Luz sobre Buxtehude
© Carlos García Reche
CARLOS GARCÍA RECHE DIC. 5, 2019
En la vida de Johann Sebastian Bach destacan, entre otros, dos importantes encuentros: la legendaria visita al rey de Prusia, Federico el Grande; y el famoso viaje de juventud a Lubeca (Lübek), donde Bach conocería de primera mano la maestría de Dietrich Buxtehude, quien fuera con seguridad uno de los más grandes organistas de Alemania a finales del XVII. No sin una buena razón, el joven Bach, que contaba veinte años en 1705, se embarcaría en una caminata de trescientos cincuenta quilómetros para recorrerlos en tan solo diez días y que, sin embargo, acabó concluyendo en una estancia que excedió con creces su permiso de cuatro semanas. Es casi una obviedad que Buxtehude ejerciera una gran influencia en Bach, así como en Händel y en Mathesson y especialmente en el género oratorio del que Bach posiblemente poco conociera entonces. El tiempo y la historia han dado la razón a Bach, y la figura de Buxtehude renace poco a poco como el gran compositor del barroco medio que fue, cuya música habla con franqueza sobre las penas y virtudes del ser humano. Se dan así cada vez más conciertos historicistas que programan con más frecuencia compositores olvidados como Buxtehude, a cuyo legado organístico se suma poco a poco el legado vocal de sus cantatas, y el instrumental de sus obras de cámara.
El pasado domingo 1 de diciembre el conjunto belga Vox Luminis iluminó la sala grande de L’Auditori con un programa vocal religioso e instrumental, basado en el repertorio del laureado disco registrado en 2018 por Alpha, Abendmusiken. En una intención de recrear las músicas vespertinas que solían tener lugar los últimos cinco domingos del año en la iglesia de Buxtehude, Vox Luminis, formado en 2004 por su director y cantante Lionel Munier, repetía un año más su visita al auditorio barcelonés con otro Gramophone Award en su lista de premios, precisamente por el citado disco. La programación fue un acierto no solo desde un punto de vista puramente musical sino también escénico. Aunque el grueso del programa lo ocupaban obviamente las cinco cantatas (BuxWV 34, 10, 60, 41 y 62), la inclusión alternada de trio sonatas aportó variedad y amenidad, recreando muy probablemente, el formato auténtico de los conciertos tal y como tuvieron lugar tres siglos atrás.
El grupo de Munier selló una espléndida actuación que bien podría describirse como “el disco en directo”. Ya en la primera cantata Gott Hilf mir, BuxWV 34 pudo apreciarse el bellísimo empaste vocal en el continuo con órgano y las cuerdas de tripa. Las voces cumplieron convincentemente especialmente en lo individual, donde se apreció a un Munier relegar en su compañero bajo la mayoría del protagonismo. Brilló Herzlich lieb, BuxWV 41 por sus contrastes y disonancias y el cierre con Jesus, meines Lebens Leben, BuxWV 62 en la que los tenores bordaron su registro contratenor. Tras cada aplaudida cantata, volvía el turno de Anthony Romaniuk al clave, Juan Manuel Quintana a la viola da gamba y Lidewij van der Voort al violín, encargados de mostrar el intrépido contrapunto de las sonatas a trio BuxWV 272, BuxWV 255 y BuxWV 262, destacando la primera y segunda por su disimulado virtuosismo. El conjunto ofreció algunas estrofas de propina a un público bastante joven en proporción, ahora sí, un poco más cerca de Buxtehude y de su luz.