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Buscando A Beethoven

Buscando a Beethoven

© A. Bofill

ISRAEL DAVID MARTINEZ     FEB. 15, 2020

En el 250 aniversario del nacimiento de uno de los compositores más importantes de la historia de la música, Ludwig van Beethoven (1770-1827), se han organizado multitud de conciertos e integrales –sinfonías, cuartetos de cuerda, sonatas para piano– en la mayoría de las salas de conciertos del planeta. Si en el año 2017, en el Palau de la Música Catalana de Barcelona, tuvimos la fortuna de calentar motores –para el citado aniversario– con un inmenso Gustavo Dudamel y una extraordinaria Simón Bolivar que robó el corazón de los asistentes, en este 2020 los encargados de volver a realizar la integral, en la mencionada sala modernista, han sido Sir John Eliot Gardiner, la Orchestre Révolutionnaire et Romantique, el Monteverdi Choir, el Cor de Cambra del Palau y los solistas Lucy Crowe (soprano), Jess Dandy (contralto), Ed Lyon (tenor) y Tareq Nazmi (bajo). El primer concierto se realizó el 9 de febrero de 2020 y, sinfonías tras sinfonía –y en el orden de composición– ayer se terminó la integral de lo que será una gira internacional que llevará a los protagonista –con el mismo repertorio a: New York, Carnegie Hall (19 – 24 Febrero); Chicago, Harris Theater (27 de Febrero – 3 de Marzo); London, Barbican Center ( 11 – 16 Mayo) y Αθήνα, Odeon (22 – 27 Junio).

Uno de los aparentes atractivos, y con el que los organizadores han sabido atraer al público –¡lleno absoluto en los cinco conciertos!–, ha sido el discurso estético (fundamento recreativo) sobre el que el afamado director inglés y sus fieles acólitos han cimentado sus versiones:  ¡Por fin una versión historicista de las sinfonías! Una percepción cercana a lo que el propio autor y sus contemporáneos imaginaron y escucharon entre el 2 de Abril de 1800 (entreno de la Primera) y el 7 de Mayo de 1824 (estreno de la Novena). 

Lejos de realizar un análisis pormenorizado de la interpretación de cada uno de los movimientos de las sinfonías, sí quisiera anotar algunos puntos que me han llamado la atención y que ayudarán a entender lo sucecido. Durante las Sinfonías nº 1, 2 y 3, Gardiner mantuvo de pie a los violines primeros y segundos y a las violas. Esto ocasionó imágenes inéditas: algunos intérpretes, en los descansos entre los movimientos, realizaron ejercicios de estiramientos de brazos a la vez que flexionaron las piernas. Realmente inaudito. Desconozco si Gardiner, por esa razón, permitió que los intérpretes se sentaran durante la interpretación de las Sinfonías nº 4, 6 y 8.

La decisión estética, visual, teóricamente historicista –aunque el propio Gardiner en la película “Eroica” de la BBC, en la que se explica cómo fue el estreno de la Sinfonía nº 3, sentara a los violines y violas– tuvo unas consecuencias negativas en el sonido orquestal. El registro grave desapareció, no existieron planos orquestales, los tutti perdieron el carácter compacto, las maderas estuvieron desatendidas…

© A. Bofill

Hubieron ciertas incoherencias en cuanto a la supuesta historicidad o, tal como dice mi buen amigo Germán Gan Quesada, a la versión “históricamente informada”. Si bien se afinó con un “La” a 430 (esta información me la facilitó el segundo trombón de la orquesta, el español Miguel Tantos Sevillano) y en un principio las cuerdas montaron cuerdas de tripa: ¿Por qué tocaron con arcos clásicos? ¿Por qué unos cogieron el arco barroco y otros no? ¿Por qué unos utilizaron mentonera y otros no? Quizás hubiera sido mejor seguir una coherencia interpretativa. Dejando a un lado el debate sobre si, con este tipo de orquesta, la Sala de Conciertos del Palau de la Música Catalana es el auditorio idóneo, llamó la atención la inacción por parte de Gardiner para solventar las deficiencias mencionadas. ¿Qué se podría haber hecho? Pues no tapar a los violonchelos y, ya puestos, que tocaran con pica; colocar a las maderas y a los metales en una situación más alta y reforzar la sección de contrabajos. Lo que si se hizo fue colocar al contrafagot en las Sinfonías nº 4 y 7 cuando Beethoven no lo solicita en las partituras. En fin.

En líneas generales una interpretación pobre, con tempos predecibles, sin aportaciones dignas de mención y muy, muy lejos de lo que hizo Dudamel en la misma sala. Problemas de afinación propios en algunos instrumentos históricos, sonido en los timbales demasiado incisivo y duro debido a las baquetas utilizadas (quiero decir más propio de las galeras romanas que la de una orquesta beethoveniana), alarmante falta de armónicos, finales poco trabajados y detallistas, falta de ornamentación y articulaciones incorrectas, en definitiva un trabajo ciertamente anodino. Esto no quiere decir que tanto los músicos como el director no sean fantásticos intérpretes de reconocido prestigio e inmensa técnica, sino que Barcelona se debería haber situado al final de la gira y no al principio de la misma, cuando los “unos y los otros” hubieran tenido tiempo de comentar con Gardiner cómo solucionar una integral excesivamente compleja. De momento el director inglés, su orquesta y el público del Palau siguen buscando a Beethoven. ¿Al Beethoven historicista? No, al Beethoven eterno. 

palaumusica.cat

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