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El Retorno De Turandot

El retorno de Turandot

JOSÉ MARÍA GÁLVEZ     JUL. 21, 2023 (Fotos: @Javier del Real)

Hace cuatro temporadas el Teatro Real nos ofrecía en coproducción con la Canadian Opera Company de Toronto, el Teatro Nacional de Lituania y la Houston Grand Opera, a la que se suma en la actualidad la Opéra National de Paris, la ópera póstuma de Giacomo Puccini (1858-1924), “Turandot”. Todo ello bajo la dirección escénica del estadounidense Robert Wilson, repitiendo lo que ya vimos en 2018, manteniendo la apuesta por la escena estática y mística que obliga al espectador a transcender más allá de la unicidad entre el libreto y la acción. Acción entendida como inacción con la que Bob Wilson pretende llegar al fondo de los personajes, de sus interiores, obviando la representación literal como evidente ante la ascética. Todo ello supone un empeño importante que no siempre llega a entenderse y a calar de forma real en el público asistente. De hecho, los pasajes más directos y más afortunados son los del trío de Ping, Pang y Pong, alma dinámica de esta producción.

RESENTIMIENTO Y VENGANZA

La historia de Turandot, protagonista del postrero drama pucciniano, es la de la desconfianza del género humano, la desconfianza de que pueda existir algo más que violencia en las relaciones con los hombres, incluso en el caso del amor ciego y desinteresado, que se da a cambio de una muerte temprana en pos de satisfacer el resentimiento sobre las violencias antiguas que la memoria de la princesa ha heredado; ante la cual prometió venganza eterna, ignorando incluso los ruegos de su padre el emperador Altoum para que busque el amor y ceje en su virginidad tóxica; lo que ocurre de forma mágica al final del tercer acto tras racimos de crímenes de esta singular princesa que, no se sabe cómo, es merecedora de tanto amor incondicional, aunque puede que el que sea hija de un emperador al que se le desea diez mil años de vida tenga algo que ver entre tanto pretendiente de sangre real. No en vano la historia proviene de la commedia dell’arte, sarcástica y liviana en su origen, allá por el año 1762, deviene con el paso del tiempo, y la pluma de Friedrich Schiller (1759-1805), en moralizante y ética, lo cual ha sido fuente de inspiración para numerosos compositores antes de que Puccini cerrara su carrera con ella.

Valga recordar a Carl Maria von Weber (1786-1826) con su “Música incidental para Turandot, J.37” de 1809 o al singspiel “Turandot” de su amigo Franz Ignaz Danzi (1763-1826), escrita en 1816; al casi desconocido Johann Vesque von Püttlingen (1803-1883), más popular por su seudónimo J.Hoven, con su ópera “Turandot. Prinzessin von Schiras” estrenada en 1838. O la ópera de 1867 “Turanda” de Antonio Bazzini (1818-1897), conocido principalmente por su aportación a la obra colectiva “Messa per Rossini” donde contribuyó con el Dies Irae (la ira de Dios, por la ira de la princesa). Ya en el siglo XX es Ferruccio Busoni el que más profundiza en la fábula, primero con su “Suite Turandot, Op. 41, BV 248” de 1911 y seis años después con la ópera “Turandot, BV 273” que dedicó al director de orquesta Arturo Toscanini, el mismo al que Puccini le encomendó su obra póstuma si algo le ocurriera. Fue Toscanini el que encargó a Franco Alfano (1875-1954) la terminación de la ópera si bien, una vez acabada, el mítico director buceó en ella reduciendo minutos de la versión de Alfano. Toscanini la estrenó el 25 de abril de 1926 con Miguel Fleta como Calaf, en una sesión que empezó con la ausencia del dictador Benito Mussolini al negarse Toscanini a dirigir el himno fascista Giovinezza y acabó con el último coro escrito por el maestro luqués, interpretando a partir del día siguiente el final escrito por Alfano. Entre Busoni y Puccini también Wilhelm Stenhammar (1871-1927) había escrito en 1920 su música incidental “Turandot, Op. 42” para grupo de cámara. Posteriormente a la cumbre pucciniana ha continuado el goteo de compositores que han considerado Turandot como un manantial mágico, al que no estaría de más hacer justicia con su audición pública.

LA PRINCESA Y LA ESCLAVA

El pasado 5 de julio se puso en escena la ópera a cargo del denominado tercer reparto. Da vida a la princesa la soprano madrileña Saioa Hernández, con porte y voz suficiente para salir dignamente de su cometido, creciendo a lo largo de la representación hasta el dúo final con Calaf donde da lo mejor de sí cerrando una satisfactoria versión. En ese dúo la princesa después de forzados titubeos de su carácter distante declara su amor sorpresa por el extranjero, lo cual le había costado la vida de su esclava Liú, defensora hasta la extenuación del nombre de su príncipe: Calaf. La soprano vasca Miren Urbieta-Vega a la que escuchamos por última vez, en los meses de abril y mayo de 2022 como Condesa de Almaviva en “Le nozze di Figaro, KV 492” de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791) hace que me reafirme en mi opinión de entonces, resaltando de nuevo su voz clara, suave, potente, en definitiva con musicalidad y técnica sin dificultades, además de ser una soprano convincente como actriz, por mucho que la presente producción tienda al estatismo. Cualquiera de sus escenas sería destacable, culminando con su interpretación de “il nome che cercate io sola so!”. Entre los papeles masculinos, ni el emperador Altoum, ni el príncipe desconocido, es decir, Calaf, encuentran a través de Vicenç Esteve como el primero o de Martin Muehle como el segundo la mejor forma de expresión, mostrando sendos tenores un instrumento escaso, sin proyección ni color, siendo anulados por la orquesta en varias ocasiones. Algo mejor se presenta el bajo-barítono argentino Fernando Radó como Timur, con una interpretación meramente correcta. En cambio, los tres personajes Ping, Pang, Pong, consiguen mantener la calidad tanto dramática como musical como hilo vertebrador desde el inicio de la obra. A destacar el precioso trabajo del tenor vasco Mikeldi Atxalandabaso como Pong, el cual no hace más que crecer en cada una de las ocasiones en las que tengo la suerte de escucharlo cantar y de verlo actuar. El barítono mexicano Germán Olvera y el tenor andaluz Moisés Marín completan el atractivo y más que digno trío como Ping y Pang. Por último, reconocer el trabajo serio y austero del barítono madrileño Gerardo Bullón como el mandarín que anuncia “Popolo di Pekino! La legge è questa”.

ORQUESTACIÓN DE COLOR

La brillante orquestación que propone Puccini es perfectamente traducida por el maestro Nicola Luissoti, siendo la Orquesta Titular del Teatro Real, junto al Coro hermano, los perfectos ejecutores de una brillantísima, sutil, detallista partitura que en lo musical se lo pone muy difícil a Alfano como encargado de terminar la obra y en lo coral nos da la oportunidad de apreciar la calidad del cuerpo de voces preparado por Andrés Maspero.

teatroreal.es

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