La obra de arte del futuro
(Photo: Lohengrin, Bayreuth 2018)
By JOSUÉ BLANCO JUL. 27, 2018
Este próximo 2019 se celebrarán 170 años de la publicación de uno de los textos claves para entender el pensamiento musical de Richard Wagner: La obra de arte del futuro (Das Kunstwerk der Zukunft) Un profundo ensayo sobre la cuestión artística y en particular sobre el drama musical. De hecho esta obra se enmarca en un período de una extensa producción literaria por parte del compositor y que tuvieron como resultado el origen de su propia concepción artística basada en esta idea del drama musical.
Son muchos sin duda los casos de pensadores y creadores que reaccionaron a los modelos artísticos y de pensamiento de su momento aportando cambios y avances, ligados en la mayoría de casos al propio desarrollo de la historia de la sociedad. Aún así el cambio es producto tanto de la proyección hacia al futuro como de la experiencia pasada: el compositor alemán, entre otras influencias, echará la vista atrás hacía la tragedia griega para elaborar su propio pensamiento artístico. No es extraño este regreso al mundo clásico, o mejor dicho a la idealización romántica del mundo clásico, que será habitual en otros autores coetáneos como su amigo Friedrich Nietzsche.
Gesamtkunstwerk
Según Wagner la tragedia griega representaba la totalidad del arte y de esta idea el compositor extrae la base de su pensamiento artístico que se centra en el término Gesamtkunstwerk u obra de arte total. La tragedia griega es una combinación de todas las artes: tanto música, poesía como danza se pueden encontrar en las obras de Sófocles o Eurípides y a su vez Wagner sumará las artes visuales y escénicas, con el fin último de hacer posible la máxima expresión de un sentimiento ilimitado en un elemento artístico concreto. La idea de obra de arte total, junto con la idea del leitmotiv, será una de las grandes innovaciones que Wagner ofrecerá al mundo de la música y que serán claramente definitorias en sus óperas posteriores.
Otro elemento inspirado en la tragedia griega es la extracción de la temática a partir del elemento mitológico: el mito es un elemento eterno, “válido para todos los tiempos (…) e inagotable en todas las épocas” según palabras de Wagner. Para Wagner las derivaciones y visiones artísticas y filosóficas posteriores del original griego desvirtúan el potencial artístico y expresivo de la tragedia y por tanto se debe volver en lo posible a esa idea original.
El compositor alemán no solo postuló sobre el Gesamtkunstwerk sino que sus obras son una clara expresión de su pensamiento. Sin duda el mejor ejemplo de esta nueva concepción del drama es su monumental tetralogía El anillo del nibelungo: cuatro “dramas” compuestos a lo largo de veintiséis años y que representan un prólogo y tres jornadas de una historia basada en la mitología nórdica, una historia épica que narra las aventuras y las luchas entre dioses, criaturas mágicas y héroes y la pugna por el anillo mágico del nibelungo que otorga el poder de controlar el mundo.
Bayreuth
La implicación de Wagner en esta obra no solo se observa en la cantidad de años que dedicó a su elaboración sino que también todos los detalles, música, argumento, poesía y puesta en escena fueron cuidadosamente pensados por el propio autor llegando al punto de requerir un nuevo espacio para poder dar lugar al espectáculo: el Bayreuther Festspielhaus, un teatro pensado para tal hazaña. Fue de hecho en este lugar donde se representó integra la tetralogía el 1876.
Al observar la construcción de este magnífico teatro no se nos puede escapar observar la intención de Wagner en aplicar los medios tecnológicos del momento para poder mejorar tanto la calidad sonora como visual de la obra; todos los aspectos miran de ajustarse y aumentar esta unión que Wagner planteaba en su idea de obra de arte total, incluso la arquitectura y la tecnología.
Wagner fue el primero en verbalizar la idea de concretar el arte en su totalidad en una misma expresión artística y, siguiendo el curso de la historia, también fueron otros quienes recuperaron esa concepción.
El siglo XX
El año 1913 es coincidente por varios motivos: Stravinsky compuso una de sus obras más significativas y que rompían también con muchos parámetros del contexto musical de su época: La consagración de la Primavera. A la vez Debussy compuso una pequeña obra que también rompía con algunos moldes de la época: Syrinx, obra que representa un retorno, de alguna manera, a componer para un instrumento solo que no fuese un instrumento de tecla, en este caso la flauta. Además en esta obra Debussy plantea de forma sutil y impecable el uso de la modalidad: de nuevo una manera diferente de bordear la tonalidad o ir más allá.
Es también en este año 1913 que Luigi Russolo se plantea un nuevo paradigma sonoro: El arte de los ruidos, incorporando a la música este nuevo factor, el ruido, como elemento cotidiano al que el oído ya se ha acostumbrado y que debe, por tanto, formar parte de la paleta del compositor. Russolo como Wagner recurren a la tecnología y a la invención para poder dotar a sus ideas de nuevos sonidos y recursos, sabiendo superar los límites de su tiempo y implicándose en la creación de un nuevo paradigma sonoro y musical.
De alguna manera Russolo será el precursor de la música electrónica que más tarde Schaffer, Varèse o Stockhausen seguirán y sabrán adaptar a la técnica y la capacidad tecnológica de su propio momento, yendo, sin duda alguna, aún más allá. Todos y cada uno de los compositores mencionados supieron superar las propias limitaciones de su tiempo y plantear nuevos paradigmas y posibilidades para la evolución de la música llegando a plasmar, en sus propias obras, la cristalización de ese pensamiento, haciendo por tanto coherente su propia metodología y forma de desarrollo musical.
Messiaen, Boulez, Cage, Ligeti, Grisey, y un largo etcétera de creadores supieron dejar por escrito sus inquietudes, preocupaciones y paradigmas para el futuro de la música. Si hoy mismo nos interesáramos en rascar la superficie del pensamiento de los compositores de nuestro tiempo descubriríamos que su música está, del mismo modo, fundamentada en nuevas ideas, en nuevos paradigmas desarrollados para poder continuar ese camino hacia la nueva música Weberniano.
Desde el siglo XX se ha abierto todo un amplio abanico de posibilidades y caminos que nos impiden marcar una línea clara y única en cuanto a un lenguaje musical concreto: este hecho aunque nos impide una generalización del fenómeno evolutivo de la música, basado en una serie de etiquetas e ismos, nos permite encontrar toda una derivación de géneros y subgéneros musicales. La pregunta de cuál ha de ser el futuro de la música hoy parece difusa y sin una respuesta única aceptable, aunque son muchos los que se aventuran a concretar nuevas ideas y patrones, sobrepasando los viejos límites o simplemente superándolos.
Volviendo al pensamiento wagneriano quizá sería pertinente la pregunta de si en nuestros días es posible una obra de arte total, una obra que sea capaz de reunir las diferentes artes a la vez que incorporar los avances técnicos y tecnológicos que nos ofrece nuestro presente.
Nuevas voces
No son pocos los compositores que hoy en día se atreven en la unión de las diferentes artes y juegan con los nuevos avances tecnológicos que permiten una exploración más profunda de los límites sonoros y visuales. Quizá sea por eso que la ópera vuelve a ser una herramienta para los compositores y vuelve a tener un espacio en la nueva creación.
A este respecto y a modo de ejemplo podríamos señalar dos autores contemporáneos que han sabido aunar estos diferentes elementos de forma muy patente en sus procesos de creación: Michel van der Aa, compositor holandés, completó sus estudios en el New York Film Academy lo que le ha permitido unir estas dos diferentes visiones, la musical y la visual. Van der Aa ha definido su proceso creativo por la fusión de la música con la interpretación, en ambos casos uniendo el directo con la grabación; esto le ha permitido un trabajo a cuatro bandas único e innovador. Obras como One, After life, o The book of Disquiet son un ejemplo de esta labor.
(Photo of Michael van der Aa by Renske Vrolijk)