Saltear al contenido principal
Cultura Versus Nacionalismo Y Nuremberg

Cultura versus nacionalismo y Nuremberg

JOSÉ MARÍA GÁLVEZ MAY. 13, 2024 (Fotos: ©Javier del Real)

Cuando se oye el nombre de Richard Wagner (1813-1883), al -así llamado- gran público le viene a la memoria una serie de óperas entre las que las cuatro Jornadas que conforman la Tetralogía del Nibelungo son las más populares, jalonadas de otras como “Tristan und Isolde, WWW 90”, “Lohengrin, WWW 75” o “Tannhäuser, WWW 70”, pero también otra ópera de temática muy distinta a las anteriores, “Die Meistersinger von Nürnberg, WWW 96” compuesta entre 1845 y 1867 y estrenada en el Teatro de la Corte de Múnich el 21 de junio de 1868 bajo la dirección del mítico Hans von Bülow, casado en ese momento con Cosima Liszt, hija ilegítima del compositor y pianista húngaro Franz Liszt (1811-1886), la cual ya mantenía una relación extramatrimonial con Richard Wagner con el que se casaría tras el divorcio con el que fue primer director de la Filarmónica de Berlín, lo que no supuso enemistad ni distanciamiento de von Bülow hacia el maestro de Leipzig. Por tanto, coetánea en su composición con la Tetralogía, de la no hay influencias ni guiños en la obra, y posterior a la Acción (Handlung) que supuso “Tristan und Isolde”, de la que “Die Meistersinger von Nürnberg” bebe en más de una ocasión llegando a citar a la anterior en el Acto III.

El desarrollo y la acción se centra, fundamentalmente, sobre seis personajes: Hans Sachs, Walther von Stolzing, Eva, Sixtus Beckmesser, Veit Pogner, David y Magdalene, habiendo otros diez que comparten escena con los anteriores. La historia, cuyo libreto es fruto de la pluma del propio compositor, se resume en la yuxtaposición entre las tradiciones de rancio abolengo pero que sirven como estandarte a las manifestaciones de defensa de nacionalismos patrios de pureza y superioridad frente a la apertura y aceptación de una mayor cultura y conocimiento. La entrada de un externo al grupo de Maestros supone una fortísima discusión sobre los principios. Los Maestros los son por oficio: el peletero, el fontanero, el escribiente, el panadero, el estañero, el comerciante, el sastre, el jabonero, el fabricante de calcetines, el herrero, el orfebre y el zapatero, y Walther, que desea entrar en la comunidad de Maestros Cantores no es nada de esto ni que se le parezca y la fuerza que lo mueve a intentar su ingreso en tal comunidad no es otra que, de nuevo, la fuerza del amor como respuesta a la, en nuestros tiempos, descabellada idea del orfebre de ofrecer a su hija Eva en matrimonio al que gane un concurso de canto, con la casualidad de que Eva y Walther ya estaban previamente enamorados.

Se sabe que Wagner era un nacionalista alemán sin disimulo, pero también que fue un revolucionario de la cultura en general y de la música en particular, contraviniendo gran parte de las convenciones del momento, por lo que la presente ópera, una de las más largas del autor, cuatro horas y veinticinco minutos en la versión que en el Coliseo madrileño se representa, supone las dos caras de una realidad en la que, a pesar del henchido y peligroso monólogo de Hans Sachs del final, la Cultura sobrevive a los principios inamovibles del sentimiento nacionalista.

Entre cajas y marcos

La presente producción lo es en coproducción entre el Teatro Real, la Royal Danish Opera de Copenhague y el National Theatre de Brno con dirección escénica de Laurent Pelly, al que ya hemos visto con desiguales resultados en “Falstaff” de Giuseppe Verdi (1813-1901) o en “Il turco in Italia” de Gioachino Rossini (1792-1868), del que rescata su fijación por enmarcar, literalmente, a determinados protagonistas de la escena, en este caso al grupo de Maestros Cantores. La escenografía, en general con poca sustancia (que no elementos, vista la profusión de cajas de cartón que emulan viviendas en el Acto II, reflejo del expresionismo alemán de hace cien años) e hija de influencias varias, no aporta más que la idea, si es lo que quiere transmitir, de vetusto y caduco de una determinada sociedad y manera de vida, mas escénicamente no supone un planteamiento original ni elaborado, ni -por supuesto- de época, pero tampoco dificulta la correcta interpretación puramente musical de la obra, lo cual ya es mucho más de lo que se puede decir de otros directores de escena y escenógrafos.

Elenco único

Las nueve sesiones que abarcan un mes, desde el 24 de abril al 25 de mayo, en las que se representa la ópera en el Teatro Real mantienen un único elenco. A la cabeza del mismo Hans Sachs, Eva y Walther von Stolzing. El zapatero Hans Sachs por el bajo-barítono canadiense Gerald Finley, cantante del que ya hemos tenido reseña y noticias en estas páginas el 3 de noviembre de 2023 cuando encarnó el papel de Anthony en “Anthony & Cleopatra” de John Adams (1947) en el Gran Teatre del Liceu de Barcelona. Finley posee una voz con solvencia, fresca, buena proyección, sin aristas ni arrugas y expresiva; así como presencia escénica pareja a su voz. Eva, a cargo de la soprano norteamericana Nicole Chevalier, la cual se encargó del papel en medio de un proceso gripal, fue tan apropiado que no imagino como será sin gripe. Voz de factura bella, de aparente facilidad y dominio del carácter. También su trabajo escénico es convincente en los distintos escenarios, de enamorada, de caprichosa o de segura, con que se nos presenta a lo largo de los tres actos. Y como tercer pilar del cuerpo principal de Los Maestros se nos presenta el tenor alemán Tomislav Muzek dando vida a Walther von Stolzing que con su presencia trabajó por un digno personaje que no terminó de construir debido a la escasez de fuerza, color y, en parte, de expresividad más apropiada a sus intervenciones. Parecía que la gripe la tuviera él. Como causante de todo el tinglado del concurso de canto para casarse con una joven, virgen se supone, está el, así se nos muestra, anciano orfebre Veit Pogner en la voz del bajo coreano Jongmin Park, sobresaliente en toda su extensión, creíble, dosificada, luminosa y potente cuando lo requiere, lírica o dramática según el caso. Inestimable las ayudas de Magdalene para Eva, en la voz de la Anna Lapkovskaja, mezzosoprao rusa ya escuchada en la temporada 2021-2022, y del tenor alemán Sebastian Kohlhepp como aprendiz de Hans Sachs, cumpliendo ambos sendos papeles con dignidad y musicalidad. He dejado para el final de los comentarios de los personajes protagonistas al barítono inglés Leigh Melrose escuchado en la pasada temporada en su papel de Nixon de la ópera “Nixon in China” de John Adams, la segunda vez que aparece este compositor en esta crónica, y como entonces se desliza por lo bien hecho. Asume el papel de Sixtus Beckmesser tal como lo entiende Laurent Pelly, al borde del patetismo, caricatura del soltero decrépito y patéticamente villano, con un rigor escénico y unas condiciones vocales ecelentes. Respecto al resto del elenco vocal, cabe destacar la sereno, seriamente cómico con una seguridad en la línea vocal del bajo ucraniano Alexander Tsymbalyuk y a los españoles José Antonio López, barítono que encarna al Maestro Fritz Kothner y el tenor Albert Casals como Balthasar Zorn y correctos realizando un buen trabajo de grupo el resto de Maestros Cantores.

Heras-Casado y Wagner

Después de varias temporadas escuchando la Tetralogía bajo la batuta de Pablo Heras-Casado, el director granadino nos ofrece su lectura de partitura tan delicada como la que se representa estos días en el Teatro Real. Lectura trabajada y llena de contrastes perfectamente conducidos y traducidos por Pablo Heras-Casado. Resoluciones efectivas en momentos muy destacados como al final del primer acto, o la revuelta del segundo o el final de apoteosis, en el que se enfrentan un nacionalismo rancio de un Sacro Imperio Romano que devino en la perversión de las razas y la exaltación de la cultura, del arte, por encima de cualquier circunstancia y limitación que venga por una tradición mal entendida, como final de la ópera.

Al ambiente de festividad final contribuyó el buen hacer de un coro que estuvo siempre arropando a los Maestros o siendo protagonista indubitado de escenas tumultuosas como la comentada del segundo acto. El público agradeció la larga sesión operística de forma muy calurosa.

Más información:

https://www.teatroreal.es

Volver arriba