La acción extática
JOSÉ MARÍA GÁLVEZ MAY. 10, 2023 (Fotos: ©Javier del Real)
Entre 1857 y 1859, Richard Wagner (1813-1883) compone la Acción (Handlung), que no Ópera, titulada “Tristan und Isolde, WWV 90”, contraste pleno de su magna obra “Der ring des Nibelungen, WWV 86” en la que estaba en plena composición, durando ésta desde 1848 a 1874. Con esta composición Richard Wagner crea una isla dentro del universo que en esos momentos estaba levantando. Fuera de la obra de arte total que pretendía ser la tetralogía, donde la música era una de las partes de la obra, fundamental sin duda, pero una parte junto al teatro, el drama, la escena, etc., su Tristan nace y crece en otra esfera, en la que la música es la protagonista, de tal manera que hasta las reglas de la composición son cuestionables si consideramos que lo fundamental es el resultado sonoro buscado, así Wagner, quizás sin pretenderlo, está asentando las bases de la atonalidad, una de las semillas si se prefiere.
Así combina una importante ambigüedad tonal con la indefinición de los límites de la melodía, lo que le lleva a presentar lo que se ha dado en llamar ‘melodía infinita’, obteniendo una nueva visión, más abstracta y expresiva que abría el camino al siglo XX.
Esta melodía infinita atraviesa la obra en toda su extensión, descubriéndose el más eficaz vehículo de las intenciones del autor, llevando al éxtasis de los personajes y los sentidos, transfigurándose más allá de la muerte.
LOS PERSONAJES
Partitura sin descanso para la pareja protagonista y sus escuderos, en el papel de Tristan está el tenor austriaco Andreas Sacher, conocido entre el público reciente por sus interpretaciones de “Siegfried” en el 2021 y en “Gotterdämemerung” en 2022, en esta ocasión conquista inmediatamente al respetable con la potencia y nitidez de su voz, decisivas en los pasajes de mayor intensidad, junto al calor efusivo que emociona en los suaves susurros y aleteos entre los enamorados. Isolde cobra vida en el cuerpo de la soprano británica Catherine Foster, que teniendo que ser sustituta de la esperada Ingela Brimberg, realiza una interpretación emotiva y de altura, culminando en el cierre de la ópera manteniendo la tensión dramática y el éxtasis amoroso a la par. Kurwenal en la voz del barítono alemán Thomas Johannes Mayer resulta correcto, si bien deja entrever momentos de dificultad en la emisión limpia y templada en determinados pasajes. La mezzo rusa Ekaterina Gubanova, repetidora del papel que interpretó hace 9 años en este Teatro, la sin par Brangäne, en la producción que ofrecía la dirección escénica de Peter Sellars nos sorprende con una excelente interpretación, que solo se ve rebajada en algún momento de los avisos que hace en el segundo acto. Junto a ella, el bajo alemán Franz-Josef Selig, que repite asimismo su papel de Rey Marke, si bien a diferencia del de 2014, Selig no consigue estar al nivel del resto, más que en el lamento final junto al cuerpo de Tristan. Correcto está el británico Neal Cooper en la interpretación de Melot. El tenor de timbre limpio y sonoro defiende su papel muy dignamente. Los tres personajes, el marinero, en la voz del tenor Alejandro del Cerro, el timonel por el bajo barítono David Lagares y el pastor por el tenor Jorge Rodríguez-Norton, los tres españoles, cierran un elenco que consiguió no echar de menos ninguna escenografía para que las voces y sus personajes cobraran toda su fuerza.
EL MAESTRO
Pero nada hubiera sido posible si la Orquesta y Coro del Teatro Real no hubieran sido dirigidos por una mano (a veces batuta) como la de Semyon Bychkov, que embarcó al público en un viaje de 5 horas sin que hubiera la sensación de cansancio por ninguna de las partes. Un viaje que en nada puede decirse estático y en todo extático. Lo que fue reconocido por largas ovaciones al acabar la representación.