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Desprez En La Intimidad

Desprez en la intimidad

By CARLOS GARCIA RECHE    FEB. 16, 2019

El pasado sábado 16 de febrero tuvo lugar el último de los capítulos del Festival Llums d’Antiga, evento con el que L’Auditori ha pretendido acercar al público repertorios, formaciones y formatos poco habituales. Centrado en la figura de Luis XIV y Lutero, desde el pasado 5 de febrero, el festival ha acogido diversas agrupaciones que han dejado oírse por varias capillas del barrio gótico de la ciudad condal, que entre sus virtudes (y defectos) proporciona sin duda una buena paleta de emplazamientos históricos ideales para interpretar la música de otros tiempos. La de Josquin Desprez, figura central de la música del Renacimiento, fue la protagonista del programa que presentó el cuarteto formado por las voces de Anna Maria Friman y el mítico tenor John Potter, junto a los lautistas/vihuelistas Ariel Abramovich y Jacob Heringman. La formación se mantiene fiel a un proyecto regenerador basado en la interpretación de sus propios arreglos polifónicos para cuerda pulsada. Aun tratándose de piezas compuestas para voces humanas, como motetes de 4, 5 o 6 voces, la formación apuesta por enfatizar la importancia del desarrollo instrumental, proceso que se originó durante los siglos XV y XVI. Aunque su repertorio se centra en Tomás Luis de Victoria, Josquin Desprez o John Dowland la formación ha sorprendido añadiendo repertorio laudístico de compositores modernos como Tony Banks (Genesis), John Paul Jones (Led Zeppelin) o Sting entre otros.

Un gigante en el olvido

Coetáneo al gran Leonardo da Vinci, Josquin Desprez (1450 – 1521) fue un gigante de su tiempo de la talla de Guillaume Dufay o del mismo Palestrina, considerado como el primer maestro polifonista del alto Renacimiento. Su estilo musical fue alabado por grandes personalidades de su tiempo, como el teórico Zarlino o el mismo Martín Lutero, quien registró: “los músicos hacen lo que pueden con las notas, Desprez, lo que quiere”. Desprez gozó de una gran popularidad en su época y se convirtió en un compositor afamado y requerido. Algunas de las claves de su éxito se fundamentan en sintetizar y combinar perfectamente el contrapunto imitativo y el refinamiento melódico, lo que le permitió desarrollar una gran expresividad sin restar técnica ni calidad en su obra sacra (misas, motetes) o laica (chanson, frotolas, etc). Autor de una prolífica obra, es cierto que actualmente su música está menos representada que Palestrina o Luis de Victoria y que para el consumidor musical contemporáneo su nombre deba desempolvarse constantemente. Así pues, tan cierto como lo anterior, en los círculos especializados naturalmente no es así, ya que Desprez constituye una figura habitual en el historicismo musical.

La basílica

Unas ciento cincuenta personas se dieron cita en la hospitalaria basílica de Sant Just i Pastor ante un colorido altar ocupado por los cuatro artistas, que interpretaron su programa en un respetuoso y casi inusual silencio por parte del público. La intimidad del evento propició, a pesar de la baja temperatura de la sala, un concierto acogedor, en simbiosis con la musicalidad de Desprez y la amabilidad de los artistas y personal. A pesar de su difícil acústica, el humilde programa contó con intervenciones de grupo, tríos y dúos de vihuela como en Inviolata, integra et casta es, Maria o en Absalon fili mi, arreglados instrumentalmente por Abramovich y Heringman, que a pesar del frío contaron con una inspirada precisión y espiritualidad en cada pieza. El dúo vocal tuvo sus entrañables momentos, destacando el contrapunto imitativo en Ut Phoebi radiis, la pureza del Salve Regina o las últimas estrofas de la bellísima y conmovedora Nymphes des Bois (chanson que Desprez dedicó a su admirado maestro Ockeghem al morir en 1497). Otros momentos destacados fueron Tu solus qui facis, que interpretó con gran sensibilidad John Potter y O bone et dulcis Domine Jesus, a cargo de una clara y luminosa Anna Maria Friman que proyectó con algo más de claridad. Para acabar, la formación regaló un inesperado bis de E. J. Moeran, compositor inglés del siglo XX, algo desconocido por estos lares, que resonó en la capilla con una pieza breve, solemne y armónicamente interesante.

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