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Liceu En éxtasis Con El ‘West Side Story’ De Dudamel

Liceu en éxtasis con el ‘West Side Story’ de Dudamel

ISRAEL DAVID MARTÍNEZ     JUL. 30, 2025 (Fotos: ©David Ruano)

La noche del 29 de julio de 2025 quedará inscrita en la memoria del Gran Teatre del Liceu como un momento en el que la frontera entre la ópera y el musical se disolvió con una intensidad pocas veces vista. La interpretación de West Side Story de Leonard Bernstein, dirigida por Gustavo Dudamel, no solo alcanzó la excelencia musical sino que reveló hasta qué punto este clásico del siglo XX sigue siendo un espejo de la contemporaneidad cuando se aborda con rigor artístico.

Desde el primer compás, Dudamel demostró que posee una capacidad casi alquímica para extraer lo mejor de cada partitura que cae en sus manos. Su lectura de la partitura de Bernstein fue vibrante, eléctrica, capaz de conjugar la precisión rítmica del jazz con la amplitud sinfónica que la obra demanda en su trasfondo más dramático. La orquesta del Liceu respondió con un nivel deslumbrante, convertida en un instrumento de precisión y emoción que trasladó al público del bullicio urbano al vértigo emocional de los amores prohibidos entre Jets y Sharks. El coro, preparado por Pablo Assante, fue un pilar de energía y color vocal, sosteniendo la tensión dramática con la misma fuerza que los protagonistas.

El reparto vocal rozó la perfección. Nadine Sierra construyó una Maria luminosa, de belleza vocal incontestable, capaz de alternar la pureza lírica con una proyección poderosa que llenaba la sala con cada agudo. Su dúo con Juan Diego Flórez en Tonight fue un instante suspendido, de una delicadeza que recordó que este musical, aun en su aparente ligereza, contiene la esencia de las tragedias clásicas. Flórez, con su fraseo impecable y su inconfundible timbre, dio a Tony una humanidad desarmante, aportando lirismo a un personaje que vive entre la ilusión juvenil y el destino inevitable.

Entre el resto de papeles brilló con intensidad Isabel Leonard como Anita, derrochando carisma y energía escénica, capaz de llenar de picante y dramatismo cada una de sus intervenciones. Mención especial merecen Montserrat Seró, Laura Brasó, Cristofol Romaguera y Pau Camero, que con papeles menos protagonistas dotaron de verdad y solidez a la acción, integrándose en un conjunto donde cada gesto parecía milimétricamente medido para sostener el pulso dramático. La aparición sorpresa de Sondra Radvanovsky provocó una dosis de energía, un destello de lujo que añadió aún más magia a la velada.

El único matiz que empañó parcialmente la experiencia fue la amplificación del sonido. En los pasajes más agudos, la calidad de los altavoces o del sistema de microfonía no estuvo a la altura del nivel artístico que se desplegaba en escena. Pese a ello, la fuerza de la interpretación, la dirección de Dudamel y la entrega de los intérpretes superaron cualquier limitación técnica, dejando claro que el éxito no dependía de lo accesorio.

El público del Liceu, que llenó hasta la última butaca, respondió con entusiasmo unánime. Ovaciones largas, bravos repetidos y esa sensación inconfundible de haber asistido a algo irrepetible se mezclaron en una noche que demuestra que la institución barcelonesa tiene ante sí un nuevo horizonte. Si esta producción se repitiera diez veces más, difícilmente quedarían localidades vacías. La apuesta del director artístico Victor García de Gomar, arriesgada en su hibridación entre el repertorio clásico y el gran musical norteamericano, ha demostrado que el Liceu puede abrirse a nuevos caminos sin renunciar a la excelencia.

Esta West Side Story no fue solo una función brillante. Fue la confirmación de que cuando la visión artística se une a intérpretes de primer nivel y a un director capaz de insuflar vida en cada compás, el teatro se convierte en un lugar donde todo es posible. La ciudad de Barcelona fue testigo de ello y difícilmente lo olvidará.

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