entre los tres compositores, pues su obra -Glossalia, para orquesta- era la más corta y con la plantilla más pequeña, Currentzis consiguió hacer llegar al oyente todos los colores de la obra. Fue interesante también todas las técnicas que aplicaba el compositor, incluido el toque irónico final del glissando de timpani para cerrar su pieza.
Le siguió el Concierto para Viola de Jörg Widmann, con el maravilloso Antoine Tamestit como solista. Toda la “performance” del Concierto hizo muy amena la obra para la mayoría del público, que disfrutó del maravilloso discurso musical que ofrece Widmann en su obra, con una sensación de que cada nota, cada color y cada decisión musical estuviese pensada hasta el más mínimo detalle. Casi hizo olvidar al público que aún quedaba por escuchar el plato fuerte del concierto. Tamestit se despidió de Barcelona con una preciosa melodía ucraniana como bis que había descubierto hace unas semanas, y que en efecto como él mencionó, se parecía tanto a Bach, que a él le reafirmaba la premisa de que la música no conoce fronteras y que es de todos. Un cierre precioso que dio paso a la segunda parte y a la 5ª Sinfonía de Dimitri Shostakovich.
La obra del compositor ruso no necesita presentación alguna. Difícil, penetrante, trágica, pero a la vez maravillosa, la obra es, cada vez que se interpreta, un reto tanto para el intérprete como para el espectador. Alexsei Tolstoi, crítico de confianza de Stalin y quién decidió en el estreno de la sinfonía allá en 1937 la suerte de Shostakovich, la describía como la “formación de una personalidad”. Dio la sensación de que Currentzis se tomó muy enserio esta premisa, dando una versión delicada, trágica inicialmente, que encontraba su maravilloso clímax en el tercer movimiento con el motivo de tres negras que tantos analistas han marcado como culminante en la obra del compositor ruso. Toda esta tensión resolviendo en el épico 4º movimiento y final, que cerraba la formación de esta personalidad. Una personalidad que después de tanto sufrimiento, da esperanzas y que une a todo el público, una música que une a todas las personas, y que como dijo Tamestit, cuando llega a tal punto, no importan las fronteras.
Logró Currentzis la concordia que anhelaba, solo falta, que llegue a los oídos adecuados.