Saltear al contenido principal
Grandes Segundos Planos

Grandes segundos planos

By JOSUÈ BLANCO     FEB. 10, 2019

“La música es suficiente para toda una vida. Pero toda una vida… no es suficiente para la música”. Esta célebre cita de Sergei Rajmáninov nos habla muy bien sobre la experiencia musical del compositor y pianista ruso y sobre su faceta compositiva. Esta semana la OBC presentaba su colosal Concierto para piano y orquesta núm. 3 en Re menor, op. 30, obra que fue precedida por Don Quixote, otra obra gigantesca del compositor catalán Robert Gerhard.

Todo y tener nombres y apellidos suizos Gerhard siempre se sintió muy relacionado con la música de su tierra, el ballet Don Quixote es una buena muestra de esto: los dos mundos, el real y el imaginario, que definen a los dos personajes principales de la obra de Cervantes se mezclan en una partitura llena de dualidades tanto de carácter como lenguaje: Alumno de Schönberg y de Felip Pedrell, en esta obra somos capaces de encontrar esta unión tan extraordinaria entre un dodecafonismo libre, no tan rígido como el de Webern, y el lirismo de tradición popular, que nos trasladan a los diferentes escenarios de la obra cervantina. Este escenario armónico y melódico tan singular se ve vestido por una orquestación perfectamente trabajada que nos deja algunas detalles muy originales y que demuestran la maestría del compositor: desde el uso del piano a 4 manos, muy presente a lo largo de la obra y que vertebra ciertos cambios a nuevas secciones, a los acompañamientos de la cuerda con armónicos que empastan con los solos delicados del viento madera. Todo ello conforma una verdadera marca de uno de los más destacados compositores propios del siglo XX; una pena que muchas veces estas voces queden relegadas a los segundos puestos en las salas de conciertos, por ello se debe destacar el acierto de la OBC por rescatar esta obra en una primera audición por parte de la orquesta.

Rajmáninov mismo fue el encargado de dar voz por primera vez a su Concierto para piano y orquesta núm. 3, en 1909: primero bajo la batuta de Walter Damrosch y poco más tarde con Gustav Mahler. Obra titánica y de enorme dificultad que ponía en el centro del escenario al propio compositor, gran virtuoso del piano que disfrutaba tocando sus obras en el escenario. La parte solista es de tal complejidad que muchos otros intérpretes han sufrido ante la partitura, siendo así objeto de respeto y recelo entre los grandes pianistas, como Józef Hofmann –a quien Rajmáninov había dedicado la obra– quien nunca lo llegó a interpretar. Quizá, por este motivo, este sea el menos interpretado de los conciertos para piano del compositor, sin poder alcanzar la fama del célebre Concierto para piano nº 2 en do menor Op. 18.

Barry Douglas fue el que se atrevió en esta ocasión ante la partitura de Rajmáninov, veterano pianista con una carrera más que asentada y brillante, entre la que destaca la medalla de oro en la Competición Internacional Chaikovski de 1986, uno de los más altos galardones en la interpretación pianística. La interpretación de Douglas llevó al extremo la diversidad de caracteres y formas de esta obra con impecable nitidez en las lineas melódicas, aunque en ocasiones tuvo que luchar con la densa masa sonora de la orquesta controlada por la batuta del director barcelonés Josep Caballé, director de reconocido prestigio internacional, siendo uno de los “protegidos” del director británico Sir Colin Davis. La claridad y precisión de los movimientos de Caballé ayudó a equilibrar esta delicada consonancia entre la orquesta y el solista. El resultado final de esta conjunción nos permitió escuchar una muy buena versión de esta gran obra del repertorio para piano que difícilmente llega a las salas de conciertos.

Por ello se debe felicitar a la OBC el hecho de recuperar grandes obras del repertorio del siglo XX que en muchas ocasiones quedan relegadas a segundos planos, por su complejidad o simplemente por desconocimiento. Con esta visión podemos ampliar el horizonte musical de todos aquellos melómanos sinceros que llenan las salas de conciertos, siempre sabiendo que “toda una vida… no es suficiente para la música”. 

auditori.cat

Volver arriba