De claroscuros a colores brillantes
By JOSUÉ BLANCO OCT. 22, 2017
La Sala Pau Casals de l’Auditori se presentaba más llena de lo habitual para la sesión dominical de esta semana. Sobre el escenario destacaba la celesta y las pocas sillas en la sección del viento metal. Esta era una de esas ocasiones en las que uno entiende porque aún va gente a oír música en vivo, hoy la OBC nos ha presentado todo un seguido de cuadros, imágenes y colores. Desde los claroscuros del Concierto para violín número 1 de Shostakóvich hasta la colorista orquestación de Ravel de Cuadros de una exposición de Mussorgsky, todo un despliegue de tonos, luces y brillos que la OBC ha sabido plasmar sobre el lienzo bajo la atenta batuta de Michal Nesterowicz, un joven director con mucha proyección.
Este cuarto concierto de la temporada continua con la tradición concertante de los tres anteriores, que también veremos en el próximo concierto con dos solistas sobre el escenario. Aún así el lenguaje característico de Shostakóvich fluye más allá de las melodías virtuosísticas y los pasajes puramente de acompañamiento, si bien es cierto que a Shostakóvich ya se le conoce por su profundidad expresiva y su sonoridad densa que contrarresta con feroces y casi diabólicos giros. Un lenguaje expresivo muy ligado a las tribulaciones de su vida personal que de alguna u otra manera siempre están presentes en su obra.
Pero por encima de estos claroscuros en su primer concierto para violín se percibe una luz característica e inusual que traza una línea directa entre el lenguaje del autor y la voz del instrumento solista, que en esta ocasión nos venía de la mano de, violinista y director ruso, enérgico y expresivo dotó a cada uno de los cuatro movimientos de este singular concierto el carácter adecuado, sin más y sin menos, sin exagerar ni atenuar los colores propios de la obra, cristalizando cada pequeña sombra.
En este aspecto la OBC, liderada por Nesterowicz, no ofreció resistencia al sonido nítido de Krylov que proyectó de forma colmada. Aún así la orquestación de esta obra merece ser destacada, sobre todo por la complicidad de la cuerda y por la síntesis del metal: con solo 4 trompas y una tuba Shostakóvich consigue el despliegue sonoro necesario: brillantes notas o tonos más aterciopelados que se hacen sentir sin enmudecer al solista. A la vez, en el registro superior y aportando una variedad de colores mayor, cabe destacar señalar la actuación del piccolo, el xilófono y las dos arpas acompañadas por la celesta. En definitiva una orquestación singular que va más allá del simple relleno orquestal.
Si bien es cierto que la gama de colores de Shostakóvich fue amplia y sobrepasando los claroscuros aparentes, la orquestación de Ravel de Cuadros de una exposición de Mussorgsky es bien conocida justamente por su amplia paleta de registros, efectos y colores orquestales tan vivos y plenos que han hecho que el nombre de Ravel se asocie rápidamente a la obra de Mussorgsky, a veces incluso sobreponiéndose al nombre del propio compositor, por paradójico que pueda parecer.
La partitura de Ravel sigue representando uno de los mejores y más claros ejercicios de la técnica de orquestación y un vivo ejemplo de la sonoridad impresionista/expresionista francesa. Sin entrar en disputas sobre estas etiquetas, se debe reconocer el papel artesano y detallista de Ravel que lleva a la orquesta, como un solo cuerpo, a su máxima expresión sonora y efectiva. Nesterowicz se presentó ante la OBC sin partitura pero con la batuta clara, el director polaco supo distribuir de forma eficaz la energía bruta a la obra, destacando la actuación de las trompetas y la percusión, aunque en algunos momentos quizás se vieron un poco diluidos por la masa orquestal, cosa que les pasó en algunas ocasiones a los primeros violines. Este hecho, aún así, no quita la perfecta interpretación de la obra y la energía con que la OBC está llevando este inicio de temporada.
Cabe señalar el entusiasmo del público tanto al final de Cuadros de una exposición, como al final del concierto para violín de Shostakóvich, que obligó a dos vises a Krylov, quien escogió a Paganini para acabar de hacerse con el público de l’Auditori.
Inicio de temporada que nos deja un octubre claramente concertante en el Auditori, esperemos que no gasten las cartas de solistas demasiado pronto pues la temporada es larga y alberga muchas expectativas.
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