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La Voz Escrita Que No Calla

La voz escrita que no calla

JOSÉ MARÍA GÁLVEZ     FEB. 22, 2022 (Fotos: ©Javier del Real)

No solo que no calla sino que siempre dará una vuelta más a su propio sistema, a su lenguaje único que, a estas alturas, una vez que físicamente nos ha dejado, continúa siendo una lección magistral la escucha de su opus inédito y póstumo.

Luis de Pablo Costales (1930-2021) nos traslada al mundo de las voces que no deben callar ni ser olvidadas, y lo hace de la mano de Vicente Molina Foix por tercera vez en el universo operístico que, desde el estreno en abril de 1983 de KIU, ha desplegado el autor bilbaíno.

El abrecartas se llama la última y definitiva propuesta operística de De Pablo. Terminada su composición en 2015 ha tenido que esperar 7 años para su estreno mundial, convirtiéndose así en voz póstuma del compositor. Pero también en su testamento vital, como le dijo a Molina Foix. Testamento vital no por ser el final de una carrera impresionante sino porque recoge lo que en ese momento constituía el vastísimo bagaje cultural que Luis de Pablo atesoraba, ya, a lo largo de los años.

En lo literario se ha dicho de esta ópera que, al tener como hilo conductor la lectura de distintas misivas entre lo más excelso de nuestra literatura de la primera mitad del siglo XX, no proporciona la acción necesaria para la esencia dramática que debe tener una ópera. No puedo estar en mayor desacuerdo. Vicente Molina Foix, primero en su novela homónima y, en segundo lugar, en el desarrollo y elaboración del libreto demuestra una habilidad singular consiguiendo, con la mejor música que constituye su traza vehicular, erigir un edificio dramático desgarrador que no necesita de artificios ni de adornos para plasmar el vértigo de las ilusiones y de los miedos que aniquilaron dichas ilusiones en la primera mitad del siglo XX español.

Federico García Lorca, Vicente Aleixandre, Miguel Hernández, Andrés Acero y Eugenio d’Ors son las vidas reales que constituyen el canal de la cadena de cartas que hacen discurrir la escena desde 1907 hasta 1956. Cincuenta años exactos.

Sus vidas se entrelazan con las de personajes ficticios, o quizás verídicos desconocidos, desde Alfonso a Manuela, pasando por la sombra o el comisario, anónimos absolutos que son comodines de las vidas que faltan, de las vidas que complementaron en amores, desamores, vivencias y sinsabores a las de nuestros lorcas, a través de las cuales discurre la ópera, sin detenerse en ellas.

LOS ARCHIVADORES

La esencia del edificio literario que Luis de Pablo maneja con la soltura de un chico de 85 años (cuando la escribió) se encuentra con una traducción escénica y escenográfica de gran complejidad. Xavier Albertí elige la opción minimalista, en el sentido de que el que quizás mejor sirva al propósito de corporizar y contextualizar las resonancias mentales, quizás nunca dichas en voz alta, que suponen las cartas es el contenedor asociado a oficinas y bibliotecas y, de otra manera, a nuestra propia actividad cerebral generada por secretos y confesiones: el archivador, con particularización en el apartado de correos, imagen fiel de la intimidad de la palabra escrita para una sola persona.

Tanto Xavier Albertí, en su papel de director de escena, como Max Glaenzel, en el de escenógrafo, manejan la idea y la convierten en el espacio mental y onírico de las cartas, con una plasticidad natural que traslada al público de la comisaría al cementerio, del jardín a la residencia sin que se interrumpa el devenir de la obra, sin aristas ni resaltos. En definitiva, la opción, la apuesta de esta producción, responsabilidad del Teatro Real, bajo la dirección y ejecución de Xavier Albertí y de Max Glaenzel, considero que se ajusta al corpus unitario de la obra.

LAS VOCES

Las voces de los poetas y sus sombras son las voces de un elenco completamente español, lo que sin duda refuerza la claridad y el entendimiento del texto cantado. La dicción y la declamación, por tanto, tienen el mismo peso que el timbre o cuerpo de la voz en el canto, sin que se vean forzadas ninguna de las características de la interpretación vocal.

Son Rafael González Sanahuja y Federico García Lorca, sobre el coro de niños que canta la canción infantil “los lobicos”, los primeros en escena, con las voces del tenor madrileño José Manuel Montero y el tinerfeño de la misma cuerda Airam Hernández cuyo canto redondo, potente y limpio, pero también de correcta proyección, acompañaba la nana para después dar a la vida las cartas y palabras del granadino, mientras que la voz de José Manuel Montero algo menos corpulenta, pero cálida y emocionada hasta su derrumbe al descubrirnos que “la muerte está en todas partes”.

Miguel Hernández en cuerpo y voz del barítono valenciano José Antonio López transmitía el bienestar de la gente de bien, tanto en apariencia como en el calor de su mensaje, a sabiendas de esa muerte lenta separado de su mujer e hijo como tantos otros migueles sin nombre que corrieron la misma (in)fortuna. El barítono coruñés Borja Quizá da vida a una Aleixandre firme, dentro de la inmensa lucha interior que vive, de timbre potente y con color suficiente, lejos de las inseguridades que en su rol de Mercurio en La Calisto de Pier Francesco Cavalli (1602-1676) de la temporada 2018-2019 y en el del capitán Belcore en L’Elisir d’amore de Gaetano Donizetti (1797-1848) de la temporada 2019-2020 nos transmitió en este mismo coliseo. Jorge Rodríguez-Norton, tenor asturiano, emociona con su lectura de Andrés Acero, desde las iniciales declaraciones de admiración-amor por Vicente Aleixandre, hasta el demoledor “no puedo o no quiero” antesala del suicidio del artista.

Muera la inteligencia. Eso debía pensar y sentir el delator Ramiro Fonseca, que el tenor barcelonés Vicenç Esteve moldea y proyecta muy acertadamente, sosteniendo con la misma fortuna tanto parodias poemáticas de la barbarie, como el poema al dictador Francisco Franco, como escenas tragicómicas del personaje de vodevil que debiera haber sido cualquier delator de la libertad, como el patético “¿alguien me escucha?” del final de la quinta escena. Como contrapeso del delator nos encontramos al comisario, al que De Pablo pone en la tesitura de contratenor. Diversa puede ser la motivación que llevara al compositor a elegir esta cuerda vocal, desde la correspondencia que pueda haber entre determinada voz atiplada y la carencia de algún órgano genital del dictador, hasta la representación de una realidad impostada que, como al traje del emperador, se le debía pleitesía a pesar del ridículo a los ojos del pueblo. En cualquier caso, el contratenor sevillano Gabriel Díaz se impone con carácter y energía a un papel que, aunque breve, no está exento de dificultad, no cayendo en la exageración ni el histrionismo. El bajo alicantino David Sánchez, escénicamente divertido y vocalmente escaso, recreó un Eugenio D’Ors disipado que se mueve desde la disciplina falangista a los ambientes de cuplé, en este caso Nena de Joaquín Zamacois y Soler (1894-1976) debidamente bailado delante de Cristo yacente.

Dejo para el final al triángulo formado por Alfonso, Setefilla y la Sombra. La mezzosoprano catalana Laura Vila pone en pie una correcta sombra, que en lo escénico se hace grande. Ana Ibarra, soprano valenciana que junto al tenor vasco Mikeldi Atxalandabaso, elaboran una de las parejas de voces de El abrecartas que mantiene en todo momento un correctísimo nivel vocal, así como un control grato del color y cuerpo del timbre, vibrato y emisión del canto correspondiente, como en el dúo a capella (sobre el poema La destrucción o el amor) que cierra la partitura.

Poco pudo lucirse el Coro Titular del Teatro Real, pues como es de esperar, la lectura de cartas es una actividad más solitaria que gregaria. En cambio merece la pena destacar el trabajo de los niños integrantes de los Pequeños Cantores de la JORCAM, en su intervención inicial ante Rafael y Federico.

CALEIDOSCOPIO ORQUESTAL

Metales y percusión se disponen a los lados del foso orquestal. Esta disposición si bien es delicada cuando el oyente se sitúa cerca de alguno de los bloques instrumentales, es, en cambio, un acierto cuando el oyente se sitúa entre los dos grupos instrumentales.

El resultado de la instrumentación es magistral, desde el tutti hasta los solos, dúos y tríos que entretejen la estructura sonora de gran expresividad a la vez que receptora de las voces que amolda a su gusto. Todo ello con integración de instrumentos normalmente ajenos a las orquestas como el steel drum o el acordeón.

La partitura es un caleidoscopio cultural y cronológico. De un Cronos que no devora a sus hijos, sino que los recupera, los renueva y los transforma: De Pablo maneja el lenguaje musical como si se tratase de respirar sin reparar en ello. El fluir de las ideas hace que del lenguaje depabliano de los últimos años emerjan, sin esfuerzo aparente ni ruptura con lo anterior, islas de otras músicas que van desde el pasodoble al cuplé, pasando por marchas fúnebres y fanfarrías y con guiños como la llamada del destino beethoveniano previa a la intervención del delator Ramiro Fonseca. Con lo que el autor deja bien claro cuál fue el destino de España al que estos personajes la condenaron durante las siguientes tres décadas.

La dirección de Fabián Panisello, profundo conocedor de la música del maestro bilbaíno no hace más que potenciar cada uno de los detalles e intenciones que recoge la partitura. Partitura que comprende un tratamiento de las voces cantábile, grave, sin saltos interválicos que distraigan el propósito de hacer entendible la palabra. Entendible y emocionante. Una apuesta arriesgada la que Luis de Pablo hace al prescindir de los agudos y del mundo virtuoso que dichos agudos ofrecen. Es razonable que el ambiente de lectura de las cartas de las personas que conforman nuestros círculos vitales se haga en una voz que recree un ambiente íntimo y recogido, sin aspavientos ni bordes.

De Pablo nos conduce a un final sobrecogedor con los versos de La destrucción o el amor, de Vicente Aleixandre, poeta con el que comienza la primera escena de esta ópera en su residencia de Velintonia, crisol de sensibilidades, letras e ideas que la realidad parca, en todo su sentido, saca a subasta en diciembre de 2021, sin que ninguna de las Administraciones Públicas de señal de vergüenza por su inactividad.

Gracias Maestro.

Molina Foix & Luis de Pablo

teatroreal.es

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