“Dem lieben Gott”
By JOSUÈ BLANCO OCT. 20, 2018
Sin duda Anton Bruckner sigue siendo uno de los grandes referentes del sinfonismo romántico: sus enormes sinfonías vuelcan todo el conocimiento armónico y contrapuntístico del compositor, junto con su devoción religiosa. Por otro lado la música de Sofiya Gubaidúlina destaca por la búsqueda de sonoridades nuevas ligadas a los recursos propios de los instrumentos; además se la suele asociar al minimalismo sacro. La OBC esta semana nos presentaba estos dos compositores, unidos por su misticismo y religiosidad pero tan distantes en la sonoridad y el tratamiento de la orquesta.
En The light of the End, Gubaidúlina nos presenta una dramática paradoja, que muestra la contradicción poética entre la luz y la oscuridad, las circunstancias humanas en contra de la acción de la naturaleza. Este drama se plasma en la música contraponiendo un tema que consiste exclusivamente en sonidos de la gama de armónicos naturales y un tema que usa la escala temperada de 12 tonos. Gubaidúlina muestra su dominio orquestal a la hora de plantear este contraste usando las posiciones fijas y los armónicos naturales de los instrumentos como la trompa o el trombón junto con los glissandos de armónicos en la cuerda para mostrar los sonidos naturales o propios de un determinado instrumento. Este hecho aparentemente tan simple, ofrece unas “desafinaciones” propias de los sonidos naturales de dichos instrumentos que se contraponen a las notas afinadas o temperadas que estamos acostumbrados a oír, ofreciendo un choque sonoro muy atractivo. Finalmente la pieza concluye con la eliminación de esta disonancia en la que se resuelven todos los contrastes.
Bruckner, junto con Mahler, suele ser uno de los grandes sinfonistas usuales en cada temporada de la OBC: en marzo de este mismo año nos presentaron la 8ª Sinfonía junto con Dennis Russell Davies aunque en esta ocasión era Robert Treviño quien se ponía al frente de la OBC para dirigir la 9ª Sinfonía. Quizá deberíamos indicar que es la 11ª Sinfonía del compositor, puesto que la potente autocrítica del mismo Bruckner llegó a apartar dos de sus trabajos sinfónicos al considerarlos de poca calidad: las conocidas como Sinfonía 0 y la 00. Este hecho llevó al cumplimiento de la llamada “maldición de la 9ª” debido a que Bruckner no finalizó la sinfonía. Por este motivo la OBC nos presentó los 3 movimientos acabados de la Sinfonía, que deja a la obra sin un Finale.
Dedicada “al amado Dios” en esta obra se percibe una inherente carga de fervor religioso, una sinfonía que aúna la perfección de la tradición contrapuntística de Bruckner con una innovación singular en el campo armónico. El compositor, cómo de costumbre, se toma su tiempo para construir una solida arquitectura estructural que lleva el discurso musical del silencio al apogeo con importantes contrastes tanto motívicos como dinámicos. Una obra singular con una clara complejidad en la interpretación y con algunos peligros de afinación como el cuarteto de tubas wagnerianas o determinados acordes disonantes del Adagio, por no hablar de las inflexiones en el tempo que requieren determinadas llegadas a puntos de clímax o los finales de frase antes de los emotivos silencios; la precisión de Treviño se mostró determinante en algunos de estos puntos.
Bruckner vuelve una temporada más a l’Auditori y los amantes del compositor austríaco se alegran por ello, aún así esperemos que logren llenar más butacas en el próximo concierto.