Enorme OBC social, Bernstein descomunal
(Photo by Sam Folk)
By JOSUÉ BLANCO FEB. 17, 2018
En el año 2012 surgió el proyecto participativo del Auditori y la OBC conocido como ET TOCA A TU, consistente en acercar la música de carácter profesional a diferentes colectivos y escuelas convirtiendo la música en una herramienta de inclusión social ofreciendo así la oportunidad a jóvenes músicos de poder tocar con una orquesta profesional en un escenario de lujo; “el Camp Nou de los Auditorios” según comentaba uno de los chicos que participaban en el proyecto en el vídeo promocional.
El escenario perfecto en el que se citaban la OBC, con Kazushi Ono al frente, la Big Band de l’institut Guillem Catà y Coral Escodines, juntamente con la colaboración de algunos músicos de l’Orquestra Simfònica de l’Escola Superior de Música de Catalunya (ESMUC), todos ellos bajo la batuta del maestro Kazushi Ono. Se estrenó la obra Illa Esperança, encargo especial para la ocasión, como es habitual en este proyecto, que recayó en las manos de Arnau Tordera, el compositor, guitarrista, cantante y más conocido por ser cantante del grupo de pop-rock catalán Obeses. La obra es fruto de la coordinación y el trabajo entre las diferentes organizaciones y grupos participantes, el compositor se adaptó a los diferentes niveles y posibilidades de cada uno, además de los diferentes valores y opiniones que los jóvenes, en un trabajo conjunto con el compositor, querían transmitir con esta obra: el desencanto, el deseo de cambio y el logro del objetivo perseguido. En definitiva una obra que no buscaba la perfección musical ni el alto nivel interpretativo pero con un poderoso mensaje de esperanza y optimismo y con un importante implicación social.
Continuando con el entusiasmo de esta primera parte la OBC, con algunos jóvenes de la Orquesta Sinfónica del ESMUC, interpretaron una singular obra del famoso compositor americano Aaron Copland: El Salón México; un atípico ejemplo de la obra del compositor, donde él mismo evoca sus recuerdos de sus visitas a México y al salón que da nombre a la obra. La instrumentación brillante y amplia del compositor de la famosa Fanfare for the Common Man se abre paso entre melodías tradicionales mejicanas y un lenguaje rítmico muy marcado haciendo de esta obra una despreocupada imagen de este salón de baile que tanto impresionó a Copland.
Para cerrar esta exuberante primera parte, hasta un cierto punto inconexa en la relación de obras, pudimos escuchar el Concierto para violín n.º 1 en sol menor de Max Bruch de la mano de Nikolaj Znaider. Bruch es quizás uno de esos compositores olvidados que en ocasiones se recuerda por una obra concreta. Este primer concierto para violín ha llegado a eclipsar otras composiciones del autor como la Fantasía Escocesa o el Kol Nidrei para violonchelo y orquesta, o el resto de los conciertos para el mismo instrumento, siendo el que más se interpreta –además cabe señalar que el concierto fue dedicado a uno uno de los violinistas más influyentes del momento, Joseph Joachim, quien ayudó a Bruch durante la composición del mismo y estrenó la revisión que el compositor hizo de la obra‒. No es casualidad que esta obra sea también interpretada por los grandes violinistas de la actualidad: el violinista danés Nikolaj Znaider se mostró desbordante en su interpretación, con una claridad y sonido capaz de competir con la orquesta; los contrastes y capas sonoras estuvieron completamente nivelados destacando el acompañamiento del oboe y la trompa. Tras los aplausos Znaider bromeó con la hora y aún alegando que se había hecho tarde se animó a interpretar el Adagio de la 1ª Sonata para violín de Bach, una pieza distinta y extraordinaria para un bis.
Tras la media parte llegaba el momento de la Simfonia núm. 3 ”Kaddish” de Bernstein, obra que la OBC interpretaba por primera vez y que sirve para abrir el centenario Bernstein, puesto que se cumplen 100 años de su nacimiento este 2018. Bernstein sigue siendo, aún hoy en día, uno de esos compositores más conocidos por su faceta como director, quizás algo como lo que le pasó a Gustav Mahler en su momento; de todos modos composiciones como West Side Story, Candide o la Serenade han puesto a Bernstein en el merecido lugar dentro de la historia de la composición.
Su tercera y última sinfonía es una obra dramática de gran formato y que necesitó la ayuda del Cor Lieder Camera, el Coro Madrigal y el Coro Infantil Amics de la Unió, además de la participación especial de la soprano Ilona Krzywicka y Andrew Tarbet en el papel de narrador, función imprescindible en esta obra, donde el texto narrado ‒y escrito por el propio Bernstein‒ hace una evocación muy personal alrededor de la oración judía del Kaddish, con un tono que va de la desesperación a la ternura, entre el dolor y la rebelión hasta la esperanza y la adoración.
Si bien la producción sinfónica de Bernstein difiere en cuanto al carácter y al tono de su producción de operas o musicales más conocidos, esta obra combina elementos populares, jazzísticos, tonales y dodecafónicos,: la conjunción de todos estos elementos confeccionan un tejido musical sensacional pero a la vez de gran dificultad, no solo musical sino sobretodo dramática y de interpretación conjunta de los coros, orquesta, narrador y soprano ofreciendo una obra sublime.