By ISRAEL DAVID MARTINEZ     MAY. 7, 2019 (Photo A. Bofill)

Hace tiempo, concretamente durante el caluroso mes de agosto de 2004, mientras compartía mesa con uno de los mejores periodistas musicales que ha dado este país, don Enrique Franco, entró en el restaurante Juan Diego Flórez tras su concierto en el Festival Internacional de Santander. Nos saludó, amablemente, y siguió mirada al frente, con una gran sonrisa, hasta su mesa reservada. Por aquel entonces, el tenor peruano, ya mostraba un poderío real en el escenario.

Hoy en día nadie duda sobre su capacidad vocal e interpretativa y es la figura principal en los teatros más importantes. En los últimos tiempos, aquí en la ciudad condal, hemos podido disfrutar con su presencia tanto en la ópera como en recitales. El último fue el del pasado 7 de mayo de 2019 en el Palau de la Música Catalana.  Lleno hasta la bandera hubo una gran expectación para disfrutar de su arte, de un talento natural cuyo fundamento es la conciencia del instrumento.

En la primera parte se escuchó a Bellini y a Donizetti; inolvidable el “A te, o cara” de I puritani. En la segunda parte desfilaron por el atril Lehár, Massenet, Bizet, Gounod y Verdi aportando una completa visión del bel canto eterno. Al final, y con guitarra en mano, fueron cinco los bises ofrecidos cerrando con “Nessum dorma” de Turandot. Es superfluo decir que fue despedido con el auditorio en pié. 

A la salida del concierto, y debido a cierta curiosidad por el partido de futbol que ese mismo día jugaba el Liverpool con el F.C. Barcelona, me conecté para saber cuál había sido el resultado final. En el partido de ida el Barça había ganado 3-0 y en el partido de vuelta solamente se debía conservar la ventaja y así jugar la final de la Champions League en el Wanda Metropolitano de Madrid. Mi sorpresa fue descubrir que el Liverpool le había metido 4 goles y el Barcelona había sido eliminado. Los aficionados del Barça habían pasado, lamentablemente, una velada angustiosa con un final humillante. Por otro lado los aficionados que pasaron la noche escuchando a Flórez vivieron una noche inolvidable. Barcelona vivió el yin y el yang durante una velada negra y a la vez luminosa.

A mi admirado Enrique Franco le hubiera gustado el concierto y habría subrayado que el auténtico vencedor de la noche fue la música. El arte que, pase lo que pase, eleva los bellos sentimientos y nunca empequeñece a sus seguidores.  

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