L’Enigma di Lea irrumpe al fin en el Liceu
(Photos by Antoni Bofill)
By CARLOS GARCIA RECHE FEB. 9, 2019
A las 18:00 de la tarde del sábado 9 de febrero el Gran Teatre del Liceu protagonizaba una de sus citas más relevantes, no sólo de la temporada sino también de los últimos años, pues hay que remontarse hasta 2009 para asistir a otro estreno de ópera de firma catalana. Fue precisamente Enric Palomar, discípulo de Casablancas, quien debutó en el coliseo barcelonés con La cabeza del Bautista, encargo basado en la obra de Valle-Inclán. La reciente pérdida de Joan Guinjoan refresca el recuerdo de su Gaudí, ópera en dos actos que resonó en Barcelona allá por el 2004 y también hace reflexionar sobre si somos conscientes de nuestros compositores contemporáneos, sobretodo mientras los tenemos.
El caso de Casablancas tal vez corra mejor suerte gracias a un reconocimiento (a tiempo) autóctono e internacional y a una vitamínica actividad artística. Actividad que en mayo del año pasado desembocó en el estreno de su String Quartet nº4, dedicado al Quartet Casals y, este febrero, en L’Enigma di Lea, su primera ópera. Este ambicioso proyecto, fruto de una estrecha colaboración con Rafael Argullol, autor del texto, ha constituido para él y para los artistas implicados uno de los mayores retos de su carrera. L’Enigma di Lea supone además una ampliación del repertorio operístico que, según Christina Scheppelmann, necesariamente “tiene que evolucionar con nuevas creaciones para asegurar el futuro vivo de la lírica”.
La creación de Casablancas ha estado asistida por la dirección escénica de Carme Portaceli y una enclaustradora escenografía diseñada por Paco Azorín, basada en cápsulas móviles de aspecto cúbico. La producción apostó por recurrentes proyecciones y por un intrincado juego de luces, convirtiendo el propio stage en un continuo foco de atención. La potente puesta en escena asiste a la necesidad de recrear un texto denso, bello y mitológico, cuya comprensión (nada fácil) requiere bastante más que una mera ojeada del programa. Las quince escenas repartidas en tres actos circunscriben un viaje coherente y una sólida arquitectura musical, fruto de tres años de composición que han conseguido fusionar ingeniosamente verticalidad y horizontalidad en un vasto universo de posibilidades tímbricas. El estilo de la obra se nutre de la literatura de los grandes maestros del siglo XX, especialmente de los de la Segunda Escuela de Viena y de influencias universales como Debussy. Casablancas desarrolla todo su potencial expresivo entorno al contexto dramático y argumental, integrando así las líneas vocales en el tejido orquestal, confeccionado por la batuta de un curtido Josep Pons que pareció conocer la partitura desde siempre.
El esperado estreno
En oscuridad total, sonaron las primeras notas de una sinuosa flauta que describían la posesión y la fragilidad de Lea, interpretada por una inspiradísima Allison Cook, tras ser sometida y violada por un dios. Hubo que esperar poco para oír su aria Quella fanciulla anelante, y algo más para su dúo con Ram, inmiscuido entre fraseos de viola y cello que caracterizaban un personaje noble y complementario a Lea, encarnado solventemente por el barítono José Antonio López. Los centinelas de Dios, interpretados por Sonia de Munk y Felipe Bou destacaron en sus roles negativos, de los cuales, sobresalió una inmejorable Sonia que encarnó a Milebocche (Milbocas), virtuoso y acrobático papel con reminiscencias de soprano de coloratura. Destacable fue también la íntima relación entre instrumentos de viento madera y los dos personajes en cuanto al diálogo con la orquesta y a su propia caracterización. La armoniosa aparición de las damas de la frontera, bien interpretadas por Sara Blanch, Anaïs Masllorenç y Marta Infante, supuso sin duda uno de los momentos más curiosos, contrastantes y mágicos del primer acto.
Seguido y sin descanso arrancó el segundo tercio con un nervioso pasaje orquestal. A pesar del salto temporal, el reutilizamiento del material escenográfico se compensó con una iluminación y un vestuario temáticos, tan extravagantes como las sorpresas que estaban por llegar. Además, el número coral contó con una coreografía y puesta en escena muy llamativas. Irrumpió poco después el histriónico Doctor Schicksal (Destino en alemán), personaje difícil e insólito que debe combinar las dotes de un contratenor con el sprechstimme. La cuestionable simbología ligada al personaje (una esvástica en el cinturón y una cruz carmesí pintada) queda por suerte ocultada por su gran teatralidad y dinamismo. Destacó a partir de aquí el nuevo enfoque musical, más grotesco y satírico, combinado con una recurrente serie de proyecciones “subjetivas” del rostro de Lea. Prueba de ello es la escena en la que los tres escultores, interpretados a gusto por David Alegret, Antonio Lozano y Juan Noval-Moro, tratan de hacerse con el secreto de Lea en una cariñosa parodia a la tradición operística (sobretodo verista) y que culmina con uno de los momentos climáticos de la obra.
El tercer acto, distinguido por su quietud y atmósfera intimista finalmente propició el amor entre Lea y Ram, que pactan desvelar el secreto de ella y acabar con la condena de él. La producción decidió simbolizar el erotismo entre los dos protagonistas con un parsimonioso tránsito y cruce de luces, seguido de un sensual y modesto ballet conformando una bella escena de innegable impacto visual. La retórica y genialidad de Casablancas se apreció especialmente en la última media hora con intervenciones instrumentales muy concretas y descriptivas, pasando de la placidez estática, al dramatismo de la batalla (entre los Centinelas y las Tres damas de la frontera) y al frenesí del último número coral con el impredecible doctor Schicksal. La reaparición del motivo abboeh en la cuerda y en los instrumentos de viento-madera completan una incontestable coherencia musical, pórtico de un final enigmático y casi abierto, que se despidió con una entusiasmada y sonora ovación.
El estreno de L’enigma di Lea supone un soplo de aire fresco para la producción operística nacional, además de un hito en la vida del compositor y de los artistas partícipes, traducido a éxito gracias a la Orquesta Simfònica i Cor en un estreno rodado y muy esperado.