El Beethoven de Savall magnetiza al Auditori
© ACN/ Pilar Tomás
CARLOS GARCIA RECHE OCT. 11, 2019
Un año más, el prestigioso Jordi Savall con su orquesta Le Concert des Nations ha sido el encargado de encabezar la temporada de Antigua de L’Auditori. A las vísperas del que será el año Beethoven (se cumplirán 250 años de su nacimiento), el maestro catalán dirigió las monumentales sinfonías tercera y quinta continuando así con el integral que arrancó con la nº1, 2 y 4 este junio y que proseguirá con la nº7 y 8 para culminar con la novena la temporada que viene. Junto a sus músicos de confianza, se agregaron jóvenes intérpretes del proyecto Acadadémie Beethoven 250, proyecto que pretende “renovar el Patrimonio musical europeo a través de instrumentos originales de la orquesta del s. XIX”.
Sin duda, resulta más habitual ver a Savall en terrenos dieciochescos que en tierras beethovenianas, lo que puede seguir sorprendiendo a algunos, entre los que hay como en todo, críticos y defensores, tan irreconciliables a veces como dos imanes repelidos mutuamente por sus campos magnéticos. Aun así el catalán ya grabó hace más de 25 años la Eroica de Beehoven para la discográfica Alia Vox, considerada una de las más bellas interpretaciones del género “histórico”. Muchos creen que el mensaje filantrópico de Beethoven se potencia con la recreación histórica que, más allá de las técnicas de arco antiguo, las cuerdas de tripa, las trompas sin pistones y la propia reducción de la orquesta o cuestiones el tempo, la agógica, la afinación, la articulación, etc. recrean con más precisión la dimensión espiritual de la obra del genio de Bonn, cuya creatividad nunca pareció cohibida ni confinada a las limitaciones técnicas de su época, sino más bien, todo lo contrario.
LAS SINFONÍAS
Desde agosto de 1804, Beethoven asombró al mundo con una sinfonía audaz y original, que al menos durante un tiempo eclipsó sus anteriores. Conocida es la famosa anécdota que cuenta que el compositor retiró la dedicatoria a Napoleón al autoproclamarse emperador. Aun así, quedó patente el espíritu de la revolución francesa en la partitura, simbolizado en una figura heroica, romántica e impersonal pero sobre todo, universal.
Poco puede añadirse ya a todo lo escrito sobre la quinta de Beethoven, incluido lo que cuenta aquél mal y viejo chiste sobre el “para papá”, las mil y una referencias en el cine, las versiones o la interminable lista de grabaciones de interminables artistas. De un modo u otro, el destino quiso llamar a la puerta de Beethoven para convertir su quinta sinfonía en probablemente, la obra clásica más famosa de todos los tiempos, con el riesgo de que su extrema popularidad socavara su propia reputación desvirtuando su colosal maquinaria.
EL RETORNO
El retorno de la Eroica a la batuta de Savall cumplió con el propósito de acercarse al sonido original de Beethoven y lo hizo aprovechando la versatilidad de una orquesta ligera, adoptando un tempo algo más grácil para un Allegro con extra de brío que pareció muy asequible para la sección de cuerda. La Marcia sonó con delicadeza y contención, con especial énfasis en las dinámicas del Maggiore que hicieron de los oboes antiguos (más brillantes y directos) una delicia sonora. El lucimiento de los vientos estaba reservado para el breve tercer movimiento, en el que se apreció algún levísimo desliz para la sección de trompas, instrumentos más difíciles de manejar que sus parientes de pistones. El Finale culminó la sinfonía en un frenesí lleno de contrastes y exquisiteces, desde la fuga al tutti final.
Tras la pausa, el famosísimo Allegro de la quinta sonó con fuerza y bravura sin sorpresas, resaltando la calidez de las cuerdas de tripa en los registros medios y graves. Después, la orquesta de Savall prosiguió con un segundo tiempo muy acogedor, consiguiendo un sonido afelpado durante las variaciones. La nobleza del tercer movimiento dio paso rápidamente al cuarto, que puso a prueba a una excelente sección de cuerda, abanderada por Jakob Lehmann y Manfredo Kreamer, y a una solvente sección de metales, firmando sin duda una segunda parte superior a la primera. Así, tras una grandísima ovación, el director dedicó unas palabras a los más de 2.200 asistentes sobre Beethoven y la libertad, poniendo fin a una heroica y en general magnética interpretación.