Lo sognai ferito
JOSÉ MARÍA GÁLVEZ DIC. 8, 2019
Así inicia Imogene su peregrinar desde la desesperanza inicial hasta la locura final. Mujer maltratada por la vida y por los que la viven. Mujer que para salvar a su padre de una muerte cruel se ve obligada a casarse con el verdugo de su progenitor, con el duque Ernesto, enemigo a muerte de su auténtico amor; mujer que tiene que tragarse las ruedas de molino de su dignidad y obligarse al embarazo para darle un vástago al tirano desalmado. Un hijo que cerrará el círculo de la desgracia, de la ignominia en la escena de la locura sobre la tumba del duque. Es esta mujer la auténtica protagonista del melodrama que Vincenzo Bellini (1801-1835) estrenó en 1827 con el título de “Il Pirata”. Centro de un tornado, vórtice de la desesperanza, que toma vida en una voz digna de cuidar, grave y plena en los graves, fácil y virtuosa en los agudos y siempre con un cuerpo sonoro que se adapta y toma la forma del drama que nos ofrece y que no es otra que la de la soprano búlgara Sonya Yoncheva, a la vez vehículo del homenaje que el Teatro Real hace con todas las representaciones del presente título a la recordada Montserrat Caballé, que nos dejó algunas de las mejores Imogene que aún, gracias a las grabaciones, se pueden escuchar. Alrededor de ella se justifica la existencia de Gualtiero, el pirata, del que no sabemos su pecado, pero sí la penitencia. Ese sufrimiento que le hace reconocer que su vida solo depende del amor de Imogene, lo cual queda claro desde el principio con el emotivo “la mia vita omai dipende de Imogue, dall amor. El encargado de poner en pie semejante desgraciado, que pierde la cabeza por estar lejos de su amada, y la vuelve a perder por acusarla de traidora y de infiel al haberse casado con el duque, y la pierde ya definitivamente por su dignidad en la venganza y porque solo la muerte es capaz de devolverle la paz que le fue arrebatada con un amor imposible, es el tenor mexicano Javier Camarena que con su voz nos hace sumergirnos en un magma denso de tragedia sin renunciar a las líneas principales del bel canto. Javier Camarena recorrió la partitura con la comodidad que le caracteriza, pero no estuvo exento dicho recorrido de instantes especialmente comprometidos para el tenor ante los cuales respondió con audacia salvando la situación dignamente. Tanto Yoncheva como Camarena cosecharon múltiples vítores y aplausos en casi cada intervención. El tercero en discordia es el cruel duque Ernesto en el cuerpo y voz de George Petean, barítono rumano de no grandes dotes interpretativas y línea vocal algo neutra y monótona, pero que alcanza acertados resultados en casi todos sus dúos. Cierran el sexteto vocal el tenor búlgaro Marin Yonchev, hermano de la soprano protagonista de la jornada, hace un creíble Itulbo, segundo y mano derecha del pirata; el bajo Felipe Bou en el papel de Goffredo, y la soprano barcelonesa María Miró, de bella voz luminosa y decidida línea melódica, con credibilidad en su canto.
LIBRO Y ESCENA
“Il Pirata” tiene libreto de Felice Romani, del cual acabamos de escuchar en cercanas fechas un título, como “L’elisir d’amore” y a su pluma se deben títulos tan señeros como “Norma”, “La sonnambula” o “Anna Bolena”, por tanto es un autor que conoce el ritmo del lenguaje para formar parte de la ópera bajo el manto de la música lo cual se nota a lo largo de todo el drama. Otra cosa es si la historia tiene suficiente cuerpo para tener credibilidad, pero es posible que la credibilidad no tenga nada que ver con la visión artística de la vida, la cual es capaz de situar a finales del siglo XIII un drama personal en el que los personajes renuncian a seguir con vida si no pueden tener la plenitud de su amor. Siglo en el que se celebran 6 cruzadas casi sin solución de continuidad todas ellas abocadas al fracaso.
La producción que se nos presenta es del Teatro Real en coproducción con el Teatro alla Scala de Milán con una dirección de escena de Emilio Sagi de factura atemporal y que sirviéndose de espejos múltiples potencia tanto en las luminosas escenas, que son pocas, como la entrada de Imogene en la escena cuarta del primer Acto, como aquellas más abundantes que se sirven del carácter gótico y sombrío del propio alma de los personajes. Emilo Sagi muestrea su profesionalidad en el mundo de la ópera, al facilitar en todo momento el canto a los personajes y situarlos en posiciones y lugares que potencien sus cualidades. Acertadísimo la escena final con ese velo que tras la figura de Imogene se va extendiendo como una sombra y pasa de barca de Caronte a velo funerario para acabar en el hijo de la vergüenza al que le canta su madre desde lo más oscuro de su locura. A ello contribuyen la figurinista Pepa Ojanguren, el escenógrafo Daniel Blanco y en no menor medida la iluminación de Albert Faura.
ORQUESTA Y CORO. BENINI
Desde el mismo inicio la orquesta deja huella y premoniza sobre lo que será su lectura de la obra. Volvemos a encontrar a la Orquesta Titula del Teatro Real que nos gusta escuchar muy lejos de lo que se escuchó en “L’elisir d’amore” como se comentó en esta tribuna. La orquesta bajo la dirección del maestro italiano Maurizio Benini, de generoso gesto y audible marcaje a los músicos, alcanza niveles de altísima calidad, desde el inicio mismo hasta la escena final en la que arpa y corno inglés acompañan de la mano a Sonya Yachonva en los momentos de más íntimo desgarro, con destacable actuación de la flautista a lo largo de numerosas intervenciones quasi solista de la obra. No se queda atrás el Coro Titular del Teatro Real, recuperando, al igual que la orquesta, los niveles sonoros, en cuerpo y musicalidad, que no era capaz de encontrar en el título anterior.
Merecido éxito el que ha cosechado el Teatro Real con “Il Pirata”, aunque el resultado sea una mujer que pierde el raciocinio, un marido cruel y déspota que es asesinado y un amante pirata que es decapitado. Prueba de que la música torna, sin duda, lo vulgar en excelso.