Medea. Poco Jasón y muchos argonautas
JOSÉ MARÍA GÁLVEZ SEP. 25, 2023 (Fotos: ©Javier del Real)
“Médée” fue estrenada en francés el 13 de marzo de 1797 cosechando un notable fracaso. A partir de este momento comienza un largo periodo de hibernación hasta mediados del siglo pasado cuando esa soprano excepcional que fue Maria Callas, a la que están dedicadas las presentes funciones, la rescató del ostracismo, eso sí, cantada en italiano. Luigi Cherubini (1760-1842), coetáneo tanto de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791) como de Ludwig van Beethoven (1770-1827), escribió la ópera, en francés, dentro de lo que se denominó tragédie lyrique, al estilo de la última década del siglo XVIII. Y tragedia, desde luego es. Basada en la tragedia homónima de Eurípides (ca.484-407 a.C.), en la que la desdicha lunática y criminal acompaña a la protagonista desde el principio de la historia. Parricida, fratricida y filicida, en lo más íntimo y homicida en general; en definitiva, la historia de las luchas de poder, de las que nuestra regia tradición es rica (Teodorico II, Eurico, Bermudo III, Sancho II, Urraca, Pedro I, etc.). Esta lucha de poder se encarna en la ambiciosa Medea, que tras el robo por parte de Jasón del vellocino de oro, regalo de la primera, para entregárselo al monarca de Corinto previo a la boda con su hija Dirce, da rienda suelta a su furor, acometiendo la venganza, no solo por infidelidad, que sería la lectura rápida y fácil, sino por deslealtad al tándem que Jasón y Medea habían sido en el pasado. Las ansias de poder de Jasón, ampliando su horizonte hasta convertirse en el príncipe heredero de Corinto, le hace infravalorar la venganza de la primera consorte. Medea sabe que la muerte de Jasón acabaría con la deslealtad, pero ella no quiere justicia sino venganza, y la venganza solo se valora si conlleva un sufrimiento creciente. Así asesina, sin mancharse las manos, a la princesa Dirce y al rey Creonte, prometida y futuro suegro de Jasón, siguiendo por sus propios hijos, que lo son de Jasón y acabando por el incendio, que viene del propio infierno, de todo el pueblo de Corinto que acogió al infiel, desleal y traidor Jasón y dejando a este vivir, sin nada en la tierra que le pertenezca, mientras ella escapa en el carro de Helios.
EURÍPIDES SEGÚN AZORÍN
En lo escénico, salvo algunas ideas medianamente transmitidas o esbozadas, como el contraste entre sueño y realidad, el resto responde a una amalgama de ocurrencias entrelazadas sin disolución posible; desde el ascensor-pozo-caja de escaleras que se supone hace trasladarse a los personajes por distintos niveles, de los que nada se dice ni se indica, hasta los argonautas -que en esta ocasión no acompañan a Jasón en la busca del vellocino de oro- salidos de una de nuestras guerras interesadas de fin de siglo, pasando por letreros ajenos a la obra, por mucho que sean ejemplarizantes, así como escenas de video superfluas que nada aportan o el adelanto del degollamiento de sus hijos por parte de la protagonista como escena sin música previa al inicio de la ópera. La lectura de Eurípides por parte de Paco Azorín, en esta producción que el Coliseo madrileño hace junto al Abu Dhabi Festival, está condicionada por diversos acontecimientos que se han sucedido a lo largo de los siglos, particularmente en la última centuria, sin que consiga establecer un corpus escénico y escenográfico que le de sentido.
ALAN CURTIS
La considerada obra maestra de Luigi Cherubini, tan cara y admirada por compositores de la talla de Richard Wagner (1813-1883) o Johannes Brahms (1833-1897), ha pasado desde su francés original al italiano, al alemán o al inglés, ya sea para su interpretación íntegra o parcial por sus recitativos no escritos por el autor. La presente versión responde a una edición crítica de Heiko Cullmann en la que se incluyen los recitativos elaborados por Alan Curtis (1934-2015), alumno de Gustav Leonhardt al clavecín, e incansable arqueólogo de los tesoros musicales bien escondidos, como las óperas “Montezuma, RV. 723” o “Ercole sul Termodonte, RV. 710” ambas de Antonio Vivaldi (1678-1741), o la más cercana “Tolomeo e Alessandro” de Domenico Scarlatti (1685-1757). Curtis demuestra un conocimiento y dominio pleno del medio en el que se mueve. Cherubini no es el barroco de Vivaldi o Domenico Scarlatti, ni tampoco el clasicismo de Wolfgang Amadeus Mozart o Franz Joseph Haydn, sin embargo Alan Curtis encaja con aparente facilidad su trabajo y sin duda se debe a que se acerca a la obra como producto del siglo en el que se escribe, es decir, el siglo XVIII.
SEGUNDO REPARTO
El elenco vocal dispuesto como segundo reparto es desigual y no siempre el más adecuado. “Médée” necesita una Medea trágica, desoladora, en ocasiones cautivadora, es decir una soprano con un registro dramático muy seguro. A cargo de la misma estuvo la soprano madrileña Saoia Hernández y la misma impresión que recibí el pasado julio en el que esta soprano hacía el papel de la princesa Turandot (dama con un largo reguero de muertes también), recibo en la presente interpretación. Se trata de una soprano de instrumento seguro, con templado timbre, que se crece según se desarrolla la tragedia a lo que acompaña su correcta desenvoltura escénica. Jasón está interpretado por el tenor italiano Francesco Demuro, de timbre y fraseo correcto pero escasa intensidad y proyección, lo que se vio de forma acuciante en determinados pasajes que la orquesta y coro sepultan al protagonista, sin que esto fuera parte de la venganza de Medea. A destacar la interpretación de la mezzosoprano Silvia Tro Santafé como Neris, de buena línea y timbre claro sin desfallecimientos, imprime el drama de su personaje y utiliza el vibrato adecuado, como en el aria del segundo acto “Solo un pianto con te versare”. De igual manera está acertada en su interpretación la soprano valenciana Marina Monzó como Dirce, que gana en la región media de su registro pero flaquea en la aguda, donde se mostró menos segura. El bajo barítono Michael Mofidian dio vida a su padre, Creonte, el rey Corinto, al que escénicamente defendió de la mejor manera posible dentro del traja de almirante que le enfundaron y vocalmente dibuja adecuadamente el personaje hasta que llegan los graves, donde pierde fuerza y musicalidad. Quiero mencionar al personaje de un corifeo en la voz del bajo barítono David lagares, y a las dos doncellas en las voces de la soprano Mercedes Cancedo y de la mezzosoprano Alexandra Urquiola, cerrando sendos intérpretes el reparto de la presente representación.
BASSO Y BOLTON
Empieza la era Basso. José Luis Basso es el nuevo Director del Coro del Teatro Real y solo cabe felicitarlo por el trabajo que se ha plasmado en la presente interpretación. Parecía difícil mantener el nivel de Andrés Maspero, pero auguro que ese mantenimiento está, al menos, asegurado. La pareja José Luis Basso y Coro del Teatro Real funciona con unos resultados lírico-dramáticos más que encomiables.
Al frente de la orquesta titular estuvo Ivor Bolton, que nos ofreció una lectura clásica, de sonido contenido y en ocasiones escaso de emoción, aunque brillaran fragmentos como el inicio del tercer acto donde se revive la pesadilla filicida de Medea, además de solistas como el fagot o las trompas.
Medea sale triunfante de esta representación y volverá en la pluma de Marc-Antoine Charpentier (1643-1704) entre el 6 y el 10 de junio de 2024 a este Coliseo, bajo la batuta de William Christie, donde reviviremos el drama ideado por Eurípides.