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Beethoven Y Bruckner De 5 Estrellas

Beethoven y Bruckner de 5 estrellas

(Photo by Antoni Bofill)

By GONZALO VILLEGAS     MAY. 10, 2017

Es todavía reciente, tanto en el calendario de la temporada vigente como en el tiempo de vida de que goza Press–Music, la huella que dejó Volodos con el Tercero de Beethoven. En esa ocasión lo hacía en el Auditori, ahora vuelve al Palau y se pasa el relevo con Buchbinder en una semana repleta de compromisos musicales en las principales salas de Barcelona; el testigo es la misma obra para solista del de Bonn, ahora bajo las manos del Austrocheco y el escrutinio de Juanjo Mena con la Filarmónica de la BBC en los atriles y con otro añadido monumental en el menú: la Cuarta de Bruckner (“Romántica”).

De ser posible, habría que visitar sendas tumbas y hablar con ellos un rato, aunque la de Bruckner no cae muy céntrica. Junto a Beethoven (en el Zentralfriedhof de Viena) encontraremos a Schubert y Brahms; cercanamente, Schoenberg y una buena plétora más. Para charlar con Bruckner, hay que irse a la Alta Austria hasta un pueblecito donde nació y se formó inicialmente, Ansfelden (tiene apenas una capilla, una escuela, oficina de correos y una posada), y de ahí hay que andar 11km hasta San Florián, donde se hallan en la cripta los restos de Bruckner: durante ese peregrinaje se exponen en paneles explicativos todas sus sinfonías (génesis de la pieza, forma de ésta y contexto histórico) hasta alcanzar la abadía agustiniana.

Primera parte: Beethoven en do menor. Segunda parte: Bruckner en el relativo mayor de la misma tonalidad (y, por ende, sumas referencias a la primera, además de buenas aventuras en las improbables regiones de do bemol, si bemol y sol bemol –para todos aquellos instrumentos que piensan las notas en tonalidades, esto representa un reto y un galimatías mayúsculos). A propósito: programa de mano y notas, impecables.

Sobre la primera parte en do menor.

Todo está en su sitio, apenas nada es reprochable: todas las entradas correctas, los tempi correctos, ¡todo!, nadie mete la pata. Algunas frases tienen una resonancia distinta a la que esperaba encontrar, pero no hay mácula alguna. Ello genera unas expectativas altas para la cadenza del Allegro. ¿Satisface Buchbinder esas expectativas? ¡Sí!, claro: con maestría y un dominio sobrenatural. Eso es quizás lo que te ofrece la edad: recién cumplido su 70 aniversario, puede decir “llevo estudiándolo 45 años”, como ha repuesto Barenboim al ser preguntado por una sonata de Beethoven, pues de este compositor hace su principal estandarte.

El Largo ha sido una confesión, un reflejo del alma, un diálogo muy íntimo susurrado entre piano y orquesta. Buchbinder sabe perfectamente lo que quiere, se reafirma, no necesita de nadie que le enjuicie: ya lo sabe él, está en sus manos y éstas no han disentido de su intención. Cabeza y murmureo hacen aquí y allá ademán bajo el peso de la carga de significado de algunas de las líneas tan bellas y melancólicas. Progresan al último movimiento del Tercero de Beethoven: el impacto es rotundo y sobrio, bien articulado, una forma siempre “bien dicha” con sus crecimientos y decrecimientos bien definidos y emplazados. Quizás sólo uno se propasó, y quizás fuera enardecido por el requerimiento que le vendría después con Bruckner: el timpani marcó un territorio que excedía los límites del conjunto en el Rondo. Mientras tanto, el pianista se iba dirigiendo para sí mismo las réplicas de la orquesta –notorio en su rostro. También fue notorio en su semblante que ni se despeinó ni perdió su aire en toda la empresa.

Y de propina… Soirée de Vienne, transcripción para piano de Johann Strauss: el pianista es ovacionado y vitoreado prolongadamente. Recomiendo repetir el divertimento de tan agradable escucha: existe grabación suya en un álbum consagrado a este Strauss (Teldec, 1999).

Sobre la segunda parte alrededor de un ‘no tan obvio do menor’.

Como si de un halo místico se tratara, envueltas se encuentran la figura de Bruckner (que fue tildada permanentemente de inferior por su condición de origen rural) y también esta obra en concreto, la Cuarta o Romántica: detrás de ella se sugiere no sólo el “problema Bruckner” de las versiones y revisiones (Gutmann, Löwe, Schalk, Haas, Nowak, etc.), sino también una suerte de programa que evoca lo que sucede musicalmente en cada movimiento. Un amanecer, un bosque, una caza (cor de chasse –de ahí la omnipresente relevancia de la trompa en toda la pieza), una tormenta, una danza o Ländler… muchísima riqueza de material para biógrafos, musicólogos y semiólogos; también para el director vasco al frente de la BBC Philharmonic.

Es un gran gozo encontrarse con un Juanjo Mena y una BBC que interpretan ese programa narrativo e hipotético misticismo con respeto, no lo mancillan en constricciones temporales de velocidad o en desequilibrios tímbricos: en algunos de los pasajes se dejaba escuchar una sonoridad de órgano perfectamente lograda en los vientos (como no puede esperarse de otra manera en una página escrita por el que fue tan instruido en ese instrumento durante una parte muy extensa de su vida). Es impertivo decir que aquella tan protagonista trompa declaró desde las primeras frases en solista que iba a meter la pata en muchas escenas de la sinfonía.

En comparación con la primera parte, la orquesta ha sufrido una pequeña maldición inaugurada por el trompista: muchos solos de la orquesta están dañados de inseguridad. Dos explicaciones o atenuantes se podrían esgrimir: los efectivos orquestales son mayores (incrementando así la probabilidad de que alguien meta la pata) y la obra es comprometedora: requiere de todas las secciones en una complicada sincronía para la construcción progresiva de un castillo enorme, cuyos cimientos (especialmente armónico y de instrumentación) son bastante avanzados. Interpretarlo hoy en día todavía resulta en un esfuerzo fatigante para los músicos.

No confundan mi puntualización como desmerecedora para con los efectivos de la BBC: han cargado con una potencia formidable, a la que sólo se le puede reprochar descontrol (en el tempo y en el trabajo entre secciones –quizás faltó un ensayo más) durante el Scherzo. En las grandes líneas, la BBC Philharmonic ha traído un equilibrio de planos fantástico, al igual que en el relieve de las voces, sin prisas por culminar esos procesos constructivos de tal envergadura.

Dice Jean Gallois sobre la simetría con la que Bruckner pone final a esta composición, apuntando a ese fraseo de los metales sobre un lecho de tremolo en las cuerdas que dan dirección armónica: “Así unificada, la Cuarta sinfonía acaba en un gran Hosanna en el que se afirma, ampliada a las propias dimensiones de la Creación que contempla, la potencia visionaria de la música”. Esta pieza cosechó por primera vez para Bruckner un éxito aplaudido en Viena: en vista de la altura con que se le brinda buen recuerdo a su música, hago lo propio, me pongo en pie y me sumo a ese aplauso a los colosos.

Tel.932–957–200, palaumusica.cat

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