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Justa Recuperación De Caccini

Justa recuperación de Caccini

JOSÉ MARÍA GÁLVEZ JUN. 18, 2024 (Fotos: ©Pablo Lorente)

La temporada del Teatro Real continúa presentando la Commedia in musica en un prólogo y cuatro escenas “La liberazione di Ruggiero dall’isola d’Alcina” estrenada en 1625 de la compositora Francesca Caccioni (1587-ca 1641). Por tanto es la época en la que brillan en el panorama musical Claudio Monteverdi (1567-1643) y Jacopo Peri (1561-1633) los dos autores considerados padres de la ópera. Francesca Caccini es hija de Giulio Caccini (1551-1618) compositor y cantante florentino, padre de del que tomó sus primeras nociones musicales, al igual que su hermana Settimia Caccini (1591-ca 1638) que también destacó como compositora y cantante. Todo ello, además del hecho de que Caccini disfrutara del favor de la corte de los Médici, suponía un excelente escenario para su desarrollo musical, con la salvedad de ser mujer, lo que superó demostrando con sus obras la capacidad musical que poseía.

Obra revisada

El prestigio de Francesca Caccini llevó a la Gran Duquesa Maria Maddalena d’Austria a encargarle una ópera para celebrar la llegada a la ciudad de Florencia del príncipe de Polonia y Suecia Ladislao Sigismondo, lo que posibilitó la existencia de “La liberazione di Ruggiero dall’isola d’Alcina” estrenada en Villa Poggia Imperiale de Florencia el 3 de febrero de 1625. Convirtiéndose así en la primera compositora, al menos de la que haya registro hasta ahora, en escribir una ópera.

Nos encontramos, por tanto, ante una muestra de indudable valor musical e histórico, pero que por desgracia, como tantas otras, no llega íntegra a nuestros días. Siendo el resultado de una investigación del material y de las fuentes que ha llevado a cabo el director musical de la versión que se ofrece, Aarón Zapico. Como indica en el programa de mano en esta versión hay numerosos añadidos instrumentales con la intención de reforzar la acción dramática, sirviéndose además de añadidos de Cavalieri (Emilio de’Cavalieri; ca 1550-1602), Peri (Jacopo Peri), Monteverdi (Claudio Monteverdi) o Falconieri (Andrea Falconieri; 1585-1656), con un idéntica estructura formal a aquellos de la propia compositora. El resultado es musicalmente bueno, pero tal vez, a pesar de los reconocidos esfuerzos de Aarón Zapico de reforzar la acción dramática y crear espacios que potencien el texto, la versión cierto tedio no puede evitar, lo cual no es impedimento para seguir apoyando iniciativas que recuperen todo lo posible del patrimonio musical universal que, sin duda, tuvieron una importancia destacada en su momento, máxime en casos como las mujeres compositoras que no merecen haber estado eclipsadas, o simplemente olvidadas, por el mundo masculino que les ha tocado vivir.

Blanca Li y los Teatros del Canal

La presente producción se lleva a cabo en la Sala Roja de los Teatros del Canal, en una coproducción de este teatro con el Teatro Real y la dirección de escena, escenografía y coreografía ha estado bajo la responsabilidad de Blanca Li, habitual en estas producciones. De gran belleza la imagenería que despliega en cada escena, la escenificación de los árboles cantores, los corazones que realzaban la escena del dúo de amor entre Alcina y Ruggiero, las pompas de jabón y otros recursos que Li sabe explotar con inteligencia y buen resultado estético, del que también fueron responsables los bailarines que posibilitaban el movimiento por el escenario de estos corazones, resultado de la coreografía de la propia directora, a todo ello ayudó el buen hacer de Pascual Laajili como responsable de la iluminación, sin la cual la estética y resultado hubiera bajado considerablemente. Dicho esto, la escena se situaba no se sabe dónde ni se sabe cuándo. La fusión de lo barroco y lo contemporáneo, como lo describe Blanca Li en las notas de mano, no puede descontextualizar la obra original, y menos en una obra que se reconoce como singular por las circunstancias de su encargo y su significación. Ayudando bien poco un mejor entendimiento del desarrollo dramático de la obra. 

Ariosto y su herencia

El argumento de la obra es bien conocido, basado en los cantos 6 a 8 del “Orlando furioso”, poema épico de 1516, de Ludovico Ariosto (1474-1533), en el que el caballero Ruggiero se encuentra cautivo por la pérfida hechicera Alcina en la isla de ésta, a donde se dirige a rescatarlo Melissa, la esposa enamorada del caballero, antes de que Alcina se canse de él y lo transforme en planta, animal o mineral como ha hecho anteriormente con sus sucesivos amantes. A pesar de las inclemencias y de la magia, Melissa, como no podía ser de otra manera, rescatará al caballero. Este argumento tiene lecturas varias, desde el ensalzamiento del papel de la mujer como el que hace Aarón Zapico en las notas al programa, donde liga el poder a Alcina y Melissa, y un nivel de sumisión a Ruggiero como un punto afectado y bobalicón, a Astolfo por cobarde y las plantas (antiguos amantes de Alcina, antes de convertirlos en plantas, claro) como llorones, manifestando que es una clara, moderna e inapelable distribución de poder. Hasta lecturas, como la que hace Anna Beer (1964) en su libro “Armonías y suaves cantos. La mujeres olvidades de la música clásica”, del que recomiendo su lectura. En el mismo afirma que representó un intento muy arriesgado de hacer frente sin rodeos a los miedos que rodeaban a las mujeres en el poder, no olvidemos que ella misma se sustentaba en el apoyo de Cristina de Lorena y de Catalina de Médici, por otro lado resalta cómo la obra procede de una de las mayores historias ginofóbicas de la literatura, donde Melissa se hace pasar por hombre para rescatar a su amado Ruggiero de la isla de Alcina. Todo ello para desembocar en una última escena cantada que es culmen del pensamiento avanzado de estas mujeres: hombres y mujeres son, en esencia, iguales. Cosa que cuatro siglos después todavía hay quien no lo ha entendido.

Elenco vocal e instrumental

A cargo del papel de Alcina estuvo la mezzosoprano española Lidia Vinyes-Curtis, que recientemente emocionaba con el papel de Krzystyna en “La pasajera, Op. 97”, de Mieczysław Weinberg (1919-1996) y que aquí defendió con buena línea general un personaje del que no sobran los registros documentales, incluso haciendo gala de un histrionismo no del todo ajeno al personaje. En el papel de caballero cautivo, el protagonista Ruggiero, estaba el tenor mexicano Alberto Robert de timbre agradable, mesurada línea vocal que dulcifica y soporta la situación personal por la que está pasando. Melissa, su esposa desconsolada, que llega hasta la isla para liberarlo, está representada por la mezzosoprano alaskeña Vivica Genaux que, aun acusando los efectos del paso del tiempo en la voz, sigue teniendo una autoridad y seguridad que permite disfrutar con su canto, acompañado de la presencia escénica que manifiesta la mezzo. Completan el elenco la soprano vizcaína Jone Martínez que se encuentra en un momento de gran belleza tímbrica, con un cuidado fiato que deleita su escucha, lo que puso de manifiesto en sus representaciones de Sirena, de Mensajera y de Dama triste, y, por último el tenor sevillano Francisco Fernández-Rueda también en el triple papel de Neptuno, Astolfo y Pastor enamorado, de bello timbre pero sin llegar a acertar con el carácter de alguno de sus papeles, como Neptuno.

A cargo de la interpretación instrumental estuvo el conjunto Forma Antiqva, del que deseo destacar la interpretación de las flautas de pico a cargo de Tomar Lalo y de Eva Jornet y de los pasajes de corneta a cargo de Lluis Coll. El conjunto barroco estuvo ampliado por solistas de la Orquesta Titular del Teatro Real, todos ellos dirigidos por Aarón Zapico, responsable igualmente de la versión musical escuchada. El maestro transmitió conocimiento, ilusión y frescura, incluso en pasajes que reservaron menos atractivo musical y escénico del deseable. La agrupación instrumental y el reducido coro mixto respondió de forma impecable a las órdenes de Aarón Zapico, el cual recibió no pocos aplausos junto al elenco vocal al final de la representación, cerrando así lo que se demuestra digno de seguir haciendo, Trabajar un repertorio que por poco conocido sigue siendo desconocido.

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