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Concierto Inaugural De La JOSB

Concierto inaugural de la JOSB

YOEL MARTÍNEZ    OCT. 13, 2025

 La Jove Orquestra Simfònica de Barcelona inauguró su 11ª temporada en el Palau de la Música Catalana con un programa de contrastes, de esos que invitan al oyente a transitar desde la luz mediterránea de Eduard Toldrà hasta las profundidades del alma de Piotr Ilich Tchaikovsky, pasando por la delicadeza romántica de Felix Mendelssohn.

 Un concierto solidario, cargado de significado, que reunió música, juventud y compromiso en una velada donde la emoción y el ímpetu convivieron con algunos matices de inexperiencia por parte del querido público.

Antes de que sonara la primera nota, tres intervenciones inauguraron la velada. La presentadora del acto que recordó el carácter solidario del concierto; una representante de la asociación AFAB, con palabras sencillas y profundamente humanas, habló en nombre de las familias afectadas por el Alzheimer; y finalmente, la primera viola de la JOSB dirigió unas breves palabras al público para presentar el programa y solicitar un gesto de respeto musical: no aplaudir entre el tercer y cuarto movimiento de la Sexta Sinfonía “Patética” de Tchaikovsky, donde el silencio es parte esencial de la obra. Sin embargo, la advertencia cayó en saco roto: al término del brillante tercer movimiento, el público —entusiasmado— rompió en aplausos prematuros, interrumpiendo ese instante de necesaria introspección que da sentido al desgarrador movimiento final. Un pequeño detalle que, sin embargo, dice mucho sobre la delgada línea entre entusiasmo y comprensión musical.

La orquesta abrió con “Camperola” de Eduard Toldrà, una obra breve pero llena de encanto, donde se percibió desde el inicio la frescura y energía juvenil de la formación. Destacó el brillo y la potencia de los vientos, bien equilibrados con las cuerdas, que mostraron un sonido compacto y entusiasta. Fue una introducción luminosa, impregnada de ese espíritu catalán que Toldrà supo plasmar con tanta encanto.

Llegó después el Concierto para violín y orquesta en Mi menor, op. 64 de Mendelssohn, con Marina Martíncomo solista. La joven violinista mostró un planteamiento sobrio, aunque su interpretación resultó algo fría en los primeros compases. En el primer movimiento, de gran exigencia técnica, la orquesta pareció dominar el espacio sonoro, relegando a la solista a un segundo plano; algunos pasajes se percibieron tensos y las notas más agudas no alcanzaron toda la proyección deseada. Sin embargo, en el segundo y tercer movimientos, Martín encontró el pulso y la expresividad, ofreciendo un fraseo más cálido y comunicativo. Fue un recorrido ascendente, donde la violinista supo finalmente conectar con el público y con la orquesta, que la acompañó con sensibilidad.

La segunda parte del concierto estuvo dominada por la majestuosa Sinfonía núm. 6 en Si menor, op. 74 “Patética” de Tchaikovsky, una obra que, escrita apenas una semana antes de la muerte del compositor, contiene su testamento emocional. Bajo la dirección precisa y expresiva de Carlos Checa, la JOSB ofreció una interpretación de gran intensidad y madurez.

El tercer movimiento, enérgico y vibrante, levantó al público en aplausos espontáneos, pese a la advertencia previa. Pero fue en el último movimiento, el Adagio lamentoso, donde la orquesta alcanzó su momento más sublime.

Las cuerdas, con un sonido profundo y aterciopelado, transmitieron con hondura esos últimos suspiros del alma de Tchaikovsky, un lamento sereno y contenido que fue apagándose poco a poco, hasta quedar suspendido en el aire con los Pizzicato finales de contrabajos y violonchelos. En ese instante, el silencio se hizo absoluto: el público, conmovido, permaneció inmóvil durante unos segundos que parecieron eternos, un homenaje silencioso al genio ruso y a la sensibilidad de los jóvenes intérpretes.

Como cierre, el público disfrutó de un vivaz bis con el célebre intermedio de “La boda de Luis Alonso” de Gerónimo Giménez, interpretado con desparpajo y alegría, recordando que la juventud orquestal puede combinar perfectamente el rigor con el disfrute.

En conjunto, fue una noche de buen nivel artístico especialmente en la “Patética” de Tchaikovsky. Más allá de los pequeños desequilibrios o de la efervescencia del público, la Jove Orquestra Simfònica de Barcelona volvió a demostrar su capacidad para abordar grandes obras del repertorio sinfónico con pasión, seriedad y compromiso. Un inicio de temporada prometedor para una formación que sigue creciendo concierto tras concierto.

 

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