El Liceu dedica a Bernstein el mejor de los homenajes
Cien años después de su nacimiento, Barcelona se une a otras ciudades del mundo para homenajear al magnético director, compositor y pianista Leonard Bernstein. Consagrado en la cultura popular del musical, Bernstein ha sido reconocido como uno de los artistas más influyentes del siglo XX. La figura del carismático norteamericano vive su renacimiento casi 30 años después de su muerte y pronto irrumpirá en la industria del cine con dos biopics que Hollywood prepara para 2020. Además, Steven Spielberg ya trama un remeke del famoso West Side Story, obra cumbre junto a Candide de su faceta “comercial”.
El Liceu
Ha sido el Gran Teatre del Liceu el que se ha adelantado con Candide en Barcelona este jueves 18 y sábado 20 de octubre a este obligado homenaje a Bernstein (le seguirán Auditori y Palau de la Música en diciembre). Estrenada en 1956, la opereta en dos actos está basada en la novela homónima del filósofo Voltaire, publicada en 1759. A través de las aventuras del ingenuo Candide y su amada Cunegonde, el autor cuestiona la filosofía optimista de Leibniz e ironiza la famosa premisa “todo sucede para bien en este, el mejor de los mundos posibles”. El libreto original de Lillian Hanagan recibió malas críticas y Hugh Wheeler elaboró otro posterior. La opereta se reescribió varias veces hasta la versión de 1988 que es la que Bernstein denominó “la versión final” y es la que suele interpretarse actualmente. Participaron letristas como Richard Wilbur, Dorothy Parker entre otros (además del propio Bernstein) y Hershy Kay como orquestador. La partitura con textos en inglés amalgama una variedad de estilos como el tango, el vals, el coral, e incluso el dodecafonismo. La obra llegó a la ciudad condal en abril de 1996.
El veterano director John DeMain, muy querido por su amigo Lenny Bernstein, que estrenó en 1983 A Quiet Piece ha dirigido la Orquesta Simfònica i Cor del Gran Teatre del Liceu estas dos sesiones. Esta versión de concierto (ideal debido al vaivén geográfico del guion) brilló por su teatralidad y su conexión con el público, casi excesiva por sus numerosas pausas y aplausos entré número y número. Apareció la inconfundible voz de Jordi Boixaderas con una espléndida dicción y narración jocosa. La iluminación fue un distraído elemento que cumplió su cometido, apenas notándose alguna leve descoordinación. La actividad escénica a cargo de Albert Estany fue dinámica y entretenida. Con todo, sorprendió la escualidez del programa de mano; poco generoso y casi confuso.
Los cantantes
La dificultad de los papeles de esta opereta descafeinada es combinar la teatralidad musical y el virtuosismo operístico, especialmente Candide (Paul Appleby) y Cunegonde (Meghan Picerno), que bordaron sus personajes. El tenor brilló por su lirismo joven y su “cándido” canto, especialmente en en It must be so y en el dúo final de Make our garden grow. La soprano actuó vivaz y con chispa teatral, incluso con la excesiva comicidad de un papel menor, pero una espectacular Glitter and be gay (una desbordante y virtuosa parodia del aria clásica) resituó a Cunegonde en su merecido lugar. Cabría destacar también a un resistente y sobreactuado Kevin Burdette (Dr. Pangloss / Martin) cuya fibrosa voz aguantó bien las dos horas de optimismo leibniziano.
Del resto del cast, el barítono Josep-Ramon Olivé (Maximilian / Capitán) y la mezzosoprano Inés Moraleda como Paquette estuvieron discretos pero más que correctos. Dos leyendas como Doris Soffel (Vieja Dama) que mejoró en el segundo acto y Chris Merritt (Governador, Vandendedur, Ragotski) relajados y en su salsa. El coro y sus miembros Giorgio Elmo, Dimitar Darlev, Miquel Rosales, Jorge Jasso y Plamen Papazikov como reyes en The King’s barcarolle actuaron inspirados y convincentes.
El homenaje
La velada transcurrió exitosa (que no perfecta) y satisfizo a un público que no ocultó su diversión ni su emoción. Una fuerte ovación culminó un homenaje tan conseguido como necesario que, por poco, fue casi casi el mejor de los posibles.